Gestionando el sistema de juicios (1). ¿Existe la objetividad?

En el texto anterior se ha definido la existencia, en nuestra mente, de un sistema encargado de la emisión de juicios y valoraciones. Hemos visto la necesidad de su existencia pero también la facilidad con la que ese sistema puede funcionar erróneamente. Recordemos sus elementos principales:

– El estado interno desde el que se hacen.

– Zona de la mente desde el que se realiza.

– Criterios aplicados.

– El objetivo.

– El veredicto.

– Las consecuencias.

Curiosamente, no aparece en este listado un elemento fundamental: Lo juzgado, es decir, los hechos, persona o situación objetos de juicio. Y no aparece porque, sencillamente, este elemento no forma parte de nuestro sistema de juicios. O no directamente.

El sistema último que realiza el juicio podríamos denominarlo como “aséptico” porque es una actividad mecánica en la que no interviene directamente ningún factor subjetivo, aunque sí y mucho, indirectamente. Podríamos imaginarlo como una máquina a la que le llegan diferentes productos y que elabora una masa o material. Lógicamente, dependiendo de qué productos o materias prima le lleguen a la máquina, así será la masa resultante.

Y el “producto” inicial es el objeto juzgado, que se podría definir como un objeto mental construido que elabora nuestra mente a partir de la percepción e interpretación que hace de una realidad, ya sea externa o interna.

No obstante, este elemento es tan importante que empezaremos por él, en el camino de aprender a gestionar nuestro sistema de juicios. La situación ideal sería aquella en la que nuestra percepción e interpretación dieran lugar a una reproducción en el interior de nuestra mente del objeto juzgado que fuese absolutamente fiel a la realidad de lo ocurrido o está ocurriendo. Pero esto es difícil de conseguir.

Nunca se nos puede olvidar que somos producto de una cultura determinada y unas circunstancias individuales concretas: una historia de vida-experiencias, con unas carencias específicas e individualizadas, deseos y rechazos, etc.

Desde un punto de vista evolutivo, nuestra mente no está hecha para ser objetiva en sus juicios, sino más bien, para proveernos de seguridad y bienestar. Así, pues, en principio, no es fácil que el objeto observado y juzgado sea, realmente, una fiel reproducción de la realidad. Dicho de otra manera y poniendo como ejemplo una típica de situación de conflicto con otra persona, nuestra mente tenderá a incluir distorsiones que sean favorables a nuestra posición y seguridad, asignando cualidades negativas a la otra parte o distorsionando, más o menos sutilmente, los hechos.

Con esto hemos de contar. Así pues, si queremos que nuestros juicios se acerquen a una suficiente objetividad, hemos de cuidar especialmente la observación y comprensión del objeto observado, incluyendo los factores subjetivos que están funcionando y revisando críticamente los procesos de valoración. En definitiva, la base de un sistema de juicios sano que funcione correctamente, pasa por un trabajo de revisión de todos los elementos que lo componen incluyendo, especialmente, la comprensión del objeto enjuiciado.

Podría decirse que es prácticamente imposible una objetividad absoluta, pero sí que es posible acercarnos a un nivel de objetividad suficiente como para que nuestros juicios sean precisos y contribuyan a nuestro proceso de crecimiento en vez de alejarnos de la realidad y alterarnos.

Las condiciones que hemos de cuidar para ir acercándonos a esta situación, son:

– Correcta percepción e interpretación de lo observado y que es el objeto a enjuiciar. Aplicando las revisiones y filtros correctores que sean necesarios.

– Aplicar los principios de reciprocidad, intercambiando las posiciones, y de ecuanimidad, asegurándonos que el resultado no cambia si cambian las personas. Un ejercicio muy útil suele ser sacar al Yo-mental o ego que está incluido en el objeto a enjuiciar. ¿Cómo sería esta situación si no fuese yo quien está ahí?

-Asegurar una visión global e integradora, no permitiendo que la mente se cierre.

– Asegurar que todos los elementos o fases del juicio funcionan lo más correctamente posible. Incluyendo también las consecuencias que provoca.

Con respecto a este último elemento indicar que, en principio y con un funcionamiento sano, los juicios y valoraciones nos aportan un necesario posicionamiento y visión ante las personas, el mundo y la vida en sí.

Pero, con una enorme facilidad, en la práctica lo que están haciendo es marcar una distancia. Una posición de Yo ante el resto, ante lo exterior. Es una frontera dura y artificial que favorece el aislamiento, la dualidad. Los juicios no bien emitidos favorecen un reforzamiento del yo mental, ese que está construido a base de ideas, aportan una falsa sensación de seguridad y/o superioridad que busca nuestra mente y que se convierte en un claro impedimento para nuestra comprensión y desarrollo.

Por su parte, los auto-juicios no emitidos correctamente nos limitan y negativizan. Cortan o dificultan nuestra conexión con las energías básicas, generan un mayor malestar y dificultan nuestro entendimiento y desarrollo.

Con respecto a las causas de los juicios o, más bien, las causas que provocan un aumento en su cantidad y dureza, cabe mencionar una ley general que establece una proporcionalidad entre mi malestar e inseguridad y la necesidad de mi mente de juzgar.

Y, por último, mencionar una cuestión muy interesante. Ya que estamos observando todo este sistema y ahondando en su conocimiento, causas y efectos, podemos aprovechar la observación de sus elementos, los criterios o modelos aplicados para comprobar si todo esto lo estamos aplicando, de alguna manera, a nuestro proceso de desarrollo y Autorrealización y, en concreto, al trabajo con el sistema de juicios.

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