Las alteraciones del sueño son muy habituales y sus causas pueden ser muy variadas. En estos días de confinamiento y más conforme se va prolongando la situación, cada vez más personas manifiestan padecerlas.
¿Qué podemos hacer? ¿Cómo gestionamos nuestras alteraciones del sueño?
Gestionar esta situación nos exige, en primer lugar, separar bien las causas y mecanismos que producen esa alteración de las Respuestas que ha dado mi mente ante esa situación, es decir, de la gestión que estoy haciendo de la misma.
Como siempre, lo primero que se impone es observar para comprender a fondo lo que está ocurriendo. Por supuesto, observar desde la actitud adecuada (PACÁ).
Esto nos permitirá, en primer lugar, hacer la distinción mencionada. Una observación adecuada nos aportará la información necesaria para comprender qué es lo que ha originado inicialmente la alteración en nuestro sueño. A modo general, se indican algunas posibles:
– La alteración en el aspecto físico, producida por la situación que estamos viviendo: confinamiento con la consecuente imposibilidad de realizar actividades en el exterior y, por tanto, de facilitar un natural fluir de nuestras energías.
– La situación de incertidumbre, la inseguridad ante un porvernir incierto.
– Las situaciones de convivencia mantenida durante largo tiempo o de soledad mantenida largo tiempo, bajo los dos factores anteriores.
– La dificultad para vivir una situación cotidiana que puede ser excesivamente repetitiva y carente de novedades.
– Los malos hábitos adquiridos: alteraciones en la alimentación, exceso de estímulos a través de las pantallas, horarios u otros malos hábitos, etc.
Observaremos nuestra vida cotidiana y nuestro fluir energético, incluyendo el fluir del Estado de Ánimo. Todo ello para ir identificando qué factores están favoreciendo la situación de alteración interna (suele ser de aumento de la tensión-ansiedad, inquietud, desencaje, inseguridades-miedos, etc.).
La intervención sobre estos factores ha de hacerse, una vez los hayamos identificado, aplicando los principios generales de intervención y teniendo muy en cuenta qué efectos secundarios pudiera causar. Por ejemplo, si hemos adquirido un hábito que hemos identificado como un factor del aumento de la alteración en el sueño, antes de cambiarlo radicalmente, hemos de contemplar también qué función estaba cumpliendo en nuestro fluir de energías. Seguramente habremos de cambiarlo de todos modos, pero sabiendo qué interacciones están funcionando y, por tanto, cuáles serán las previsibles consecuencias de esa intervención.
Pero, más allá de la intervención con las causas objetivas de la alteración del sueño, hemos de revisar sistemáticamente y, en su caso, cambiar, la Respuesta que ha tenido nuestra mente ante esa alteración del sueño.
Por ejemplo, nos podemos preguntar si mantenemos la actitud adecuada en los momentos clave, cuando nos despertamos a horas inapropiadas o no podemos conciliar el sueño cuando se supone que toca.
También habremos de preguntarnos cuál es la actividad de la mente en ese momento, especialmente, de los pensamientos y los subsiguientes escenarios mentales que genera en esta situación.
Y, por último, preguntarnos si estamos usando las herramientas básicas como son la respiración consciente y la relajación, para ayudarnos a gestionar una respuesta adecuada.
Así pues, acometemos estas situaciones desde un PACÁ bien asentado. Una especial atención a la impaciencia y al deseo ansioso por dormirnos. Producen mucha alteración y son la mejor manera de no conciliar el sueño. Hay que tener en cuenta que la mente ya está en una situación de elevada alteración y, en estas circunstancias, cualquier energía alteradora potencia su capacidad de afectarnos.
Además, haremos una gestión de los pensamientos que, en este caso, sí que habrá de ser estricta. Pero la ocasión lo justifica y merece. Para ello, evitaremos en la medida de lo posible los hilos de pensamiento y las Ideas Aceptadas que nos alteren. La más típica es “mañana no voy a estar bien, voy a estar cansadx. Necesito dormirme ya”. En cuanto a los hilos de pensamiento, lo más habitual es que nuestra mente se vaya a intentar arreglar lo que nos altera o está pendiente por hacer.
Ante toda esta actividad inapropiada de nuestra mente, nos situamos y le decimos: “Ahora no es el momento de pensar en nada, ni de intentar resolver ningún problema o cuestión de mi vida, ahora es el momento de relajarme y descansar. Es necesario esto para poder estar bien y acometer las tareas o problemas, adecuadamente”. Y volvemos a la respiración consciente y nos acogemos.
También podemos aplicar ideas que nos ayuden en esta línea, como por ejemplo: “Descansar no es, necesariamente, dormir. Puedo descansar, simplemente, respirando conscientemente, relajándome y estando a gusto en mí. Eso vale”. Y me acomodo en mí.
Como siempre, la efectividad de nuestras intervenciones de gestión de nuestra mente dependerá de muchos factores, pero hay uno que siempre está presente: el ejercitamiento que hayamos realizado previamente, es decir, si la situación nos pilla entrenadxs o no.
Que descanséis bien.