La observación. Esquema general

La observación es la base de todo el proceso de Autorrealización. Es la herramienta que utilizamos para darnos cuenta, para tomar conciencia y comprender la Realidad de lo que somos y de lo que nos está ocurriendo. Esto es fundamental para poder iniciar el proceso de cambio.

Pero para que esta potentísima herramienta funcione y cumpla con todo lo que nos puede aportar, hemos de aprender a gestionarla adecuadamente. No nos sirve cualquier tipo de observación.

Lo primero es definirla y concretarla bien. Llamamos observación a un proceso o acción en la que activamos parte de nuestras funciones mentales con el objetivo de comprender mejor. Sus elementos más destacados son: la atención, la percepción, la retención o memoria y ya en la última fase de elaboración de conocimiento, la creatividad y la comprensión.

Para esa elaboración e integración de nuevo conocimiento, una de las herramientas más predominantes y conocidas, es el pensamiento. Como tal herramienta, es potentísima. Tanto, que en nuestra cultura, ha eclipsado a las demás y, más allá de eso, ha provocado un error gravísimo: la identificación con nuestro pensamiento.

Lo usaremos como herramienta auxiliar, pero evitaremos basar excesivamente nuestro proceso de comprensión en el pensamiento y los escenarios mentales que crea nuestra mente. Con el tiempo nos vendrá la evidencia, la comprensión, de que no son suficientemente fiables como para protagonizar el cambio de paradigma que buscamos; la profunda comprensión de cómo funciona nuestra mente y, consiguientemente, de lo que somos en realidad. Por ello, recibiremos su actividad y la incluiremos en nuestro objeto de observación, como un elemento más. A menudo, habremos de preguntarnos ¿Por qué y Para qué se está produciendo este pensamiento?

Observar adecuadamente conlleva, además, una actitud de base: posición y disposición. Una posición que se aleje del mundo de las ideas que ha construido mi mente sobre mí y que se acerque a la curiosidad por saber lo que está ocurriendo en mí, alejándose en lo posible, que al principio del proceso de observación no es mucho, del entramado de ideas que ha construido la mente.

Aprender a observar es un proceso. Y se aprende observando, ejercitando nuestra mente en esa actitud profunda y en esa posición de perspectiva con respecto a la actividad de nuestra mente. Al principio, mil y una veces nos daremos cuenta de que hemos dejado de observar. Si ante eso permitimos que nuestra respuesta sea de juicio y tensión, este proceso de aprendizaje tardará más en dar sus frutos. En cambio, si sonreímos y volvemos tranquilamente al punto de observación, cada ida y vuelta será un peldaño añadido en nuestro proceso de aprendizaje.

En la práctica, es muy habitual que al principio acometa a la persona una sensación de no estar haciéndolo bien, de no estar observando adecuadamente. La mente se impacienta y quiere acelerar el proceso aplicando una autoexigencia. Habremos de prestar atención a este síntoma que nos puede llevar a la frustración y al abandono.

Aprender a observar, pues, implica un proceso de aprendizaje profundo. Y, como tal, necesita de un cambio de hábitos y de actitudes en nuestra mente, tanto en el nivel más externo o racional y consciente, como en el nivel más interno o inconsciente. Y, como todos los aprendizajes profundos, es lento y discontinuo.

Tal es la fuerza del hábito de nuestra mente de dejarse llevar por los escenarios mentales (las “películas” que genera nuestra mente haciendo alusión, más o menos correcta, a la realidad), que no podemos esperar que el nuevo hábito de observar objetivamente para comprender, se instaure fácilmente. En la práctica, las personas suelen tardar meses en incorporar un nuevo hábito que conlleve una observación objetiva.

Tan lento que puede, a veces, desesperarnos… ¡Otra vez se me ha escapado! Ante esto procuramos no generar tensión interna. Especial atención a los auto-juicios. Al contrario, sonreímos y volvemos a la observación, quizás, ayudándonos del Vente PACÁ. Mucha Paciencia, Aceptación, Confianza y Acogida Amorosa, hacia nuestro propio proceso de cambio y desarrollo.

Esta mención a la actitud adecuada, el PACÁ, no es casualidad. Ambas herramientas, la observación y la actitud, conforman el binomio clave para nuestro desarrollo. Observar desde una actitud adecuada es la posición ideal para favorecer la comprensión y crecimiento.

Cabe remarcar también la atención. Disponemos de la capacidad para dirigir nuestra atención a donde decidamos. Puede ser a un foco concreto (cualquier objeto mental, corporal u externo) o mantener una atención global, ampliada a todo o a varios objetos.

Es conveniente aclarar que lo que aquí se plantea es una situación “ideal” de observación. No obstante, lo importante es observar y hacerlo como podamos, sin obsesionarnos por hacerlo de la manera más correcta. Poco a poco (esto es cuestión de ejercitamiento) la iremos mejorando.

Este es un principio aplicable a todo nuestro proceso de Autorrealización: No nos obsesionemos con hacer las cosas de manera perfecta pues, fácilmente, colapsaremos y abandonaremos todo el trabajo. Lo importante es ejercitarnos y ya iremos mejorando nuestras habilidades poco a poco.

Los principios generales aplicables a la observación, son:

  • Sin juicio. No es un examen ético o moral. No debe haber examen pues esto implica una comparación con un “deber ser” y, además, nos distorsiona la mirada, nos corta la conexión.
  • Sin pensamiento. Si entramos en pensamiento perdemos el punto central de observación. Dejamos de observar y empezamos a intentar “resolver” el problema.
  • Sin deseos o rechazos,ni objetivos concretos, pues esto también nos distorsionará la mirada. El único objetivo válido es conocer la verdad pues en esa verdad encontramos lo que buscamos, nuestro SER.
  • Sin ideas previas sobre cómo deben ser las cosas. Huyendo de cualquier tipo de “modelo”.
  • Preguntándonos por qué, para qué y cómo, pero sin permitir que a estas preguntas siga un pensamiento. Se hacen sólo para establecer el marco de nuestra observación.
  • Se observa todo y siempre empezamos por lo que ahora aparece en mi mente.
  • Mantengo la misma mirada limpia ante todas las cosas, independientemente de que me produzcan bienestar o malestar. Son síntomas igualmente. Aprovecho todo para conocer más. Así pues, cuido especialmente la actitud desde la que observo.

¿Observación sin juicio, sin deseos y sin pensamiento?

Es conveniente matizar esto. Durante una larga fase del proceso, no es que no haya pensamiento, juicio o deseos, lo que se va produciendo es un cambio radical en la concepción y funcionamiento de estos sistemas

Pasamos de una situación de desconocimiento e “ingobernabilidad” de nuestros pensamientos, deseos, emociones y juicios a otra en la que tomamos conciencia del funcionamiento de estos sistemas mentales y vamos, poco a poco, aprendiendo a gestionarlos en nuestro beneficio. Los utilizaremos para saber más, para conocer “qué hay ahí”, qué hay debajo de lo que observamos. Y, a nuestra conveniencia, los pararemos. Ya no nos identificamos con ellos, los tratamos como lo que son: sistemas que nos aportan información de lo que hay.

Así pues, lo que hacemos es que incorporamos los juicios, deseos, pensamientos, emociones, etc., al objeto de observación, utilizándolos como fuente valiosísima de información sobre cómo funciona la mente.

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