Las adicciones y las fobias son los síntomas más extremos que se producen cuando hay un mal funcionamiento del sistema de deseos y rechazos. Suelen ser muy habituales cuando este desajuste en el sistema perdura en el tiempo, en una situación o estado que, comúnmente, denominamos como Ansiedad o Depresión.
Recordemos que nuestra mente Inconsciente, al menos una parte importante de ella, tiene como sustancia básica para su funcionamiento, las energías. Esto es lógico si recordamos también que un ser humano es energía, energía en distintos estados y formas. En última instancia, es lo que busca o rechaza. Los objetos externos o internos, por ejemplo una sustancia, ir de compras o que alguien me quiera, no son más que instrumentos, que ha identificado la mente, que le puedan proveer de esa energía que busca o que le puede provocar esa energía que tanto le disgusta.
Llevado a la realidad concreta y cotidiana, habitualmente la mente recibe una emisión de energía tras vivir algún tipo de experiencia. Si esa energía es extremadamente placentera, generará un deseo de que se repita. Por el contrario, si es displacentera, generará un deseo de que no vuelva nunca, es decir, provocará una actitud de rechazo. Y esto lo proyectará sobre la situación o experiencia en la que se producen estos impulsos energéticos. También, puede darse estas generaciones de energías sin que haya una experiencia concreta vivida anteriormente. Bastará con que la mente lo crea así.
No necesariamente estamos hablando de grandes y extremas adicciones o rechazos. Esas situaciones son las más visibles por lo extremas y alteradoras. Pero, en nuestra mente, mucho antes de llegar a eso, se han ido construyendo múltiples asociaciones de adicción o rechazo. Adicción a situaciones cotidianas que me producen placer, también a sustancias variadas desde el café, el azúcar, el chocolate, el alcohol u otras. Y rechazos a situaciones conflictivas o que producen pequeños malestares.
Así pues, aunque percibamos los mecanismos adictivos o de rechazo como focalizados hacia un objeto, nuestra mirada observadora ha de ir un poco más allá, para identificar bien qué es lo que busca o rechaza, en realidad. Como siempre, lo peor que nos puede ocurrir con alguna actividad de nuestra mente es que se mantenga en el nivel de la inconsciencia porque no la hayamos identificado, observado y comprendido.
Superado este primer nivel, la otra situación que hemos de evitar en la medida que podamos, es la identificación con esa actividad mental. Que nos creamos esa sensación que suele aparecer de que, como viene de un lugar profundo, soy yo, soy profundamente yo, quien desea o rechaza eso… Nada más lejos de la Realidad. Tú eres quien empieza a darse cuenta de todo ese “juego” de tu mente y quien recibe y sufre sus consecuencias.
Por tanto, y como siempre, lo primer que se impone es observar de manera mantenida y hacerlo desde la actitud adecuada (PACÁ) que nos ayudará a la desidentificación.
Las Respuestas de dos mentes pueden ser muy diferentes ante un mismo estímulo energético. En algunas puede provocar adicción mientras que en otras no pasar de vivirse como una situación agradable sin más. Pero es que esa misma situación puede provocar rechazo en otras mentes. Habrá que concretar, en cada caso, qué es lo que está ocurriendo.
Una combinación tóxica:
Los deseos y los rechazos suelen distorsionarse hasta la exageración y pueden convertirse en eso que llamamos adicciones y fobias, por alguna causa concreta. La más habitual es un estado previo de desencaje interno, inseguridad y miedos. En ese estado la mente está más vulnerable y carente y, por lo tanto, deseará ansiosamente cambiar. También rechazará ansiosamente cualquier energía que lo pueda alterar y empeorar aún más. Esa mente ha entrado en un cuadro de Ansiedad.
Hay una proporción, una balanza que da el punto de equilibrio energético para que estos mecanismos se active. Por un lado, la intensidad del estímulo recibido y, por otro, el estado previo de la mente que recibe el estímulo. Si el estímulo es muy intenso, será más fácil que una mente se vea arrastrado por un deseo ansioso de que se repita o un rechazo ansioso de que no vuelva nunca más.
El placer, que en sí mismo es algo positivo y que contribuye a un estado saludable de la mente, puede ser tomado en estas situaciones, como energía sustitutiva, como un salvavidas, es decir, como un sucedáneo del bienestar. El placer intenso tiene una enorme capacidad de anular o, al menos, reducir, otras energías que puedan ser de malestar o displacenteras. Este mecanismo siempre es transitorio.
El miedo, que en sí mismo es necesario, pues es una emoción que sirve para alertar a la mente de un posible peligro y que, evolutivamente, nos ha ayudado enormemente como especie a sobrevivir, en las mencionadas circunstancias de una mente desencajada de sí, alterada y con gran inseguridad de base, puede convertirse en nuestro peor enemigo.
Esta emoción deja de cumplir su función natural, se exagera y pareciera que cobra vida propia. Es lo que ocurre con las fobias. Una situación que, inicialmente, es recibida como displacentera o peligrosa por la mente, empieza a retroalimentarse y a crecer, porque aparece un miedo desproporcionado a que se repita. Es una situación muy común que puede visualizarse como que la mente le coge miedo al miedo. Un circulo vicioso que nos puede llevar a situaciones y estados extremos e, incluso, invalidantes.
En el caso de las adicciones, la mente suele crear una imagen distorsionada e idealizada de la situación que produce el objeto adictivo. En el caso de los rechazos, el miedo exagerado suele provocar una imagen interna, una noción de un “horror”, eso que rechazo y temo de manera extrema, eso que no puede darse bajo ningún concepto.
Otra de las consecuencias directas de todo este funcionamiento erróneo de nuestro sistema de deseos y rechazos, es que cambia y se distorsiona nuestra relación con el Bienestar y el Malestar. La mente se relaciona con ambos desde su estado alterado y empieza a desear ansiosamente el Bienestar (o sus sucedáneos) y a rechazar ansiosamente el Malestar, que ya no gradúa o modula correctamente, y por tanto, anticipa toda situación de displacer o, sencillamente, de no placer, como proveedora de un gran malestar.
El trabajo a realizar
El trabajo con las adicciones y fobias es bastante complejo, aunque bastante similar al ya planteado con el sistema deseos y rechazos. No obstante, la gravedad de las situaciones que se pueden provocar en la práctica, que pueden llevar a situaciones en las que se produzcan daños a terceras personas o a la propia persona que lo sufre, en sí, aconsejan extrema prudencia.
Será un trabajo mucho más exigente que el que nos tocará hacer con un sistema de deseos y rechazos normalizado. Suele ser aconsejable acudir a ayuda externa, a una persona experta que nos brinde su ayuda profesional.
Será necesario, habitualmente, hacer un trabajo con todo el sistema o cuadro de ansiedad existente. Esto implicará reconstruir la cadena de causas-efectos que han llevado a la mente a la actual situación. Ya se ha nombrado en este texto, como elemento clave, un estado previo de desencaje interno, inseguridad y miedos. Pero este estado previo no es más que un eslabón más, en una más larga cadena de causas y efectos.
Trataremos más adelante este tema, lo que denomino habitualmente como “La escalera de la Ansiedad”, es decir, las diferentes situaciones y estados que van dando lugar, progresivamente, a esta alteración de la mente.
Un caso particular: deseos y rechazos generados en mi proceso de Autorrealización
Un caso particular de estas distorsiones, que puede darse en personas que han iniciado un proceso de crecimiento personal y/o espiritual, también en la línea aquí seguida de Autorrealización, es que el propio trabajo y las experiencias que se viven, contribuyan a la ampliación de las alteraciones en el sistema de deseos y rechazos. Las experiencias o idealizaciones de bienestar extremo y/o de conexión con el Ser, Universo, Dios o como cada cual lo nombre, pueden convertirse en un nuevo objeto de deseo que puede llevar a la adicción, pues la mente recibe energías extremadamente placenteras.
Este mismo movimiento puede provocar, asimismo, un rechazo a vivir otras situaciones en que esto no se da. Si esto se va retroalimentando y no es prontamente identificado por la persona, puede dar lugar a rechazos extremos ansiosos, próximos a lo que conocemos como fobias. Bien a situaciones concretas, bien a cualquier situación en la que la mente sienta que no está “conectada”
Atención a todo esto.