Junto con el de los juicios, el sistema de emisión de deseos y rechazos, es quizás el más primario y el que más nos determina en nuestro devenir diario.
Imaginemos los primeros seres vivos hace cientos de millones de años. Algunos desarrollaron sistemas de detección externa de alimentos y/o de peligros. Son los primeros albores de lo que conocemos como inteligencia.
Esta primaria acción ya conllevaba el funcionamiento de los dos sistemas mentales referidos: un juicio para discernir qué se puede comer y qué no y también para distinguir qué es peligroso de lo que no (básicamente qué me puede comer a mí y qué me puedo comer yo) y un sistema de deseo o rechazo como reacción a ese juicio, para acercarme o alejarme de dicho ser u objeto.
Millones de años de evolución han complejizado estos sistemas hasta niveles extraordinarios, como en el caso del ser humano. Pero, básicamente, siguen haciendo lo mismo y sirven para lo mismo. Para favorecer mi superviviencia y, si es posible, darme una ventaja competitiva que me permita sobrevivir más y mejor que el resto.
De este esquema se deduce, además, que el deseo o rechazo es la reacción posterior a un juicio o valoración. Y así es. Cuando sentimos alguna de estas dos emociones es porque nuestra mente ha emitido un juicio sobre ese objeto y ha dictaminado si acercarnos o alejarnos de él.
Y sí, son emociones. Cumplen perfectamente la denominación de emoción: la emisión de una energía que tiene por objetivo la comunicación de un mensaje-información, por parte de la parte de la mente desde la que se está emitiendo el juicio, al resto; la que tiene capacidad de actuar en consecuencia.
Hace millones de años, el sistema funcionaba en base a informaciones directas de la realidad exterior, como por ejemplo, la emisión de determinados componentes químicos que eran detectados por el ser vivo y que, dependiendo de las sensaciones a partir de las reacciones químicas internas que se produjeran, así sería el veredicto del juicio. La reacción de deseo o rechazo era directa a partir de esos criterios y resultados.
Pero el ser humano ha evolucionado con respecto a esa situación. Aún seguimos utilizando las sensaciones físicas, producidas por elementos químicos u otros factores. Pero también utilizamos otros muchos medios o vías para la emisión del juicio. Y, principalmente, en esta sociedad de desconexión de lo natural, nuestros juicios se basan ahora en el mundo construido de las ideas, que como mucho, son una burda reproducción interna y virtual, un reflejo sólo aproximado, de la realidad.
Así, a menudo ya no deseamos directamente alimentarnos y cubrir nuestras necesidades de proteínas, vitaminas, etc., sino que ahora nos “apetece” comer y hacerlo en tal o cual lugar, con tales o cuales alimentos extremadamente elaborados, etc., etc.
Y, más allá de eso, nuestras mentes han construido todo un mundo virtual paralelo que tiene capacidad para marcar nuestros juicios y, por tanto, nuestros deseos o rechazos. Volviendo al ejemplo de la partida de ajedrez, si nuestra mente se ha proyectado sobre ese tema y cree que vale más o menos según los resultados en ese juego, o cree que estará más integrada, aceptada, admirada, querida… Y por tanto, más segura según los resultados de mis partidas de ajedrez, entonces generará todo un conjunto de deseos y rechazos en la medida que crea que me acerco al ideal de ser el/la mejor jugadxr de ajedrez del mundo o me acerco al Yo-Idea de que, en el fondo, no valgo tanto como las otras personas.
Podemos establecer una clasificación para ayudarnos en la observación y comprensión. Nos ayudará tanto en la comprensión de nuestro sistema de deseos y rechazos, como del anterior de juicios, como de la situación de carencias energéticas que podamos estar sufriendo, como finalmente, de la estructura de ideas que haya generado nuestra mente: Yo-Idea, Yo-Ideal y Personaje, según Blay.
De las numerosas que podemos encontrarnos, quizás, la más famosa es la establecida por Abraham Maslow en su pirámide de las necesidades humanas (aunque él nunca las presentó como tal figura geométrica). Son por orden: fisiológicas, seguridad, afiliación o pertenencia, reconocimiento y autorrealización.
Estas clasificaciones siempre son muy problemáticas , dado que a menudo, se mezclan e interactúan las carencias y necesidades naturales con los objetos construidos por la mente. Y no podemos obviar este hecho. Para ello, necesitamos contar con una clasificación básica que tenga en cuenta la interacción entre lo natural o primario y lo construido mentalmente.
Puede ser:
– Necesidades o carencias fisiológicas primarias: comer, beber, dormir, actuar, descansar, resguardarse del frío o del calor y de peligros físicos inmediatos, etc.
– Necesidades o carencias de energías básicas: las tres más básicas son Consideración, Confianza y Cariño o Amor. Esto da lugar a las sensaciones de validación, integración, seguridad vital y afectiva, etc.
– Necesidad de desarrollo y crecimiento: Tienen mucho que ver con las sensaciones de aprovechamiento de la vida, del tiempo y de aportación a la sociedad. Dar sentido a nuestra existencia.
– Necesidades construidas, propias del Personaje, es decir, del Yo-mental construido a base de ideas. Van dirigidas a conseguir los objetos que la mente ha construido e identificado, a partir de la huida del Yo-Idea y de la búsqueda ansiosa del Yo-Ideal. Algunas pueden ser: necesidad de sentirme atractivx o de poseer tal o cual objeto, de tener éxito y conseguir admiración, estatus, poder, dinero, etc.
(En algunos textos podréis encontrar la diferenciación entre necesidad, referido a las tres primeras categorías, y deseo, referido a la última. No es el caso de este texto pero es bueno tenerlo en cuenta).
Esta clasificación hay que entenderla como dinámica y no como compartimentos estancos. Interactúan entre sí y todas, incluso las más básicas, estarán influidas por factores mentales. Tal es la situación que, a menudo, a las personas les cuesta identificar sus carencias y necesidades básicas y distinguirlas de las construidas.
Y este juego virtual, como bien dice Blay, es el guion oculto de nuestra vida. Y todo se basa en el funcionamiento erróneo de estos dos sistemas mentales, el de juicios y el de la generación de deseos-rechazos. Bueno, en esto y, sobre todo, en la identificación que ha hecho nuestra mente con respecto a ese mundo virtual interno generado por ella misma. El mundo de La Caverna, que ya describió Platón.