Gestionando nuestro Estado de Ánimo (1). De la Reacción inconsciente a la Gestión consciente.

Abordamos hoy cómo podemos gestionar más adecuadamente nuestro estado de ánimo. Lo haremos aplicando el conocimiento y las herramientas que tenemos. En realidad, lo explicado aquí nos servirá como modelo sobre cómo gestionar nuestra mente. Como siempre, bajo un principio de mínima intervención necesaria.

Este principio lo aplicaremos a todo el trabajo pero, especialmente, a la hora de intervenir “quirúrgicamente” cortando o tapando alguna expresión o mecanismo, también cuando hagamos un trabajo de generación y movilización de energías. Pero no tanto para la observación, con la que el mayor cuidado que hemos de tener es, más bien, no entrar en obsesión por comprender, pues esto genera una tensión interna e impaciencia que nos dificultará el trabajo.

Habitualmente, y hasta que vamos adquiriendo un nivel de consciencia suficiente, la mente ha intentado cambiar los estados energéticos echado mano de objetos (externos o internos) que, presupone, le aportarán determinadas energías, más positivas y agradables. Por ejemplo, pensamientos que generen escenarios mentales agradables o, en lo externo, irnos de compras para compensar un bajón de energía. Otras veces, la gestión se ha dirigido a cortar o tapar situaciones externas o actividades de la mente que generasen un decaimiento de ese estado.

La mente, en su escasa comprensión del funcionamiento y composición de nuestro estado de ánimo, ha echado mano de lo más externo o superficial, lo que la ha obligado a intervenciones excesivas y/o contraproducentes.

Como en casi todos los casos, lo primero que hay que hacer para la gestión de nuestro estado de ánimo es comprenderlo bien, aplicando el conocimiento general que ya tenemos y la observación sistemática del funcionamiento concreto en nuestro caso. Habrá de ser una observación mantenida en el tiempo, con lo cual, se irá produciendo un paulatino proceso de comprensión cada vez más profunda y concreta a la vez que referenciado en la globalidad y también de desidentificación con respecto a lo observado.

Junto a la observación, será clave mantener la actitud adecuada. El PACÁ.

Aplicadas, en concreto, a nuestro estado de ánimo, estas dos herramientas nos permitirán iniciar un proceso de desidentificación con respecto a los estados energéticos que va adoptando nuestra mente y a las Respuestas emitidas tanto por nuestro Consciente como por nuestrx Niñx Interior. Puedes decirte: “No soy yo, es la actividad de mi mente”. Y es así. Asistimos a esos procesos mentales, podemos influir en ellos, pero en ningún caso, forman parte de lo que podemos considerar, esencialmente, Yo.

Para comprender bien el estado de ánimo nos ayudará el verlo o imaginarlo como el fluir de un líquido. Si imaginamos, por ejemplo, un caño de agua circular y perfecto, podremos comprender mejor que cualquier alteración en ese fluir de agua tiene que venir motivado por algún elemento que se está interponiendo. Esta figuración nos ayuda, además, a distinguir bien entre la energía que está fluyendo y los objetos que se interponen y alteran ese flujo.

¿Cómo se produce la resultante final de mi estado de ánimo, es decir, la interacción o mezcla de todas las energías y visiones que hay en mi mente?

Para responder concretamente a esta pregunta, hemos de comprender y tener en cuenta cómo funcionan e interactúan (reciben y responden) los diferentes elementos que componen nuestra mente-cuerpo.

– El estado energético base es determinante. Influirá en el resto de elementos y, a su vez, se verá influenciado por ellos y su funcionamiento.

– El Inconsciente: recibe estas energías de base y también el estado y visión del Consciente. Y responde en función de esto, de su estado previo, de su sistema de creencias (Ideas Aceptadas) que determinará la mayor o menos importancia que le dará a los eventos que reciba y, en función también, del nivel de consciencia que hayamos adquirido sobre su funcionamiento.

– El Consciente: Recibe a los dos elementos anteriores y responde también en función del estado previo y del sistema de creencias. Muy importante será el nivel de maduración del Yo-Experiencia y su capacidad para gestionar la situación, no identificándose con la actividad de la mente.

– El Yo-Central o Consciencia global e integradora (incluyendo consciencia de sí): Recibe ambos y sirve de sistema de amortiguación al aplicar el conocimiento global, relativizando todo en su justa medida y manteniendo los referentes y objetivos globales. Tendrá más o menos capacidad de hacer esto en función de su nivel de afianzamiento y presencia. Es decir, en función de la apertura que tengan Consciente e Inconsciente a su existencia e importancia y del ejercitamiento que hayamos hecho para ir basculando nuestra noción profunda de Yo, desde el Consciente y el Inconsciente hasta ese Yo Central.

– El cuerpo: reflejará fielmente el funcionamiento de nuestra mente y sus energías. Y, a la vez, emitirá su estado y energías que será recibido por la mente.

Elementos que determinan el nivel de influencia o cambio que un evento puede tener sobre nuestro estado de ánimo.

– El estado previo de la mente y, más en concreto, el estado de ánimo previo. En este punto, quizás lo más importante sea el nivel de solidez y concreción del sistema de referentes internos de la mente: Si nuestra mente tiene un sólido sistema de referentes “positivos”, el estado de ánimo será menos vulnerable al fluir de acontecimientos. Este sistema de referentes incluye, entre otros elementos, la autoimagen o noción de sí, los autojuicios, la concreción de los objetivos personales y el sentido de nuestra vida.

– La importancia que le asignen el Consciente y/o el Inconsciente. Ejemplo: jugar al ajedrez y ganar o perder una partida. Va desde muy poca importancia si no juego nunca al ajedrez y es una situación aislada, a muchísima, si aspiro a ser jugador profesional de ajedrez y a ser el mejor. Y, además, me valido en ello (mi mente ha proyectado en ganar o perder en el ajedrez, su seguridad, valía, bienestar, etc.).

– La intensidad del estímulo: No es lo mismo que mi mente viva el perder o ganar una partida, en medio de un gran estímulo como, por ejemplo, en un escenario con miles de espectadores o en una lánguida mañana de aburrimiento y la partida la juego con alguien con quien mi mente no se mide y no le asigna gran autoridad.

– Las previsibles consecuencias: Es la proyección hacia el futuro que le den el Consciente y el Inconsciente. Es es proceso dinámico en el que en cualquier momento puede aparecer una Idea Aceptada que haga acrecentar o disminuir su influencia. Habitualmente, si no se produce un evento de este tipo, la capacidad de influencia de un evento determinado irá disminuyendo paulatinamente.

Si todo esto se da y bien, la persona será mucho más resistente a los eventos negativos y su estado de ánimo se verá mucho menos alterado. Tendrá un buen sistema de amortiguación.

Pasará de un nivel que podríamos denominar como Reactivo e inconsciente, a otro de Gestión, una gestión consciente de la Recepción y de la Reacción.

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