Sobre lo Consciente y lo Inconsciente

Obsérvate en una conversación cualquiera… ¿Cómo funciona tu mente? Se produce un rápido intercambio de ideas, emociones, etc ¿Cómo procesa tu mente esa información? ¿Cómo se producen las Respuestas que salen de ti?

A poco que nos paremos a observar este cotidiano proceso, nos daremos cuenta de que, en realidad, no elaboramos conscientemente las Respuestas. Aparentemente, para un/a observador/a externo, las Respuestas, simplemente, salen. No se piensan cada una de ellas, no se elaboran completamente. A lo más, se les da forma o terminan de perfilar un instante antes de salir en forma de expresión hacia el exterior.

Nuestra Respuesta, al menos su fundamento, ha sido elaborada en microsegundos por una parte de nuestra mente que está más allá de la zona consciente. No es pensada conscientemente, no es elaborada utilizando mecanismos conscientes de razonamiento, sino que sale ya “precocinada” y, desde el consciente, nos limitamos a adaptarla a la situación, dándole el último “toque” de presentación.

El binomio Consciente/Inconsciente

Vamos a observar a la mente en su conjunto, en sus grandes flujos de energía.

La división que hacemos es entre Consciente e Inconsciente. Adoptamos una visión global e integral de la mente y desde ahí, observamos. Tras un periodo en el que hemos aprendido a comprender mejor a nuestra mente en cada una de sus diferentes funciones y elementos, ahora estamos en disposición de adoptar esta visión en perspectiva global (sin perder por ello los detalles, que ya nos son mucho más fáciles de percibir y comprender).

Por consciente entenderemos aquello de lo que nos damos cuenta-percibimos directamente y, en general, todo lo que no está tapado por algún tipo de rechazo. Así pues, en esta definición, se incluye también lo que no está activo pero que podemos recordar-activar directamente sin tener que indagar en nuestro inconsciente.

Llamamos inconsciente a aquella zona de la mente sobre la que no tenemos acceso directo e inmediato, es decir, sobre la que no percibimos in situ, su funcionamiento, aunque sí que recibimos el resultado de ese funcionamiento y, habitualmente, tiene tal fuerza que, en la práctica, determina el estado general de nuestra mente. La persona tiene la percepción de que “me viene” tal o cual idea, pensamiento, emoción o sensación.

Por inconsciente entenderemos, básicamente, las funciones mentales de las que no nos damos cuenta de manera directa y todos aquellos hechos del pasado que han sido significativos pero que hemos “olvidado”, apareciendo dificultades para recordarlo o activarlo en nuestra mente. Son situaciones que no pudimos asimilar y gestionar adecuadamente en el momento en que se produjeron y, por tanto, como un acto defensivo, las rechazamos y “tapamos” en el inconsciente.

Por último, es necesario señalar que tanto consciente como inconsciente tienen la capacidad de devolvernos una sensación de yo (con el tiempo nos daremos cuenta de que, en realidad, hay más de una). Cuando la disfunción entre uno y otro es elevada, aumenta la sensación interna de dualidad, de contar con dos “yoes” que, a menudo, entran en conflicto entre sí.

El yo proveniente del Consciente responde a lo que sí hemos ido admitiendo y pudiendo gestionar en nuestra vida. Se nutre de las ideas que hemos ido aceptando (recordad que estas ideas son siempre producto de un juicio) sobre nosotros/as a lo largo de nuestra historia de vida en sus aspectos más relacionados con un yo-ideal y un yo-idea, tamizados (se les ha aplicado el “sentido común” en una persona adulta y que, por tanto, no admite las profundidades reales que se han guardado en el inconsciente). Este yo responde a las expectativas ajenas que hemos podido asumir y a nuestras características personales igualmente asumidas. Nos identificamos, pues, con nuestra mente consciente, lo que dicho en términos de Blay, pudiéramos llamar el personaje-ego.

El yo proveniente del Inconsciente funciona exactamente igual pero con la diferencia que se nutre de nuestra historia de vida inconsciente y, por tanto, el yo-idea y el yo-ideal en los que se basa son extremos, sin paliativos. Además, por su propia condición de inconsciente, es una sensación de yo que no ha evolucionado, sino que sigue anclada en aquella criatura que vivió los hechos. Recordad que, para gestionar adecuadamente esta parte de nuestra mente, hemos de utilizar conjuntamente la comprensión (inteligencia) y la afectividad (amor) como herramientas principales, sin olvidar, claro está, la gestión de la energía vital-fuerza.

En este punto, cabe indicar que todo recuerdo incluye tres elementos: los hechos en sí, la asociación emocional que conllevan y, por último, una sensación de yo que, en el caso del inconsciente, sigue intacta con respecto al momento y circunstancias en que se formó.

Interacción entre Consciente e Inconsciente

La relación natural en una mente sana, entre Consciente e Inconsciente, es que sean zonas totalmente permeables la una con la otra. En esta situación, ambas interactúan, intercambiando información y energías y se van retroalimentando mutuamente.

Lamentablemente, en nuestra sociedad, por desconocimiento, la gestión que hemos hecho de nuestra mente nos lleva a que en la mayoría de los casos, la situación sea bastante diferente. Ha habido rechazos y culpabilizaciones desde el Consciente y un intento de que esa parte de nuestra mente no esté ¡Imposible!

En esta situación de dualidad artificial en la que vivimos, la principal característica que hemos de conocer y tener en cuenta es que, por lo general, quien establece el estado de nuestra mente es el Inconsciente, mientras que el Consciente, en realidad, se limita a gestionar lo que ya le viene dado. Aunque bien es cierto que este último, con los años, ha adquirido habilidades para usar las diferentes herramientas y funciones mentales con el objetivo de cambiar esos estados que determina el primero: tapando, compensando con generación de nuevos escenarios y energías, etc.

Conforme vamos avanzando en nuestro trabajo de Autorrealización, esta situación va cambiando y, cada vez más, desde el nivel Consciente tenemos capacidad de determinar nuestros estados.

Sobre nuestro Consciente podemos decidir, es decir, atiende a nuestra voluntad, aunque esto está muy determinado por el nivel de conflicto entre C/I, pues si es elevado, las interferencias del Inconsciente nos harán muy difícil llevar a cabo esas decisiones. Sin embargo, el Consciente pierde esta capacidad cuando de lo que se trata es de gestionar la parte Inconsciente. No podemos decidir sobre nuestro Inconsciente, simplemente, podemos ir comprendiéndolo cada vez más e ir haciendo un trabajo paulatino de reeducación y sanación del mismo.

La noción de Yo, un trabajo de experiencia: El Yo-Experiencia.

En el texto anterior se han descrito hasta tres niveles en nuestra mente-cerebro con capacidad para emitir una noción propia y diferenciada de Yo. Se trata de una nueva mirada y comprensión de lo que es un ser humano, pasando de una concepción unidimensional y sólida a otra multidimensional y fluctuante.

Pero como siempre ocurre en nuestro trabajo de Autorrealización, no podemos conformarnos con creernos algo que alguien nos cuenta, pues esto de poco nos serviría en nuestro camino de desarrollo. Sería sustituir unas creencias por otras.

Tomemos este planteamiento como una hipótesis de trabajo a ser contrastada con la realidad, con nuestra experiencia y comprensión directa. Una visión que explique mejor nuestro funcionamiento interno, el complejo y, a menudo, contradictorio fluir continuo de pensamientos, ideas y sentires que llenan nuestra mente.

Para ello, podemos hacer diferentes ejercitamientos. Iniciamos un trabajo que, desde ya, hemos de vislumbrar como dirigido a favorecer un proceso madurativo de ampliación de la comprensión y conexión con la Realidad, en nuestra mente. Nos armaremos de Paciencia, Aceptación, Confianza y Acogida amorosa. (PACÁ). Y observemos…

Un primer trabajo que podemos hacer es cuestionar la noción interna de Yo, conectando con la que mantiene nuestra mente en la actualidad y favoreciendo su ampliación. Podríamos utilizar el símil de un edificio: hasta ahora tu mente cree que es el ático de ese edificio pero, realmente, es multidimensional, algo mucho más complejo que eso. En realidad, es el edificio completo, con sus diferentes plantas, en las que habitan, en cada una de ellas, una noción de Yo de las que han ido generándose a lo largo de tu vida, producto de la evolución y desarrollo de tu cerebro humano.

Intenta comprender que Yo no hay más que uno, pero que diferentes zonas y estructuras mentales tienen la capacidad de filtrar esa noción y darle una apariencia específica y diferenciada del resto. Intenta que ese edificio deje de estar incomunicado entre sus diferentes plantas e ir sustituyendo los gruesos muros por sutiles espacios totalmente transparentes y permeables.

El Yo-Experiencia

Yo-Experiencia es el nombre que le asigna Blay a esa zona de la mente que se da cuenta que algo no funciona bien y que hay que hacer algo para arreglarlo. Nace en la zona consciente de la mente y, durante mucho tiempo, funcionará fundamentalmente desde ahí. Con el trabajo realizado, irá madurando, transformándose y ampliándose, soltando muchas Ideas Aceptadas (creencias) que había en la mente sobre sí misma y abarcando amplias zonas de lo que antes era inconsciente, que tras la comprensión y apertura interna, van pasando a ser conscientes.

Al principio, y producto habitualmente del malestar pero también de momentos de especial conexión que en casi todas las mentes se producen por muy imbuidas que estén en el mundo construido desde las Ideas (Personaje, Yo-Idea y Yo-Ideal), el Yo-Experiencia apenas se vislumbra como destellos de lucidez dentro de un mundo interno desconectado de la realidad.

Como bien indica Blay, el Yo-Experiencia es el currante en todo este reparto. Es la zona de la mente desde la que afrontamos el trabajo de deconstruirnos como personajes y reconstruirnos como personas. Es el espacio interno desde el que adquirimos la capacidad de cuestionar toda la película, desde su propia raíz, es decir, reconociéndola como tal, identificado todo el entramado de Ideas o creencias, pensamientos, sentires, etc., como el producto de un error de base en nuestra mente, como el resultado de su identificación con las diferentes formas que han aparecido y como consecuencia del olvido y la desconexión con respecto a la realidad que somos.

Desde el Yo-Experiencia somos capaces de observar de manera suficientemente objetiva (nunca totalmente) para ir avanzando en la comprensión de la verdad, debemos también adoptar la actitud adecuada (PACÁ) e iniciar un proceso de sub-sanación de los errores que se han ido acumulando en nuestra mente, prácticamente, desde el día de nuestro nacimiento.

Pero este camino no es nunca una línea recta ni una escalera con unos pocos peldaños. La mente, en su desconocimiento mantiene una visión muy simplista sobre sí misma y sobre los procesos de cambio a realizar. Hemos de tener en cuenta que el cerebro humano es el objeto, la unidad de funcionamiento, más compleja de todas las conocidas. No hay nada, ningún ser vivo ni ninguna máquina, que se le parezca.

Por tanto, el proceso de su transformación será también complejo y arduo, lleno de altibajos, de momentos de pérdidas y confusiones, de idas y venidas y de frustraciones. Y también lleno de momentos de grandes avances y alegrías, de comprensiones que nos abren a nuevas realidades, de experiencias que nos colman y nos acercan a la deseada plenitud, de gozo y satisfacción por ser capaces, poco a poco, de ir pasando del mundo de las ideas a la experiencia directa de ser.

Si el camino va bien, si vamos haciendo el proceso de transformación convenientemente, el Yo-Experiencia irá madurando, irá comprendiendo y aprendiendo a gestionar, pasará de aprendiz a maestro y nos irá mostrando, en su propia maduración, el camino hacia el Yo-Central.

Las nociones de Yo. Una correcta comprensión

Comprender suele ser la llave que nos abre las puertas, aparentemente infranqueables, del desarrollo y liberación con respecto a nuestra mente condicionada. Comprender nos abre a la verdad y la verdad es lo que nos permite un óptimo desarrollo y nos hace libres.

Pero la realidad no es siempre intuitiva. Para una persona sin el suficiente conocimiento, la observación del recorrido que hace el sol cada día le puede llevar a la conclusión de que ese disco de fuego gira alrededor del punto en que se encuentra. La desidentificación con respecto a las nociones de Yo que emite nuestra mente, que hemos de ir haciendo a lo largo de nuestro proceso de Autorrealización, es similar a la que ha hecho el ser humano con respecto al geocentrismo o creencia de que la tierra era el centro del universo.

Nuestro cerebro tiene la capacidad de producir, aparentemente, varias nociones de Yo. Éstas van sucediéndose, de manera natural, a lo largo de nuestros primeros 20 años de vida y debido a falta de conocimiento, es decir, a la incomprensión de lo que realmente está pasando, ese proceso no es suficientemente aprovechado para nuestro crecimiento. Más bien, y debido al intento de mantener un Yo único, sólido y diferenciado, gestionamos este proceso desde el rechazo y la culpabilización.

Cada una de las nociones de yo que se emiten en nuestro cerebro-mente lo hacen, a su nivel, desde una concepción o visión de lo que es un ser humano, culturalmente inducida. Dicho de otra manera, la idea que tenemos de lo que somos, determina la interpretación que hacemos de lo que percibimos interna y externamente. Lamentablemente, nos ha tocado vivir en una sociedad y en una época, en la que aún hemos comprendido muy poco de lo que realmente somos.

Y ocurre a pesar de haber recibido claros mensajes, desde hace miles de años, del enorme error que esto significa. Pero lo cierto es que la cultura predominante en la que hemos nacido determina que se dé una mirada excluyente, diferenciadora, a veces negadora y hasta culpabilizante de unas nociones de yo hacia otras. Y esto, como bien nos informan desde las tradiciones milenarias orientales, es origen de mucho sufrimiento.

¿Cuándo se forma una noción de Yo diferenciada y qué aporta a la mente?

La existencia de una noción de Yo favorece la consolidación de un sistema de referencias que sitúa a la persona ante sí misma y el exterior. Favorece la generación de una individualidad, diferenciada con respecto al resto, a la que proteger y priorizar. Para ello, los diferentes sistemas mentales se coordinan y emiten sus respuestas en función de la supervivencia y el desarrollo de ese Yo. Así pues, es una gran herramienta que provee de un mayor éxito evolutivo.

Podemos decir que existe una noción de Yo diferenciada, cuando se producen las siguientes circunstancias en nuestra mente:

– Percepción e interpretación de la presencia del “sí mismx” diferenciado, que se percibe como algo distinto a lo que no es Yo.

– Existencia de un entramado específico de ideas o creencias, que conllevan la autoasignación de características y cualidades. También se dan sobre el No-Yo o exterior.

– Cuando podemos identificar una posición y un estado desde el que se reciben las cosas y se interpretan y desde el que se emiten respuestas, que ya suelen ir dirigidas a proteger a ese Yo.

¿Cuántas veces ocurre esto a lo largo de nuestra vida?

La respuesta a esta pregunta no puede ser única. La variabilidad entre los seres humanos es inmensa y, además, como hemos mencionado antes, en estos procesos también influye enormemente la cultura en la que se esté desarrollando una mente concreta. Por si esto fuera poco, la frontera entre una noción de Yo y la siguiente, es bastante difusa. No hay un momento único, un día, en que se produce el cambio madurativo. Son procesos que duran años y, por tanto, muchas de nuestras experiencias responde a diferentes combinaciones de nociones de Yo.

Algunas de las nociones de Yo aparecen como producto o consecuencia directa de nuestro crecimiento orgánico, del desarrollo de nuestro cerebro a lo largo de la vida. Y éstas sí suelen ser más comunes.

Podemos establecer las siguientes etapas vitales como propiciatorias para la aparición de este hecho; la que va desde el nacimiento a los 2 años aproximadamente (recordemos que un ser humano con esta edad ya está considerado el animal más inteligente sobre la tierra), la que transcurre desde este momento hasta los 9 años aproximadamente y la que va desde esta edad hasta que se completa el desarrollo de nuestro cerebro, a los 20 años, también aproximadamente.

A partir de aquí, nuestro desarrollo mental, lo que entendemos por maduración de la persona, un largo proceso que, en realidad, dura toda la vida y que conlleva una ampliación del conocimiento y una resituación de los referentes internos, también puede, pero solo puede, provocar cambios significativos en este escenario, favoreciendo por ejemplo, la aparición de lo que aquí conocemos como Yo-experiencia. Que, a su vez, es la puerta de entrada, como indica Blay, a nuestro Yo-Central.

El comienzo del trabajo a realizar

Lo primero que hay que hacer es identificar todo esto en unx mismx. Como siempre, el trabajo empezará por hacer una observación mantenida del objeto a comprender y hacerlo adoptando la actitud adecuada: Paciencia, Aceptación, Confianza y Acogida amorosa.

Como ayuda para este proceso inicial de apertura, conexión y comprensión, se presentan aquí unas lineas generales de las características más comunes que suelen presentar los tres niveles de nociones de Yo, antes mencionados.

En un momento de relajación, quizás de meditación, imagínate, vivénciate en cada una de estas etapas. Ábrete y acoge a ese Yo que aparece ahí.

– De 0 a 2 años: Nuestros primeros meses de vida. La mayoría de las funciones mentales ya están presentes pero en estado poco desarrollado, muy limitado. La comprensión, los deseos y rechazos, el sistema de juicios, los sentires (emociones, sentimientos y sensaciones), los vínculos… Está todo, pero su funcionamiento es embrionario, muy directo, sin apenas proyecciones. El placer y el malestar también funcionan así.

Imperan lo que denominamos instintos de supervivencia (comer, beber, protección, sexualidad) y una gran curiosidad impulsora de nuestro desarrollo.

La criatura aún no ha adquirido ninguna capacidad de cuestionamiento de lo que recibe. En este sentido, podemos asimilarlo al comportamiento de un mamífero medio, como puede ser nuestro perro.

Sí aparecerán los primeros auto-juicios. También directos: ¿Tengo fuerza? ¿Soy capaz? ¿Puedo?

– De 2 a 9 años, aproximadamente: Todas las funciones y capacidades se van complejizando: la comprensión, los sentires, los deseos y rechazos, los juicios… Aparecen nuevas capacidades, como la empatía, el juego, la creatividad, la proyección hacia el futuro, etc.

En este ambiente más complejo, la percepción de carencias energéticas provoca la elaboración de todo un sistema de ideas-creencias sobre sí y sobre las demás personas. También sobre la vida. Aparecen los primeros autojuicios complejos: ¿Valgo? ¿Soy suficiente para que me quieran y acepten? ¿Qué soy? ¿Qué puedo hacer, ser, sentir?

Es la etapa en que se elaboran el Yo-Idea (conjunto de asignaciones negativas y limitantes) y el Yo-Ideal (conjunto de ideas sobre lo que voy a hacer, ser y sentir en el futuro, de manera que supere o aleje al Yo-Idea). Empieza a aparecer el cómo va a intentar hacer todo esto la mente, es decir, el Personaje.

– De 10 a 20 años aproximadamente: En esta etapa se completa la maduración de nuestro cerebro. En su final, ya están disponibles todas las funciones y capacidades mentales. La persona es capaz de adquirir conocimientos muy complejos y de crear nuevas realidades igualmente complejas. Lo mismo ha ocurrido con nuestra capacidad de sentir.

También hay un pasado, es decir, ya hay una experiencia de vida acumulada, que es interpretada. Habitualmente el Yo-Idea y el Yo-Ideal se han ido reforzando, y por tanto, también el Personaje.

La mente se ve a sí misma especial y con toda una vida por delante. Esto apacigua la angustia vital, que ya ha aparecido: la incertidumbre y el vacío ante la conciencia de la propia finitud.

La noción de “Yo”. La última gran desidentificación.

El diccionario nos indica que una noción es una idea, más o menos concretada, que tenemos de algo. En otra acepción hace referencia a que es un conocimiento, que puede ser elemental o más elaborado. Su etimología latina “notio” nos habla de conocer y de notar.

Así pues, podemos definir la noción de yo como la presencia de una idea o conocimiento sobre mí, que me diferencia de lo que considero como no-yo y que parte de una percepción que es interpretada por mi mente.

A día de hoy, sabemos por la ciencia que buena parte de los animales cuentan con una capacidad mental que les aporta una noción de yo diferenciada del resto de seres vivos. Esta noción se hace más o menos compleja y precisa, a medida que va aumentando la capacidad cognitiva de una especie.

Evolutivamente hablando, contar con esta herramienta ha producido ventajas competitivas considerables, pues la presencia de esta referencia interna potencia diferentes funciones mentales que conllevan un mayor capacidad de supervivencia.

Sin embargo, y como ocurre con tantos otros sistemas mentales, en el ser humano moderno, este sistema ha llegado a un nivel de complejidad bastante elevado y la falta de conocimiento y una muy mala gestión, ha convertido lo que era inicialmente una gran ventaja evolutiva, en algo que da muchos problemas y nos genera sufrimiento.

Como ya hemos visto en ocasiones anteriores, el cerebro actual de la especie humana es el resultado de la evolución de millones de años y cuenta con diversas “capas” que se han ido superponiendo a medida que avanzaba la complejidad y potencia de sus funciones y capacidades. Lo que nos da tantos problemas, y a la vez es lo que nos hace tan maravillosamente humanos, es que en nuestro cerebro hay diferentes zonas con capacidad para generar una resonancia diferenciada de yo. Y esto es lo que percibe nuestra mente.

En realidad el problema se da porque no tenemos un conocimiento suficiente ni una visión global de toda esta realidad y porque, en la práctica, cada una de las resonancias de yo que se producen, parte de una idea de ser la única o verdadera, negando al resto.

Dicho de otra manera, como tantas otras actividades de nuestra mente, su comprensión correcta no es directamente intuitiva. Necesita de un cuerpo de conocimiento que encaje adecuadamente lo percibido para darle una correcta interpretación, aquella que nos permita profundizar en lo que somos y seguir creciendo, haciéndonos cada vez seres más libres.

Esto lo podemos comprender mejor usando un símil, poniendo un ejemplo del mismo mecanismo mental aplicado a algo más concreto y comprensible a primera vista: la idea o noción que el ser humano ha tenido del hecho de que hay noche y día, es decir, de que el sol sale cada mañana.

La falta de un conocimiento suficiente sobre nuestro sistema planetario hizo que, inicialmente, a este hecho se le asignaran cualidades mágicas o divinas. Esta etapa arranca con el principio de los tiempos hasta, más o menos, el siglo XVI de nuestra era. Al principio, el ser humano concibió a la tierra como lo único existente y, en cualquier caso, el centro de todo lo existente, lo que luego se llamó universo.

Ya en un momento bastante avanzado, el ser humano comprendió que la tierra no podía ser el centro (tras repetidas observaciones científicas que hacían evidente tal imposibilidad) y trasladó el centro al sol, es lo que hoy llamamos heliocentrismo (Copérnico y cómo no recordar al pobre Galileo). Más adelante, la ciencia y nuestro conocimiento derivado de ella fue avanzando y se hizo insostenible esta visión, pues ya era evidente que nuestro sol no era sino una más en una inmensidad de estrellas prácticamente inabarcable. Pero esto no ocurrió hasta hasta muy poco tiempo, en pleno Siglo XIX.

Es exactamente el mismo proceso de profundización y ampliación de conocimiento que el que se va produciendo con la noción de yo a lo largo de nuestro proceso de toma de conciencia y desarrollo, lo que aquí llamamos Autorrealización.

Para identificar bien nuestras diferentes o sucesivas nociones de yo nos podemos valer de un hecho, y es que nuestro cerebro no está completamente desarrollado cuando nacemos, sino que va creciendo, madurando, incorporando nuevas funciones a lo largo de nuestros primeros veinte años de vida. Y lo hace de una manera, más o menos, fiel a la evolución que ha vivido nuestra especie en los últimos millones de años, es decir, las zonas más primarias aparecen antes en nuestra vida y las más complejas y avanzadas, las que identificamos como propiamente humanas, no lo hacen hasta la adolescencia.

La noción de Yo va cambiando de sistema de referentes y de zona cerebral que la emite, a lo largo de nuestra vida. Y con la maduración del cerebro, las nuevas nociones de Yo no hacen desaparecer a las antiguas sino que se superponen.

Pero hemos vivido de espaldas a esta evidencia y nos hemos empeñado en mantener una noción de Yo única, sólida, permanente y excluyente del resto, con la que nos hemos identificado plenamente: “Soy yo”.

No es de extrañar que esta posición nos de tantos problemas. En próximos textos intentaremos aclarar todo este pequeño-gran lío.

Las expectativas. Qué son y cómo gestionarlas adecuadamente.

Con el nombre de expectativas nos referimos al proceso de generación de un escenario mental referido generalmente a cómo va a ser y qué va a provocar una situación o evento por venir. Este escenario virtual, imaginado, es el resultado de un juicio que realiza la mente, dirigido a comprender qué es lo que va a ocurrir y a prepararse lo mejor posible para ello.

Las tratamos específicamente, sobre todo, por la enorme repercusión práctica que tienen en nuestras vidas.

Cabe recordar que, en realidad, la mente esta haciendo una previsión de las energías que se van a provocar en esa situación. Los hechos o circunstancias no son más que el objeto intermediario que va a provocar esas energías.

Desde el punto de vista evolutivo, aquellos individuos que fueron capaces de recrear con mayor precisión situaciones venideras, obtuvieron una ventaja competitiva con respecto a aquellos en los que este sistema no funcionaba con la misma precisión.

En nuestros tiempos, esto sigue siendo así pero con muchos matices. La actual situación generalizada de desconexión de lo natural y de nuestras propias energías y, en general, las dinámicas establecidas en las sociedades en que nos ha tocado vivir, han provocado una importante distorsión, también en este sistema o mecanismo de funcionamiento.

Entre sus principales elementos que intervienen en el sistema de generación de las expectativas, están:

– Una posición, estado y actitud previa de la mente.

– El juicio en sí, incluyendo todos los elementos que componen cualquier juicio, especialmente, los criterios y referentes que se están aplicando.

– El escenario virtual generado: “Va a ocurrir esto y lo voy a vivenciar así. Al menos, es casi seguro”.

– La reacción de la mente ante ese escenario, que puede llegar a alterar por completo el estado de la persona. De hecho, tienen gran capacidad para influir en nuestro estado de ánimo.

Las razones por la que la generación de las expectativas es tan común y tiene tanta incidencia en nuestras vidas, además de por sus ventajas evolutivas, son varias:

– Dan sensación de más control y seguridad. También de más inteligencia y capacidad.

– Cuando son positivas, generan subida de las energías de bienestar y placer.

– Cuando son premonitorias de alteraciones y malestares, interviene una Idea Aceptada o creencia muy común: “Si me sitúo en lo peor, voy a estar mejor preparadx y voy a sufrir menos si esto ocurre” (gravísimo error pues esto no nos prepara más ni mejor y lo que sí hace es generar una realidad interna llena de negatividades y peligros que, a la postre, es peor que la propia situación temida).

– Otra Idea Aceptada igualmente errónea y dañina es: “Piensa mal y acertarás”

– Noción de verdad: esto es verdad, me viene de lo más profundo y es la verdad última.

– Identificación: No hay perspectiva con respecto a esta actividad y, por tanto, aparece una noción profunda errónea de “soy yo”.

– La dificultad del inconsciente para distinguir entre realidad y ficción y, por tanto, la vivencia de realidad que produce la expectativa.

Como tantos otros, cuando la mente está inmersa en un cuadro de ansiedad prolongado, este sistema funciona de manera distorsionada y exagerada. Producirá expectativas extremas y muy alteradoras: tanto cuando imagina y desea ansiosamente el bienestar-placer como cuando imagina, teme y rechaza el malestar, que se convierte en una imagen de “horror” cuando hablamos de fobias.

¿Qué puedo hacer? ¿Cómo gestionar adecuadamente las expectativas que genera mi mente?

Al igual que ocurre con otras funciones de nuestra mente, las expectativas han tenido muy mala fama en determinadas tradiciones culturales, especialmente, las orientales. Pero, recordemos, aquí partimos del planeamiento de que nada sobra en nuestra mente, todo cumple una función y lo que hay que hacer es conseguir que funcionen correctamente y de manera perfectamente coordinada e integrada, todos los sistemas. No que desaparezcan.

El trabajo con las expectativas es uno de los más agradecidos de todos los que podemos hacer en nuestro proceso de Autorrealización. Es decir, es de los que mayor efectividad tiene y rendimiento nos aporta en relación con el esfuerzo y dificultad que conlleva. Además, sus resultados son bastante evidentes.

Esto, que pudiera parecer algo muy positivo, y lo es, puede convertirse en un problema, pues nos puede llevar a controlarlas y cortalas alegremente y en exceso, lo cual, como siempre que hacemos esto con alguna función mental, provocará problemas sobrevenidos, derivados del cortocircuito provocado en el fluir de las energías y lo abrupto de un cambio impuesto desde fuera, sin respetar el natural funcionamiento de nuestra mente.

Por ello, la gestión de las expectativas es algo delicado, sensible, ante la que hemos de posicionarnos muy bien y cuidar mucho, especialmente, de no excedernos en su control ni limitar a eso nuestro trabajo. Al contrario, además de atarlas corto cuando sea necesario, habremos de mantener siempre una mirada curiosa, observadora y desde la actitud adecuada, para poder ir comprendiendo cada vez mejor su funcionamiento y, sobre todo, las causas concretas que provocan que nuestras expectativas sean esas y no otras.

Las expectativas conscientes

¿Por qué y para qué está generando mi mente estas expectativas? ¿Qué desea o rechaza? ¿Qué teme? ¿Qué carencias, creencias, experiencias sin resolver, etc., hay en el origen de todo esto?

Estas son algunas de las preguntas que nos abrirán la puerta al camino de la comprensión, siempre tan necesario.

¿En qué circunstancias, nuestra gestión debe ir dirigida a controlarlas, reducirlas e, incluso, eliminarlas? Como siempre, el límite debe ser cuando me hace daño o hago daño a otras personas. La proporción del daño y nuestra capacidad para asimilarlo, influirá también en la dimensión de la intervención que se haga necesaria.

Unas expectativas negativizadas pueden llegar a provocar una grave alteración en el estado de la persona y llevarla a un nivel de adicción, rechazo y sufrimiento muy elevados, dándose además una pérdida de la conexión con la realidad, es decir, la persona vive en el mundo virtual que ha generado la expectativa y no en su realidad concreta. Cuando se constante la repetición de esta situación y no identifiquemos otra manera de hacerlo, puede ser conveniente una acción dirigida a cortar, al menos temporalmente, la generación de expectativas en nuestra mente.

Igualmente, unas expectativas artificialmente positivizadas, pueden generar un nivel similar de malestar, por la pérdida de realidad y los deseos ansiosos que pueden generar.

En la fase de observación mantenida inicial, también hemos de incluir la comprobación de la expectativa generada con los hechos concretos realmente acontecidos. Esto nos dará un buen instrumento de trabajo, pues en la posterior gestión, podremos contrastar lo imaginado con lo real y mostrar la evidencia a nuestra mente de sus repetitivas equivocaciones. En este punto tendremos que tener en cuenta el fenómeno de “profecía autocumplida”, es decir, la incidencia real que una expectativa puede tener en cómo ocurren los hechos y cómo se vivencian, en la práctica.

Como producto de un juicio que son, puedo aprovechar mi conocimiento sobre el sistema de juicios para identificar prontamente los elementos que están interviniendo y observarlos individualmente para comprobar si están funcionando correctamente. Especial interés tendrá, hacer esto, con el estado previo de mi mente y los criterios que ha utilizado para generar dicho juicio. También observaremos el sistema de referentes activo, que determinará la importancia que le asigne la mente a la nueva realidad virtual generada.

Esta observación mantenida permitirá que llegue un momento en que ya estemos en condiciones de favorecer un reaprendizaje profundo en nuestra mente, que habrá de pasar del hábito de elaborar expectativas de manera inconsciente y, por tanto, de manera automatizada, inconcreta y limitada, a hacerlo de una forma plenamente consciente.

Además del trabajo de observar, comprender para tomar conciencia del proceso, podemos ir un poco más allá y hacernos presentes en todos los puntos del mecanismo, desde el estado inicial que suele ser carencial, hasta el mismo proceso concreto del juicio y, sobre todo, en los resultados que genera, es decir, en el escenario mental que nos ofrece como el futuro que va a ocurrir, con total o casi total seguridad.

Para ello, vamos favoreciendo la aparición y consolidación de una posición interna, de una noción profunda de yo, una presencia interna de mi ante las expectativas, su proceso de elaboración y las consecuencias reales que provocan. Algunas preguntas que pueden favorecer este trabajo, son:

¿Qué hay en mí antes de la generación de las expectativas? ¿Qué soy ante esas expectativas? ¿Qué puedo ser, vivir, sentir, comprender, crear… siendo yo, aquí y ahora, sin que haya expectativas en mí o viéndolas en perspectiva sin que me determinen? Y observo también cómo mi mente se había identificado con toda esta actividad, hasta ahora, inconsciente.

Por último queda contrastar con la práctica, que haremos observando e interiorizando las evidencias, de si la nueva forma de generar expectativas nos resulta más provechosa y si se adecúa más a la realidad. A ser posible, sé tú, hazte presente (desde tu Centro o lo más cerca que puedas) viendo ambas formas de funcionar.

Como siempre, habremos de comprender que, durante un tiempo, ambos sistemas convivirán, pues el hábito inconsciente tarda bastante más tiempo en desaparecer que lo que tarda nuestra comprensión consciente en completarse.

Mucho PACÁ ante todo esto.

¿Qué es importante y qué no? El sistema de referentes

La mente construye, a partir de innumerables juicios que realiza constantemente, un sistema de clasificación de referentes. Los utiliza para construir una escala de mayor a menor y poder establecer qué es lo más importante o peligroso en nuestra vida y qué tiene escasa importancia y no necesita de excesiva atención.

El sistema de referentes es una herramienta necesaria para nuestro correcto devenir en la vida. Sin él, nuestra mente no sabría qué respuestas emitir ante los diferentes eventos que se le presentan. No sabría si debe dedicar mucha energía a una cuestión o, más bien, dejarla pasar pues carece de trascendencia práctica.

Además, este sistema influye, en un proceso de retroalimentación, en los propios juicios que son su origen. Así, conforme uno o varios juicios determinen que algo va ganando en importancia, es decir, que va subiendo en la escala de lo que es importante en el sistema de referentes, este elemento irá ganando también peso en la propia emisión de los juicios, en eso que hemos llamado los “criterios” que utiliza la mente para emitirlos.

Recordemos que otra influencia determinante del sistema de referentes es en el estado de ánimo. Así, una contrariedad que suceda, será tomada de manera muy diferente por la mente según el lugar que ocupe ese tema o cuestión en el sistema de referentes. Ya poníamos el ejemplo de la partida de ajedrez. En el caso de una partida lúdica que se juegue con alguien esporádicamente, muy posiblemente ese evento ocupará un lugar muy bajo en el sistema de referentes, es decir, se le asignará poca importancia y trascendencia. Sin embargo, si quiero dedicarme a ser jugador profesional de ajedrez y ese es el gran objetivo de mi vida, y pierdo una partida en un torneo importante, mi mente le asignará a ese evento una gran trascendencia y, por tanto, tendrá gran capacidad para alterar mi estado de ánimo.

Pero ojo, si nuestro Yo-Idea está muy dañado, es decir, carente y negativizado y, por lo tanto, nuestro Yo-Ideal es también extremo, entonces nuestra mente y el estado de ánimo serán muy sensibles y vulnerables a cualquier evento que pueda ser interpretado como negación de nuestro Yo/ego y de su posición. Y, por tanto, cualquier conversación aparentemente intrascendente, cualquier actividad cotidiana, puede ser tomada por la mente como medidora de su valía u otra cuestión básica y, en consecuencia, tener gran incidencia en nuestro estado de ánimo.

Como casi todos los sistemas mentales, el de referentes tiene una parte consciente y otra inconsciente. A nivel consciente, podríamos equiparar, grosso modo, este sistema con lo que conocemos como el sistema de valores de una persona. Así, si conscientemente hemos asumido valores como la solidaridad, la empatía, la bondad u otros, habrá una tendencia en la mente a colocarlos en un nivel superior en la escala de valores y, por tanto, en el sistema de referentes.

Sin embargo, a nivel inconsciente, la cosa no funciona exactamente así. Es algo más complicado. Nuestro Inconsciente funciona como un animalillo que busca, constantemente, cubrir sus carencias para llegar a un estado de seguridad y bienestar. Y lo hace desde sus limitaciones, o sea, con muy poca perspectiva temporal y con una mirada bastante limitada en cuanto a su capacidad de visión global de las situaciones.

Para complicar la cosa aún más, el Yo-Idea suele ser, hasta que se hace un trabajo con esta zona de la mente, bastante inconsciente. Y esto también ocurre, en buena medida, con el Yo-Ideal. Esta situación provocará que, en muchas personas, los referentes inconscientes sean muy diferentes a los conscientes y, por tanto, continuamente se generen contradicciones y situaciones generadoras de tensión y sufrimiento.

Por último en esta descripción somera de los elementos que intervienen en la construcción del sistema de valores, no podemos olvidar que siempre somos producto de una cultura y una época determinadas. La influencia cultural, concretada en la transmisión recibida durante la infancia y en las interrelaciones producidas a lo largo de toda nuestra vida, también influirán en la concreción de este sistema.

Otro problema con el que nos encontramos para el correcto funcionamiento del sistema de referentes, es que tenemos una mente que siempre tuvo la mirada dirigida hacia el exterior. Así se lo enseñaron y lo ha seguido fielmente. Y, por tanto, ha priorizado cuestiones del exterior y ha minimizado lo interno o propio. Recordemos el símil de las manos puestas como orejeras y la frente posada en la ventana. Nuestra mirada será deficitaria de una conciencia de lo que hay dentro y exagerará la importancia de lo externo.

Así, nuestros sistemas de referentes o valores han priorizado los éxitos externos, es decir, la satisfacción a través de algo externo, la obtención de determinadas energías a través de eventos provenientes del exterior. Y ha minimizado, hasta casi la desaparición en la mayoría de los casos, los valores o referentes internos. Y esto resulta, a la postre, un grave impedimento para nuestro proceso de desarrollo.

Por ello, habremos de ir haciendo un trabajo que consistirá en primer lugar, como siempre, en una observación mantenida en el día a día para ir conociéndolo a la perfección y hacerlo desde la actitud adecuada (PACÁ).

En la primera fase de esta observación mantenida, habremos de ir aprendiendo a distinguir entre lo consciente y lo inconsciente, aprendiendo a distinguir entre el sistema de referentes idealizado, el que me gustaría (Yo-Ideal), del que temo y huyo (Yo-Idea). Ninguno es real y, mucho menos, completo.

Esta observación también tendrá que tener una mirada puesta en nuestra historia de vida, para poder ver los cambios que ha habido en nuestro sistema de referentes. Como siempre, disponer de dos situaciones que comparar hará más profunda y eficaz nuestra observación. Algunos de estos cambios pueden ser el que se produce de la infancia a la juventud, por experiencias especialmente impactantes, por el desarrollo de un cuadro de ansiedad, por el cambio de mentalidad que se produce cuando estudiamos y ejercemos una nueva profesión o, también, por nuestro propio proceso de Autorrealización.

Además, a cada momento, cuando esté activo el evento o situación y, por tanto, el juicio y el deseo o rechazo, podemos ir haciendo un trabajo para ir reconduciendo todo esto, mostrándole a la mente las evidencias de los errores que está cometiendo… ¿De verdad eso es lo importante?

Junto a este trabajo del día a día, que conformará un proceso de aprendizaje paulatino que irá calando poco a poco en nuestra mente más profunda, podemos hacer ejercicios concretos que ayuden al proceso de cambio. Por ejemplo, podemos situarnos en “atalayas” que ayuden a nuestra mente a ampliar la mirada. Podemos preguntarnos ¿Qué será realmente lo importante en el último día de mi vida? ¿Y tras ella?

El trabajo con el agradecimiento y la conexión con lo que conocemos como 3 Cs, las tres energías básicas: Consideración, Confianza y Cariño-amor, también facilitará enormemente que el Inconsciente/Niñx Interior se sienta mejor, con más seguridad y acogimiento y todo esto facilitará el cambio en el sistema de referentes en este nivel de la mente. Y, más indirectamente, también lo facilitará el trabajo de Sanación de Situaciones Pendientes (Liquidación en terminología de Blay).

Y, por último, algo muy importante: es conveniente recordarle a nuestrx Niñx, mostrándole la comprensión y la evidencia que se deriva de ella, de una cuestión clave: que siempre es de dentro hacia fuera y no al revés y que, por tanto, lo que ve como objetos proveedores de energías no son más que intermediarios innecesarios porque puede acceder directamente a esas energías.

Los referentes más importantes siempre deberán ser internos, en el nivel de las causas, y no externos en el nivel de las consecuencias.

Adicciones y fobias

Las adicciones y las fobias son los síntomas más extremos que se producen cuando hay un mal funcionamiento del sistema de deseos y rechazos. Suelen ser muy habituales cuando este desajuste en el sistema perdura en el tiempo, en una situación o estado que, comúnmente, denominamos como Ansiedad o Depresión.

Recordemos que nuestra mente Inconsciente, al menos una parte importante de ella, tiene como sustancia básica para su funcionamiento, las energías. Esto es lógico si recordamos también que un ser humano es energía, energía en distintos estados y formas. En última instancia, es lo que busca o rechaza. Los objetos externos o internos, por ejemplo una sustancia, ir de compras o que alguien me quiera, no son más que instrumentos, que ha identificado la mente, que le puedan proveer de esa energía que busca o que le puede provocar esa energía que tanto le disgusta.

Llevado a la realidad concreta y cotidiana, habitualmente la mente recibe una emisión de energía tras vivir algún tipo de experiencia. Si esa energía es extremadamente placentera, generará un deseo de que se repita. Por el contrario, si es displacentera, generará un deseo de que no vuelva nunca, es decir, provocará una actitud de rechazo. Y esto lo proyectará sobre la situación o experiencia en la que se producen estos impulsos energéticos. También, puede darse estas generaciones de energías sin que haya una experiencia concreta vivida anteriormente. Bastará con que la mente lo crea así.

No necesariamente estamos hablando de grandes y extremas adicciones o rechazos. Esas situaciones son las más visibles por lo extremas y alteradoras. Pero, en nuestra mente, mucho antes de llegar a eso, se han ido construyendo múltiples asociaciones de adicción o rechazo. Adicción a situaciones cotidianas que me producen placer, también a sustancias variadas desde el café, el azúcar, el chocolate, el alcohol u otras. Y rechazos a situaciones conflictivas o que producen pequeños malestares.

Así pues, aunque percibamos los mecanismos adictivos o de rechazo como focalizados hacia un objeto, nuestra mirada observadora ha de ir un poco más allá, para identificar bien qué es lo que busca o rechaza, en realidad. Como siempre, lo peor que nos puede ocurrir con alguna actividad de nuestra mente es que se mantenga en el nivel de la inconsciencia porque no la hayamos identificado, observado y comprendido.

Superado este primer nivel, la otra situación que hemos de evitar en la medida que podamos, es la identificación con esa actividad mental. Que nos creamos esa sensación que suele aparecer de que, como viene de un lugar profundo, soy yo, soy profundamente yo, quien desea o rechaza eso… Nada más lejos de la Realidad. Tú eres quien empieza a darse cuenta de todo ese “juego” de tu mente y quien recibe y sufre sus consecuencias.

Por tanto, y como siempre, lo primer que se impone es observar de manera mantenida y hacerlo desde la actitud adecuada (PACÁ) que nos ayudará a la desidentificación.

Las Respuestas de dos mentes pueden ser muy diferentes ante un mismo estímulo energético. En algunas puede provocar adicción mientras que en otras no pasar de vivirse como una situación agradable sin más. Pero es que esa misma situación puede provocar rechazo en otras mentes. Habrá que concretar, en cada caso, qué es lo que está ocurriendo.

Una combinación tóxica:

Los deseos y los rechazos suelen distorsionarse hasta la exageración y pueden convertirse en eso que llamamos adicciones y fobias, por alguna causa concreta. La más habitual es un estado previo de desencaje interno, inseguridad y miedos. En ese estado la mente está más vulnerable y carente y, por lo tanto, deseará ansiosamente cambiar. También rechazará ansiosamente cualquier energía que lo pueda alterar y empeorar aún más. Esa mente ha entrado en un cuadro de Ansiedad.

Hay una proporción, una balanza que da el punto de equilibrio energético para que estos mecanismos se active. Por un lado, la intensidad del estímulo recibido y, por otro, el estado previo de la mente que recibe el estímulo. Si el estímulo es muy intenso, será más fácil que una mente se vea arrastrado por un deseo ansioso de que se repita o un rechazo ansioso de que no vuelva nunca más.

El placer, que en sí mismo es algo positivo y que contribuye a un estado saludable de la mente, puede ser tomado en estas situaciones, como energía sustitutiva, como un salvavidas, es decir, como un sucedáneo del bienestar. El placer intenso tiene una enorme capacidad de anular o, al menos, reducir, otras energías que puedan ser de malestar o displacenteras. Este mecanismo siempre es transitorio.

El miedo, que en sí mismo es necesario, pues es una emoción que sirve para alertar a la mente de un posible peligro y que, evolutivamente, nos ha ayudado enormemente como especie a sobrevivir, en las mencionadas circunstancias de una mente desencajada de sí, alterada y con gran inseguridad de base, puede convertirse en nuestro peor enemigo.

Esta emoción deja de cumplir su función natural, se exagera y pareciera que cobra vida propia. Es lo que ocurre con las fobias. Una situación que, inicialmente, es recibida como displacentera o peligrosa por la mente, empieza a retroalimentarse y a crecer, porque aparece un miedo desproporcionado a que se repita. Es una situación muy común que puede visualizarse como que la mente le coge miedo al miedo. Un circulo vicioso que nos puede llevar a situaciones y estados extremos e, incluso, invalidantes.

En el caso de las adicciones, la mente suele crear una imagen distorsionada e idealizada de la situación que produce el objeto adictivo. En el caso de los rechazos, el miedo exagerado suele provocar una imagen interna, una noción de un “horror”, eso que rechazo y temo de manera extrema, eso que no puede darse bajo ningún concepto.

Otra de las consecuencias directas de todo este funcionamiento erróneo de nuestro sistema de deseos y rechazos, es que cambia y se distorsiona nuestra relación con el Bienestar y el Malestar. La mente se relaciona con ambos desde su estado alterado y empieza a desear ansiosamente el Bienestar (o sus sucedáneos) y a rechazar ansiosamente el Malestar, que ya no gradúa o modula correctamente, y por tanto, anticipa toda situación de displacer o, sencillamente, de no placer, como proveedora de un gran malestar.

El trabajo a realizar

El trabajo con las adicciones y fobias es bastante complejo, aunque bastante similar al ya planteado con el sistema deseos y rechazos. No obstante, la gravedad de las situaciones que se pueden provocar en la práctica, que pueden llevar a situaciones en las que se produzcan daños a terceras personas o a la propia persona que lo sufre, en sí, aconsejan extrema prudencia.

Será un trabajo mucho más exigente que el que nos tocará hacer con un sistema de deseos y rechazos normalizado. Suele ser aconsejable acudir a ayuda externa, a una persona experta que nos brinde su ayuda profesional.

Será necesario, habitualmente, hacer un trabajo con todo el sistema o cuadro de ansiedad existente. Esto implicará reconstruir la cadena de causas-efectos que han llevado a la mente a la actual situación. Ya se ha nombrado en este texto, como elemento clave, un estado previo de desencaje interno, inseguridad y miedos. Pero este estado previo no es más que un eslabón más, en una más larga cadena de causas y efectos.

Trataremos más adelante este tema, lo que denomino habitualmente como “La escalera de la Ansiedad”, es decir, las diferentes situaciones y estados que van dando lugar, progresivamente, a esta alteración de la mente.

Un caso particular: deseos y rechazos generados en mi proceso de Autorrealización

Un caso particular de estas distorsiones, que puede darse en personas que han iniciado un proceso de crecimiento personal y/o espiritual, también en la línea aquí seguida de Autorrealización, es que el propio trabajo y las experiencias que se viven, contribuyan a la ampliación de las alteraciones en el sistema de deseos y rechazos. Las experiencias o idealizaciones de bienestar extremo y/o de conexión con el Ser, Universo, Dios o como cada cual lo nombre, pueden convertirse en un nuevo objeto de deseo que puede llevar a la adicción, pues la mente recibe energías extremadamente placenteras.

Este mismo movimiento puede provocar, asimismo, un rechazo a vivir otras situaciones en que esto no se da. Si esto se va retroalimentando y no es prontamente identificado por la persona, puede dar lugar a rechazos extremos ansiosos, próximos a lo que conocemos como fobias. Bien a situaciones concretas, bien a cualquier situación en la que la mente sienta que no está “conectada”

Atención a todo esto.

Gestionando los deseos y rechazos (2) ¿Qué hacer?

En el mundo de la espiritualidad, tradicionalmente, los deseos han tenido muy mala fama. Y ha ocurrido lo mismo con los rechazos. Diversas tradiciones nos hablan de apaciguar y hasta de cortarlos, nos hablan del No Deseo, como vía para conseguir la tan ansiada iluminación.

Esto tiene su parte de razón. Las mentes que viven en el mundo de las ideas y el condicionamiento, son arrastradas por el juego que se establece entre las carencias y necesidades no cubiertas y los ideales que construye, en pos de que el malestar que se produce no esté. Lo intenta optando, habitualmente, por la vía de la compensación, es decir, provocando que se genere una nueva energía, que produzca bienestar o seguridad y que tenga la suficiente intensidad y consistencia como para que ya no sea perceptible la originaria, de la que está huyendo.

Y los deseos son la correa de transmisión y retroalimentación de este engranaje. La mente vive generando constantemente deseos con el fin de apaciguar el malestar y generar energías más agradables. Y, a veces, lo hace llevando la situación al extremo. Esta situación extrema se produce cuando las energías producidas por este sistema son tan intensas que, en sí mismas, produce un aprendizaje profundo que genera, cada vez, más deseo o rechazo.

Estas situaciones extremas las denominamos, comúnmente, como adicciones en el caso de los deseos y como fobias, en el caso de los rechazos. Ambas son exageraciones, hasta la distorsión, de este sistema. En las adicciones, la mente busca ansiosamente volver a obtener una energía. En el caso de las fobias, el rechazo extremo generado por una visión de “horror” retroalimenta un círculo vicioso que puede llegar a ser invalidante. Habitualmente se produce en el marco de un cuadro de ansiedad. Dadas las graves repercusiones que tienen estas distorsiones, las trataremos en un escrito posterior.

Pero desde la perspectiva desde la que se plantea aquí el trabajo de Autorrealización, en general, nunca la opción correcta es tapar o cortar un sistema de nuestra mente. Sólo en algunos casos extremos de adicciones o fobias, habrá que hacer una intervención más amplia, compleja y usando herramientas más contundentes, para preservar la salud y bienestar propios y de las personas que nos rodean.

La línea habitual es, más bien, sanar todos los sistemas mentales para que funcionen correctamente y de manera coordinada, en el entendimiento de que es la mejor manera de conseguir un estado de plenitud y crecimiento.

Si cortamos algo, es verdad que es posible que en un primer momento sintamos el alivio de una bajada del malestar. Pero, además de que esto es siempre pasajero, resulta que el pago que estamos haciendo por ese alivio temporal es enorme: amputamos una parte del funcionamiento de nuestra mente y taponamos una vía para conocerla mejor. Además, esa vía energética que estamos cortando, necesariamente buscará otra manera para expresarse y cumplir su función, así que, muy probablemente, los problemas nos surgirán por otro lado y con una forma distinta. Doble trabajo.

En el caso de los deseos esto puede llevarnos a una situación que podría adquirir tintes casi dramáticos: personas que, siguiendo lo dictado por algunas corrientes espirituales, cortan sus deseos y que, como consecuencia indirecta, pierden buena parte de su vitalidad, de sus ganas… Se les “gripa” el motor de vida. Esto es así porque, en la mente condicionada, los deseos cumplen la función de generar ilusiones, ganas y, por tanto, motivación para hacer, vivir, etc.

Así pues, el trabajo de gestión del sistema de emisión de deseos y rechazos se atendrá al objetivo de sanarlo lo más que podamos, pero nunca cortarlo o taponarlo. Necesitamos de toda nuestra mente, de todos sus sistemas. No sobra nada. Todo es necesario para conseguir una situación óptima de funcionamiento y desarrollo.

Esto, aplicado a nuestro proceso de observación, nos lleva a recordar una mirada muy importante que hemos de aplicar siempre ante lo que vayamos encontrando: Es “Y” y no “O”. Todo lo que aparece está y está cumpliendo una función, todo tiene sus causas y sus efectos. Ante esta realidad, cuidaremos que nuestra comprensión sea integradora de lo nuevo, nunca desde una mirada de exclusión. Nuestra mente es muy compleja y, aunque aparentemente algunas cosas nos parezcan contradictorias, habremos de integrarlas todas como partes de una realidad más compleja. Ahí empezaremos a posicionarnos en la mirada adecuada para una mayor comprensión.

Pero sí que es importante y, a veces, urgente arreglar el funcionamiento de este sistema. De hecho, un deseo mal gestionado (no identificado, rechazado, tapado, compensado inconscientemente, o no situado adecuadamente en su cumplimiento) suele generar un mal fluir de las energías del Foco Energía Vital: la confianza, la alegría, el gozo, la fuerza, las ganas-vitalidad, etc. Y algunos de los síntomas que notaremos como consecuencia de una mala gestión de nuestros deseos, serán: gran inestabilidad, desgana, tristeza, apatía, desmotivación y, especialmente, tensión-ansiedad.

No rechazamos ni unos ni otros. Los observamos desde la actitud adecuada (PACÁ). Pero tampoco los aceptamos como una verdad absoluta, ni les asignamos la categoría de “Yo” (este es mi yo profundo y esto es lo que deseo o rechazo yo). Como siempre, en la medida que consigamos identificarnos menos con lo observado, aumentará nuestra libertad y capacidad de gestión y cambio.

El trabajo consistirá en aprender a no tapar. Abrirse, permitir que se expresen todos los deseos, tanto los conscientes como los inconscientes o profundos. En este punto, especial atención habrá que prestar a los mecanismos ya automatizados que rechazan o tapan el normal fluir de estos deseos.

Como en la mayoría de los casos hemos juzgado y controlado nuestros deseos-rechazos desde hace mucho tiempo y desde un construido Yo-mental aparentemente sólido. Esto hace que, en un principio, pueda aparecer una dificultad para conectar con los más profundos y hacerlos conscientes. Por ello es conveniente hacer un trabajo progresivo de observación. Inicialmente identificaremos aquellos deseos que nuestra mente sí se permite y, paulatinamente, iremos ampliando la observación.

La mente tiende a tapar los deseos por las siguientes causas:

– Cuando entiende que no son adecuados o propios de mí/sí.

– Cuando entiende que no se van a poder cumplir o que su cumplimiento real sería negativo por alguna causa.

– Cuando entiende que está en muy mal estado y que, por tanto, hay cuestiones que son prioritarias. La negatividad invade y anula las energías del foco energía, también de los deseos.

– O por un concepto erróneo aprendido: “No ha de haber deseos”.

Habitualmente, el origen de estos mecanismos (especialmente en los dos primeros casos) habrá que buscarla en un aprendizaje producido a lo largo de la infancia y adolescencia.

En este apartado, especial atención a la actitud que mantiene nuestra mente ante los deseos-rechazos y su posible cumplimiento. Hemos de cuidar que sea una actitud abierta a su expresión y no determinada sobre su plasmación. Dicho de otra manera, el que nos abramos totalmente a la expresión de nuestros deseos profundos no quiere decir que nos obliguemos a su cumplimiento-satisfacción de manera automática. Eso ya se verá y dependerá de muchos factores y circunstancias que habrán de ser gestionadas.

Un buen ejercitamiento para esto puede ser, en relajación-meditación, conectar libremente con el deseo profundo de nuestrx Niñx Interior. Sin que interfiera el hecho de si pueden ser realizados o no, o de si son correctos o no, o de si es “bueno” tenerlos o no. En una segunda fase, una vez que esos deseos-impulsos se hayan identificado y normalizado, se podrá mirar si responden a una necesidad real de desarrollo y bienestar o responden a otras causas.

Una vez que están, podemos empezar a atender y comprender al “YO” (Infantil/profundo) del que emanan esos deseos y comprender por qué están ahí. Y lo hacemos acogiendo a nuestrx Niñx Interior y conectando, comprendiendo y empatizando profundamente con su estado, ése desde el que está emitiendo ese sentir. Esto es muy importante de cara a la decisión final sobre qué hacer con esos deseos, si permitirlos totalmente, graduarlos o no abrirse a su cumplimiento.

Esta decisión dependerá de muchos factores y será la persona, a cada momento, quien tome las decisiones oportunas. La condición para que la decisión sea lo más correcta que nos sea posible en ese momento y circunstancias, es una profunda apertura y comprensión de lo que está ocurriendo.

También hemos de aprender a distinguir deseos instrumentales (Ej. quiero comprarme tal cosa… porque eso producirá en mi mente un estado-energías que quiero y además alejará el malestar), de los deseos base, digamos “naturales” o propios y necesarios para el desarrollo de la persona: Deseo de ser yo, de vivir la vida con la suficiente autenticidad e intensidad vital, de…..

No obstante, el hecho de que un deseo sea puramente instrumental, no significa que hayamos de rechazar su cumplimiento. La clave, como siempre, está en hacer las cosas con plena conciencia. En cualquier caso, con este tipo de deseos siempre es conveniente hacer el ejercicio de situarnos, imaginariamente, en su cumplimiento y poder observar así, qué energías se generarían en tal situación: eso es, precisamente, lo que está buscando nuestra mente.

Os deseo que la lectura de estos texto sobre el sistema de deseos y rechazos os haya ayudado en algo. Os deseo bienestar y crecimiento, al igual que deseo para mí, con total ecuanimidad y reciprocidad. Y lo hago desde un sentir profundo, acogido en mí, siendo profundamente yo, un yo que no separa, que no está atrapado en una maraña de ideas y que, por tanto, no me hace creerme el centro o más o menos importante que nada ni nadie.

Que os llenéis de confianza y amor.

Gestionando el sistema de deseos y rechazos (1). Identificación y objetivos.

Los deseos y rechazos son impulsos energéticos que nos motivan y movilizan hacia algo, respondiendo a unas causas profundas que habremos de buscar en algunas carencias o necesidades, ya sean naturales o construidas.

Los construidos se producen a partir de la proyección que hace nuestra mente: a partir de la construcción de una idea sobre lo que un objeto nos puede aportar o quitar. Para identificarlos bien nos podemos preguntar ¿Qué consigue mi mente, qué situación se produce, si se cumple este deseo o rechazo?

Además, estos deseos-rechazos construidos pueden surgir bien del Inconsciente o bien del Consciente. Y, a menudo, habrá mezcla de ambas zonas de la mente. Y, también a menudo, los que surjan del Inconsciente serán contradictorios con los que provengan del Consciente.

¿Cómo distinguir unos de otros?

Habitualmente, los deseos Conscientes responden a estructuras mentales construidas por el Consciente y, a poco que miremos, podremos distinguir cómo surgen y su evolución. No hemos de profundizar pues todo se ha producido a nivel consciente. Responden a múltiples causas pero, generalmente, la mente deseará todo aquello que entiende que le va a acercar al Yo-Ideal y le reportará bienestar y seguridad mientras que tenderá a rechazar todo aquello que crea que le acercará al Yo-Idea y le producirá malestar.

Los deseos que surgen del Inconsciente responden también a carencias y a Ideas Aceptadas/Creencias. Pero dado que estas estructuras son diferentes a las conscientes, los deseos y rechazos también lo serán. Habitualmente, y esto es así hasta que hayamos adquirido un determinado nivel de capacidad de gestión de nuestra mente, los percibiremos como algo que nos viene, que nos llega. Su génesis no está directamente al alcance de nuestra mirada observadora.

También responderán al juego establecido entre Yo-Idea y Yo-Ideal, pero sin los matices y correcciones hechas por el “bienpensante” y correcto Consciente. Serán más primarios, más extremos, responderán más directamente a lo que llamamos instinto de supervivencia, a mecanismos adictivos hacia energías de placer o a rechazos del malestar, etc. Blay los denomina “los deseos profundos” y nos propone conocerlos bien para poder identificar adecuadamente el Yo-Ideal que ha generado nuestra mente. Desde ahí, le damos la vuelta y obtendremos nuestro Yo-Idea. Es una metodología muy eficiente para avanzar en nuestra comprensión.

Los objetivos y líneas de trabajo

Los objetivos que nos podemos marcar para que guíen nuestra intervención con el sistema de deseos y rechazos han de estar impregnados de los planteamientos anteriores. Daremos muchas vueltas y vaivenes, tendremos altibajos, momentos de gran lucidez y energía y otros de desubicación, desánimo y cansancio. Pero si mantenemos la visión global a través de unos objetivos bien especificados y asentados, tendremos siempre una guía, un mapa qué seguir en nuestro camino.

El objetivo general de nuestra intervención lo podríamos enunciar de la siguiente manera:

Quiero promover un cambio en el funcionamiento del sistema de deseos y rechazos de mi mente, de tal manera que pase de la actual situación, en la que responden a las estructuras mentales construidas por la mente, conocidas como Yo-Idea, Yo-Ideal y Personaje y lo hacen de una manera alterada y alteradora y habitualmente de manera ansiosa o deprimida, a otra situación en la que los deseos y rechazos respondan a una actividad sana de mi mente, consciente e integrada, y lo hagan funcionando de una manera serena, contribuyendo a mi natural fluir de energías, incidiendo positivamente en mi Estado de Ánimo y siendo factor de crecimiento y bienestar.

Dicho de otra manera expresada desde el punto de vista de los diferentes niveles del sentir en el que nos podemos mover, queremos promover un cambio en el que los deseos y rechazos pasen de ser una emoción reactiva, semi-inconsciente y adictiva a un sentimiento profundo, estable y sereno proveedor de bienestar y crecimiento.

Este objetivo, que en sí mismo significa o implica un profundo cambio en el funcionamiento de mi mente, es demasiado amplio como para que sea operativo en la práctica del día a día. Por ello, lo concretamos en líneas de trabajo que se acompañan de algunas preguntas que nos puedan servir como guías concretas. Pueden ser:

1.- Hacer una observación mantenida del sistema de deseos, con el objetivo de comprender en profundidad cómo está funcionando, sus causas y sus efectos. ¿Por qué, para qué y cómo está haciendo esto mi mente? ¿Qué están compensando?

Aprovechamos esta observación para profundizar en el conocimiento del sistema de juicios, causas inmediatas de la emisión de deseos y rechazos. También para comprender y conectar mejor con el estado desde el que mi mente, tanto la Consciente como la Inconsciente, emite esos juicios y los posteriores deseos y rechazos. ¿Qué carencias, Ideas Aceptadas/Creencias, Hábitos, etc. están provocando la emisión de estos deseos o rechazos?

2.- Favorecer la actitud adecuada (PACÁ) en mi relación con este sistema. Aprendiendo a recibir con total apertura su actividad y a situarla en sus justos y razonables términos. ¿Cómo estoy gestionando hasta el momento este sistema? ¿Desde qué visión y actitud? ¿Cómo responde mi mente a los deseos y rechazos? ¿Cuál es la forma adecuada de hacerlo?

3.- Favorecer la maduración del sistema mediante la ampliación de la consciencia, posición y visión del mismo y aumentando la comprensión de las consecuencias que tiene el mantener la actual situación. ¿Qué quiere conseguir mi mente? ¿Qué cree que ocurrirá? ¿A dónde me lleva seguir los deseos emitidos por mi mente, en la actual situación? ¿Y después de obtener esas energías, qué realidad se abre? ¿Qué ocurrirá en realidad?

Permitiremos que la experiencia en la gestión diaria de los deseos y las evidencias que van apareciendo a partir de la toma de conciencia (observación) y de una gestión adecuada, vayan modulando el sistema, transformándolo hacia el objetivo final que nos hemos marcado.

Los rechazos

Cuando el resultado del juicio que se produce tras el hecho o situación y que antecede a la reacción, resulta negativo, se produce el impulso energético que conocemos como rechazo. Recordemos que el hecho inicial puede ser externo o interno, es decir, una actividad de nuestra mente.

Ambos, deseo y rechazo, forman parte del mismo sistema y solo se diferencian en la dirección en la que nos lleva ese impulso energético. Así pues, los rechazos tienen la misma naturaleza que los deseos.

En su observación habremos de tener en cuenta una cuestión previa; es perfectamente compatible que ante una misma situación, nuestra mente emita a la vez deseos y rechazos. Deseará algunas de las energías que entiende que se pueden producir y rechazará otras energías que cree que también se puedan dar. Como siempre, no rechazamos las contradicciones en nuestra mente, sino que las aprovechamos para profundizar más en la observación.

Al igual que los primeros, en los rechazos podemos hacer una distinción entre los naturales y los construidos.

Los rechazos naturales van desde esa sensación cuando nos alimentamos, que llamamos saciedad, hasta lo que llamamos cansancio o agotamiento que nos lleva a rechazar más actividad, ya sea física o psicológica. Aunque, como siempre, no podemos olvidar que, incluso en este nivel más primario y natural, también están influyendo las construcciones mentales.

Los rechazos construidos provienen, normalmente, de experiencias previas que nos produjeron algún tipo de malestar. Se produce un aprendizaje y nuestra mente generará una actitud negativa y rechazará que eso se vuelva a producir. A veces, la mente asocia situaciones que le recuerdan en algo a una anterior y emite un rechazo. De esto se deduce que el rechazo también tiene la capacidad de activar o determinar nuestro afrontamiento hacia el futuro.

Estos aprendizajes y asignaciones de la mente son muy variables de unas personas a otras. Al igual que ocurre con los deseos, habrá mentes que rechacen situaciones de mucha intensidad, alteración, estrés, novedad o cambios. Y habrá otras mentes que, sobre todo, lo que rechacen sean las situaciones cotidianas, anodinas, habituales, controladas, sin grandes novedades ni intensidades.

Esto nos lleva, como tantas otras veces, a mirar el sistema Bienestar/Malestar para comprender cómo funciona en nuestro caso concreto. ¿Qué es objeto de Bienestar o Malestar para mi mente y por qué. Nuestro trabajo consistirá en observar todo esto desde una actitud adecuada y preguntarnos, como siempre, por qué y para qué hace mi mente esto… Y desde qué posición o visión lo hace.

En general, haremos esta observación sabiendo que las mentes huyen de todo lo que les acerque a la construcción mental negativa y limitante que llamamos Yo-Idea y quieren acercarse a la construcción mental que llamamos Yo-ideal.

Los rechazos, al igual que los deseos, fomentan la construcción de escenarios mentales que influyen en nuestra visión de la realidad y en el sistema de referentes que maneja nuestra mente. A menudo, por ejemplo, situaciones que generan malestar en el Inconsciente, cuando no están bien identificadas, provocan que el Consciente haga una construcción mental para darle un soporte lógico y coherencia al sentir que proviene del Inconsciente.

Un ejemplo de esto puede ser una situación que se da bastante a menudo:

Ocurre un hecho, aparentemente insignificante con una persona, por ejemplo, con un señor que nos cruzamos habitualmente por la calle pero al que, en realidad, no conocemos de nada. No hablamos de una acción por parte de esa persona, no necesariamente. Quizás haya sido un pequeñísimo detalle originado por un despiste propio.

Pero este hecho puede producir una alteración que, si no es identificada, puede ir creciendo y generar un malestar en nuestro inconsciente. Este malestar, no identificado, será recibido por el consciente y lo que sí notará es que aumenta cuando se produce un encuentro o interacción con esta persona o se activa la idea de ella dentro de mi mente.

A partir de ahí, y bajo este paraguas de inconsciencia, el Consciente intentará dar un soporte lógico a nuestro malestar. Y no es extraño que nuestra mente acabe asignando alguna cualidad negativa a esa persona… A la que, por cierto, recordemos que apenas si conocemos de vista.

Sirva este ejemplo para que comprendamos lo importante que es “darse cuenta”, es decir, comprender e identificar bien lo que está ocurriendo en nuestra mente pues, de lo contrario, nos llevará por caminos indeseados y llenos de baches.