Sobre lo Consciente y lo Inconsciente

Obsérvate en una conversación cualquiera… ¿Cómo funciona tu mente? Se produce un rápido intercambio de ideas, emociones, etc ¿Cómo procesa tu mente esa información? ¿Cómo se producen las Respuestas que salen de ti?

A poco que nos paremos a observar este cotidiano proceso, nos daremos cuenta de que, en realidad, no elaboramos conscientemente las Respuestas. Aparentemente, para un/a observador/a externo, las Respuestas, simplemente, salen. No se piensan cada una de ellas, no se elaboran completamente. A lo más, se les da forma o terminan de perfilar un instante antes de salir en forma de expresión hacia el exterior.

Nuestra Respuesta, al menos su fundamento, ha sido elaborada en microsegundos por una parte de nuestra mente que está más allá de la zona consciente. No es pensada conscientemente, no es elaborada utilizando mecanismos conscientes de razonamiento, sino que sale ya “precocinada” y, desde el consciente, nos limitamos a adaptarla a la situación, dándole el último “toque” de presentación.

El binomio Consciente/Inconsciente

Vamos a observar a la mente en su conjunto, en sus grandes flujos de energía.

La división que hacemos es entre Consciente e Inconsciente. Adoptamos una visión global e integral de la mente y desde ahí, observamos. Tras un periodo en el que hemos aprendido a comprender mejor a nuestra mente en cada una de sus diferentes funciones y elementos, ahora estamos en disposición de adoptar esta visión en perspectiva global (sin perder por ello los detalles, que ya nos son mucho más fáciles de percibir y comprender).

Por consciente entenderemos aquello de lo que nos damos cuenta-percibimos directamente y, en general, todo lo que no está tapado por algún tipo de rechazo. Así pues, en esta definición, se incluye también lo que no está activo pero que podemos recordar-activar directamente sin tener que indagar en nuestro inconsciente.

Llamamos inconsciente a aquella zona de la mente sobre la que no tenemos acceso directo e inmediato, es decir, sobre la que no percibimos in situ, su funcionamiento, aunque sí que recibimos el resultado de ese funcionamiento y, habitualmente, tiene tal fuerza que, en la práctica, determina el estado general de nuestra mente. La persona tiene la percepción de que “me viene” tal o cual idea, pensamiento, emoción o sensación.

Por inconsciente entenderemos, básicamente, las funciones mentales de las que no nos damos cuenta de manera directa y todos aquellos hechos del pasado que han sido significativos pero que hemos “olvidado”, apareciendo dificultades para recordarlo o activarlo en nuestra mente. Son situaciones que no pudimos asimilar y gestionar adecuadamente en el momento en que se produjeron y, por tanto, como un acto defensivo, las rechazamos y “tapamos” en el inconsciente.

Por último, es necesario señalar que tanto consciente como inconsciente tienen la capacidad de devolvernos una sensación de yo (con el tiempo nos daremos cuenta de que, en realidad, hay más de una). Cuando la disfunción entre uno y otro es elevada, aumenta la sensación interna de dualidad, de contar con dos “yoes” que, a menudo, entran en conflicto entre sí.

El yo proveniente del Consciente responde a lo que sí hemos ido admitiendo y pudiendo gestionar en nuestra vida. Se nutre de las ideas que hemos ido aceptando (recordad que estas ideas son siempre producto de un juicio) sobre nosotros/as a lo largo de nuestra historia de vida en sus aspectos más relacionados con un yo-ideal y un yo-idea, tamizados (se les ha aplicado el “sentido común” en una persona adulta y que, por tanto, no admite las profundidades reales que se han guardado en el inconsciente). Este yo responde a las expectativas ajenas que hemos podido asumir y a nuestras características personales igualmente asumidas. Nos identificamos, pues, con nuestra mente consciente, lo que dicho en términos de Blay, pudiéramos llamar el personaje-ego.

El yo proveniente del Inconsciente funciona exactamente igual pero con la diferencia que se nutre de nuestra historia de vida inconsciente y, por tanto, el yo-idea y el yo-ideal en los que se basa son extremos, sin paliativos. Además, por su propia condición de inconsciente, es una sensación de yo que no ha evolucionado, sino que sigue anclada en aquella criatura que vivió los hechos. Recordad que, para gestionar adecuadamente esta parte de nuestra mente, hemos de utilizar conjuntamente la comprensión (inteligencia) y la afectividad (amor) como herramientas principales, sin olvidar, claro está, la gestión de la energía vital-fuerza.

En este punto, cabe indicar que todo recuerdo incluye tres elementos: los hechos en sí, la asociación emocional que conllevan y, por último, una sensación de yo que, en el caso del inconsciente, sigue intacta con respecto al momento y circunstancias en que se formó.

Interacción entre Consciente e Inconsciente

La relación natural en una mente sana, entre Consciente e Inconsciente, es que sean zonas totalmente permeables la una con la otra. En esta situación, ambas interactúan, intercambiando información y energías y se van retroalimentando mutuamente.

Lamentablemente, en nuestra sociedad, por desconocimiento, la gestión que hemos hecho de nuestra mente nos lleva a que en la mayoría de los casos, la situación sea bastante diferente. Ha habido rechazos y culpabilizaciones desde el Consciente y un intento de que esa parte de nuestra mente no esté ¡Imposible!

En esta situación de dualidad artificial en la que vivimos, la principal característica que hemos de conocer y tener en cuenta es que, por lo general, quien establece el estado de nuestra mente es el Inconsciente, mientras que el Consciente, en realidad, se limita a gestionar lo que ya le viene dado. Aunque bien es cierto que este último, con los años, ha adquirido habilidades para usar las diferentes herramientas y funciones mentales con el objetivo de cambiar esos estados que determina el primero: tapando, compensando con generación de nuevos escenarios y energías, etc.

Conforme vamos avanzando en nuestro trabajo de Autorrealización, esta situación va cambiando y, cada vez más, desde el nivel Consciente tenemos capacidad de determinar nuestros estados.

Sobre nuestro Consciente podemos decidir, es decir, atiende a nuestra voluntad, aunque esto está muy determinado por el nivel de conflicto entre C/I, pues si es elevado, las interferencias del Inconsciente nos harán muy difícil llevar a cabo esas decisiones. Sin embargo, el Consciente pierde esta capacidad cuando de lo que se trata es de gestionar la parte Inconsciente. No podemos decidir sobre nuestro Inconsciente, simplemente, podemos ir comprendiéndolo cada vez más e ir haciendo un trabajo paulatino de reeducación y sanación del mismo.

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