Las nociones de Yo. Una correcta comprensión

Comprender suele ser la llave que nos abre las puertas, aparentemente infranqueables, del desarrollo y liberación con respecto a nuestra mente condicionada. Comprender nos abre a la verdad y la verdad es lo que nos permite un óptimo desarrollo y nos hace libres.

Pero la realidad no es siempre intuitiva. Para una persona sin el suficiente conocimiento, la observación del recorrido que hace el sol cada día le puede llevar a la conclusión de que ese disco de fuego gira alrededor del punto en que se encuentra. La desidentificación con respecto a las nociones de Yo que emite nuestra mente, que hemos de ir haciendo a lo largo de nuestro proceso de Autorrealización, es similar a la que ha hecho el ser humano con respecto al geocentrismo o creencia de que la tierra era el centro del universo.

Nuestro cerebro tiene la capacidad de producir, aparentemente, varias nociones de Yo. Éstas van sucediéndose, de manera natural, a lo largo de nuestros primeros 20 años de vida y debido a falta de conocimiento, es decir, a la incomprensión de lo que realmente está pasando, ese proceso no es suficientemente aprovechado para nuestro crecimiento. Más bien, y debido al intento de mantener un Yo único, sólido y diferenciado, gestionamos este proceso desde el rechazo y la culpabilización.

Cada una de las nociones de yo que se emiten en nuestro cerebro-mente lo hacen, a su nivel, desde una concepción o visión de lo que es un ser humano, culturalmente inducida. Dicho de otra manera, la idea que tenemos de lo que somos, determina la interpretación que hacemos de lo que percibimos interna y externamente. Lamentablemente, nos ha tocado vivir en una sociedad y en una época, en la que aún hemos comprendido muy poco de lo que realmente somos.

Y ocurre a pesar de haber recibido claros mensajes, desde hace miles de años, del enorme error que esto significa. Pero lo cierto es que la cultura predominante en la que hemos nacido determina que se dé una mirada excluyente, diferenciadora, a veces negadora y hasta culpabilizante de unas nociones de yo hacia otras. Y esto, como bien nos informan desde las tradiciones milenarias orientales, es origen de mucho sufrimiento.

¿Cuándo se forma una noción de Yo diferenciada y qué aporta a la mente?

La existencia de una noción de Yo favorece la consolidación de un sistema de referencias que sitúa a la persona ante sí misma y el exterior. Favorece la generación de una individualidad, diferenciada con respecto al resto, a la que proteger y priorizar. Para ello, los diferentes sistemas mentales se coordinan y emiten sus respuestas en función de la supervivencia y el desarrollo de ese Yo. Así pues, es una gran herramienta que provee de un mayor éxito evolutivo.

Podemos decir que existe una noción de Yo diferenciada, cuando se producen las siguientes circunstancias en nuestra mente:

– Percepción e interpretación de la presencia del “sí mismx” diferenciado, que se percibe como algo distinto a lo que no es Yo.

– Existencia de un entramado específico de ideas o creencias, que conllevan la autoasignación de características y cualidades. También se dan sobre el No-Yo o exterior.

– Cuando podemos identificar una posición y un estado desde el que se reciben las cosas y se interpretan y desde el que se emiten respuestas, que ya suelen ir dirigidas a proteger a ese Yo.

¿Cuántas veces ocurre esto a lo largo de nuestra vida?

La respuesta a esta pregunta no puede ser única. La variabilidad entre los seres humanos es inmensa y, además, como hemos mencionado antes, en estos procesos también influye enormemente la cultura en la que se esté desarrollando una mente concreta. Por si esto fuera poco, la frontera entre una noción de Yo y la siguiente, es bastante difusa. No hay un momento único, un día, en que se produce el cambio madurativo. Son procesos que duran años y, por tanto, muchas de nuestras experiencias responde a diferentes combinaciones de nociones de Yo.

Algunas de las nociones de Yo aparecen como producto o consecuencia directa de nuestro crecimiento orgánico, del desarrollo de nuestro cerebro a lo largo de la vida. Y éstas sí suelen ser más comunes.

Podemos establecer las siguientes etapas vitales como propiciatorias para la aparición de este hecho; la que va desde el nacimiento a los 2 años aproximadamente (recordemos que un ser humano con esta edad ya está considerado el animal más inteligente sobre la tierra), la que transcurre desde este momento hasta los 9 años aproximadamente y la que va desde esta edad hasta que se completa el desarrollo de nuestro cerebro, a los 20 años, también aproximadamente.

A partir de aquí, nuestro desarrollo mental, lo que entendemos por maduración de la persona, un largo proceso que, en realidad, dura toda la vida y que conlleva una ampliación del conocimiento y una resituación de los referentes internos, también puede, pero solo puede, provocar cambios significativos en este escenario, favoreciendo por ejemplo, la aparición de lo que aquí conocemos como Yo-experiencia. Que, a su vez, es la puerta de entrada, como indica Blay, a nuestro Yo-Central.

El comienzo del trabajo a realizar

Lo primero que hay que hacer es identificar todo esto en unx mismx. Como siempre, el trabajo empezará por hacer una observación mantenida del objeto a comprender y hacerlo adoptando la actitud adecuada: Paciencia, Aceptación, Confianza y Acogida amorosa.

Como ayuda para este proceso inicial de apertura, conexión y comprensión, se presentan aquí unas lineas generales de las características más comunes que suelen presentar los tres niveles de nociones de Yo, antes mencionados.

En un momento de relajación, quizás de meditación, imagínate, vivénciate en cada una de estas etapas. Ábrete y acoge a ese Yo que aparece ahí.

– De 0 a 2 años: Nuestros primeros meses de vida. La mayoría de las funciones mentales ya están presentes pero en estado poco desarrollado, muy limitado. La comprensión, los deseos y rechazos, el sistema de juicios, los sentires (emociones, sentimientos y sensaciones), los vínculos… Está todo, pero su funcionamiento es embrionario, muy directo, sin apenas proyecciones. El placer y el malestar también funcionan así.

Imperan lo que denominamos instintos de supervivencia (comer, beber, protección, sexualidad) y una gran curiosidad impulsora de nuestro desarrollo.

La criatura aún no ha adquirido ninguna capacidad de cuestionamiento de lo que recibe. En este sentido, podemos asimilarlo al comportamiento de un mamífero medio, como puede ser nuestro perro.

Sí aparecerán los primeros auto-juicios. También directos: ¿Tengo fuerza? ¿Soy capaz? ¿Puedo?

– De 2 a 9 años, aproximadamente: Todas las funciones y capacidades se van complejizando: la comprensión, los sentires, los deseos y rechazos, los juicios… Aparecen nuevas capacidades, como la empatía, el juego, la creatividad, la proyección hacia el futuro, etc.

En este ambiente más complejo, la percepción de carencias energéticas provoca la elaboración de todo un sistema de ideas-creencias sobre sí y sobre las demás personas. También sobre la vida. Aparecen los primeros autojuicios complejos: ¿Valgo? ¿Soy suficiente para que me quieran y acepten? ¿Qué soy? ¿Qué puedo hacer, ser, sentir?

Es la etapa en que se elaboran el Yo-Idea (conjunto de asignaciones negativas y limitantes) y el Yo-Ideal (conjunto de ideas sobre lo que voy a hacer, ser y sentir en el futuro, de manera que supere o aleje al Yo-Idea). Empieza a aparecer el cómo va a intentar hacer todo esto la mente, es decir, el Personaje.

– De 10 a 20 años aproximadamente: En esta etapa se completa la maduración de nuestro cerebro. En su final, ya están disponibles todas las funciones y capacidades mentales. La persona es capaz de adquirir conocimientos muy complejos y de crear nuevas realidades igualmente complejas. Lo mismo ha ocurrido con nuestra capacidad de sentir.

También hay un pasado, es decir, ya hay una experiencia de vida acumulada, que es interpretada. Habitualmente el Yo-Idea y el Yo-Ideal se han ido reforzando, y por tanto, también el Personaje.

La mente se ve a sí misma especial y con toda una vida por delante. Esto apacigua la angustia vital, que ya ha aparecido: la incertidumbre y el vacío ante la conciencia de la propia finitud.

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