La Observación mantenida y Central. Efectos y algunos peligros

La observación mantenida va a ser una herramienta muy utilizada en el proceso de Autorrealización. Nuestra mente posee una poderosa cualidad: si mantenemos la observación-atención (haciéndolo de la manera adecuada) sobre cualquier objeto (emoción, pensamiento, problema concreto, etc.) poco a poco, va apareciendo la esencia de ese objeto, la verdad que hay debajo y le da energía para que exista como tal en nuestra mente.

Esto rompe con la idea habitual que tenemos de que es preciso “pensar mucho” sobre algo para resolverlo. El proceso real es muy diferente: manteniendo la atención irá apareciendo la verdad. En este proceso, el pensamiento y razonamientos sólo los utilizamos secundariamente, bien para incorporar una nueva certeza que ha aparecido, bien para dejarla funcionar de forma concreta y controlada si nos interesa en ese momento, para ver qué ocurre en el proceso de pensamiento-razonamiento.

En realidad, estamos hablando de un proceso de aprendizaje y funciona bajo los mismos principios generales que el aprendizaje. Usaremos dos ejemplos para verlo mejor:

Situación a) Aparece una nueva persona en nuestra vida, por ejemplo, en nuestro lugar de trabajo… Si nos dedicamos a observarla, sin tener siquiera que hablar con ella, poco a poco iremos aprendiendo más sobre ella. Llegará el día en que la conoceremos muy bien, sabremos de sus gestos, sus conductas, reacciones, etc.

Situación b) Nos vamos a vivir a otro lugar, con características muy diferentes del lugar en que vivimos actualmente (por ejemplo, nos vamos de la ciudad al campo o de un país a otro)… Al principio todo es nuevo y nos parece muy difícil todo. Nos cuesta mucho trabajo quedarnos e interiorizar todos los datos que recibimos del nuevo espacio que estamos conociendo… Pero luego, poco a poco, todo va encajando. Conocemos más cosas y los nuevos hechos o datos, los podemos encajar mejor…

En ambos casos estamos hablando de un proceso que no puede acelerarse. Nuestra mente necesita de este tiempo, de ese proceso, de ese ir elaborando poco a poco el marco o contexto adecuado para conocer el nuevo espacio o realidad. Así funciona el aprendizaje.

La observación mantenida no implica que focalicemos nuestra atención exclusivamente en ese objeto. A la par que miramos ese objeto, mantenemos la atención global.

La observación también nos facilita la conexión con nuestro centro. ¿Quién observa? ¿Desde dónde observo?

Atención a quién/qué observa… Desde luego, al principio, es desde el Consciente. No hay otra manera. Pero la parte de la mente que observa comienza a estar “liberada” de condicionamiento.

Esto es un proceso lento y paulatino. Al principio puede ocurrir que se de un fenómeno de “doble personalidad”, es decir, que aparezca otro yo (mental) que es quien observa. Lo miramos también y poco a poco se irá diluyendo. Hemos de evitar hacernos una idea concreta acerca de este centro, pues cualquier idea que tengamos será limitativa e impedirá su crecimiento.

Poco a poco se irá creando una consciencia en nosotras/os de la existencia de un punto central desde el cual se observa. Al principio, necesariamente, nuestra mente le asignará cualidades “personales” y mantendrá una actitud determinada de observación. Miramos esto también para que vaya diluyéndose.

Hemos de ir acostumbrándonos a decir cosas como: A mi mente le está costando trabajo asumir tal o cual cosa, o tal o cual cambio/proceso… ¡No a mi, a mi mente!

En el proceso de desidentificación de lo que no somos, que es lento y con altibajos, hemos de ayudar a nuestra mente, mostrándole cariñosa y reiteradamente la Realidad. Y la realidad es que ella es una parte más de lo que soy, no es el centro. He de ir desidentificándome de mi mente y de los diferentes sistemas y mecanismos que la componen.

Así pues, la observación, además de permitirme abrirme a la verdad y conocer la realidad de lo que hay en mí y en el mundo, tiene otra consecuencia relevante: va permitiendo que se vaya dando un acercamiento hacia lo que soy en realidad, facilita que vaya apareciendo una conciencia de quién/qué observa y se vaya produciendo una mayor y mejor conexión con mi esencia o SER.

Algunos peligros o las desviaciones más comunes que se dan

Suele surgir una sensación de desconsuelo y angustia ante la evidencia, que va apareciendo, de lo que hasta ahora hemos sido: un personaje huyendo de lo que cree ser y en busca desesperada de un ideal.

Ante esto es muy importante que tomemos conciencia de que, simplemente, lo que está apareciendo es el resultado de una mente que ha funcionado toda la vida sin el conocimiento necesario de lo que es en realidad. A partir de ahí, los diferentes sistemas mentales han “malfuncionado” y se han aprestado a defenderse de los peligros que identificaban en cada momento.

Y, como resultado de todo ello, en nuestra mente está presente todo lo que vemos a nuestro alrededor: la maldad y la bondad, el egoísmo y el altruismo, la violencia y la paz… No podría ser de otra manera y, ante esto, el problema se genera porque hay una estructura mental (personaje-ego) que necesita mantener una autoimagen. Miramos esto.

En este punto es importante recordar que, en el ser humano, no hay cualidades negativas. Por ejemplo, la violencia no es más que una manifestación de nuestra energía-fuerza que está distorsionada (por ideas aceptadas y emociones). Nuestro egoísmo no es más que la pretensión de nuestro ego-personaje de asegurarse algo que considera importante para su supervivencia o bienestar… Lo observamos y vamos desentrañando lo que hay debajo.

Hemos de observarlo todo con la misma mirada y actitud: lo que nos produce bienestar y lo que nos produce malestar, lo que está de acuerdo con nuestro ideal de lo que somos o queremos ser y lo que está en desacuerdo. Todo por igual, pues todo esto no son más que indicaciones de cuál es nuestro camino, de qué cosas hemos de trabajar. Me abro de par en par ante mi egocentrismo y miro qué hay debajo.

Sin juicios morales que aquí no sirven para nada, sólo para distorsionar nuestra mirada. Miraremos con compasión todo aquello que vaya apareciendo.

Otro factor distorsionador que suele aparecer es ver todo lo negativo y no prestar atención suficiente a lo positivo: Al principio nos desborda la cantidad de cosas que vemos, nuestro yo-idea, nuestro yo-ideal y el personaje. Aparece todo aquello de lo que llevamos años huyendo.

Es importante hacer esta labor de limpieza que incluye, además de lo que nos ha producido malestar, aquello a lo que nos hemos agarrado-apegado para compensar todo eso con bienestar. Pero es también muy importante que prestemos atención a todo ese nuevo mundo que aparece en nosotros/as. Nuevo sólo por inhabitual o inconsciente porque siempre ha estado ahí.

Especial importancia tiene prestar atención a los espacios de conciencia que aparecen a partir del centro desde el que observamos. También a las, cada vez, más frecuentes e intensas manifestaciones de nuestro SER profundo que poco a poco vamos a ir percibiendo. Y a la alegría que esas conexiones nos van a producir y, sobre todo, a la propia situación de ir acercándonos a esos focos de alegría-paz-lucidez que estamos fomentando.

Las resistencias: suelen aparecer resistencias de la mente a seguir siendo observada, a permitir que siga apareciendo todo aquello de lo que siempre ha huido. Se pueden dar en forma de malestar, rechazo, desgana, inseguridad u otro tipo de alteraciones.

Por último, indicar el peligro de empoderarme o etiquetarme como buscador/a espiritual y, aún más, asumir cierta superioridad por ello con respecto a la gente “normal” que no sabe de esto.

Nuevamente es mi personaje-ego quien está utilizando la nueva situación para hacer lo que siempre ha hecho: usarla para garantizar su seguridad y supervivencia. Esto produce lo que podríamos denominar un “superpersonaje” o, dicho de otro modo, una nueva estructura mental artificial con ideas acerca de mí y de lo que soy.

Si aparece, lo observamos, vemos sus raíces y vamos diluyéndolo.

La observación. Esquema general

La observación es la base de todo el proceso de Autorrealización. Es la herramienta que utilizamos para darnos cuenta, para tomar conciencia y comprender la Realidad de lo que somos y de lo que nos está ocurriendo. Esto es fundamental para poder iniciar el proceso de cambio.

Pero para que esta potentísima herramienta funcione y cumpla con todo lo que nos puede aportar, hemos de aprender a gestionarla adecuadamente. No nos sirve cualquier tipo de observación.

Lo primero es definirla y concretarla bien. Llamamos observación a un proceso o acción en la que activamos parte de nuestras funciones mentales con el objetivo de comprender mejor. Sus elementos más destacados son: la atención, la percepción, la retención o memoria y ya en la última fase de elaboración de conocimiento, la creatividad y la comprensión.

Para esa elaboración e integración de nuevo conocimiento, una de las herramientas más predominantes y conocidas, es el pensamiento. Como tal herramienta, es potentísima. Tanto, que en nuestra cultura, ha eclipsado a las demás y, más allá de eso, ha provocado un error gravísimo: la identificación con nuestro pensamiento.

Lo usaremos como herramienta auxiliar, pero evitaremos basar excesivamente nuestro proceso de comprensión en el pensamiento y los escenarios mentales que crea nuestra mente. Con el tiempo nos vendrá la evidencia, la comprensión, de que no son suficientemente fiables como para protagonizar el cambio de paradigma que buscamos; la profunda comprensión de cómo funciona nuestra mente y, consiguientemente, de lo que somos en realidad. Por ello, recibiremos su actividad y la incluiremos en nuestro objeto de observación, como un elemento más. A menudo, habremos de preguntarnos ¿Por qué y Para qué se está produciendo este pensamiento?

Observar adecuadamente conlleva, además, una actitud de base: posición y disposición. Una posición que se aleje del mundo de las ideas que ha construido mi mente sobre mí y que se acerque a la curiosidad por saber lo que está ocurriendo en mí, alejándose en lo posible, que al principio del proceso de observación no es mucho, del entramado de ideas que ha construido la mente.

Aprender a observar es un proceso. Y se aprende observando, ejercitando nuestra mente en esa actitud profunda y en esa posición de perspectiva con respecto a la actividad de nuestra mente. Al principio, mil y una veces nos daremos cuenta de que hemos dejado de observar. Si ante eso permitimos que nuestra respuesta sea de juicio y tensión, este proceso de aprendizaje tardará más en dar sus frutos. En cambio, si sonreímos y volvemos tranquilamente al punto de observación, cada ida y vuelta será un peldaño añadido en nuestro proceso de aprendizaje.

En la práctica, es muy habitual que al principio acometa a la persona una sensación de no estar haciéndolo bien, de no estar observando adecuadamente. La mente se impacienta y quiere acelerar el proceso aplicando una autoexigencia. Habremos de prestar atención a este síntoma que nos puede llevar a la frustración y al abandono.

Aprender a observar, pues, implica un proceso de aprendizaje profundo. Y, como tal, necesita de un cambio de hábitos y de actitudes en nuestra mente, tanto en el nivel más externo o racional y consciente, como en el nivel más interno o inconsciente. Y, como todos los aprendizajes profundos, es lento y discontinuo.

Tal es la fuerza del hábito de nuestra mente de dejarse llevar por los escenarios mentales (las “películas” que genera nuestra mente haciendo alusión, más o menos correcta, a la realidad), que no podemos esperar que el nuevo hábito de observar objetivamente para comprender, se instaure fácilmente. En la práctica, las personas suelen tardar meses en incorporar un nuevo hábito que conlleve una observación objetiva.

Tan lento que puede, a veces, desesperarnos… ¡Otra vez se me ha escapado! Ante esto procuramos no generar tensión interna. Especial atención a los auto-juicios. Al contrario, sonreímos y volvemos a la observación, quizás, ayudándonos del Vente PACÁ. Mucha Paciencia, Aceptación, Confianza y Acogida Amorosa, hacia nuestro propio proceso de cambio y desarrollo.

Esta mención a la actitud adecuada, el PACÁ, no es casualidad. Ambas herramientas, la observación y la actitud, conforman el binomio clave para nuestro desarrollo. Observar desde una actitud adecuada es la posición ideal para favorecer la comprensión y crecimiento.

Cabe remarcar también la atención. Disponemos de la capacidad para dirigir nuestra atención a donde decidamos. Puede ser a un foco concreto (cualquier objeto mental, corporal u externo) o mantener una atención global, ampliada a todo o a varios objetos.

Es conveniente aclarar que lo que aquí se plantea es una situación “ideal” de observación. No obstante, lo importante es observar y hacerlo como podamos, sin obsesionarnos por hacerlo de la manera más correcta. Poco a poco (esto es cuestión de ejercitamiento) la iremos mejorando.

Este es un principio aplicable a todo nuestro proceso de Autorrealización: No nos obsesionemos con hacer las cosas de manera perfecta pues, fácilmente, colapsaremos y abandonaremos todo el trabajo. Lo importante es ejercitarnos y ya iremos mejorando nuestras habilidades poco a poco.

Los principios generales aplicables a la observación, son:

  • Sin juicio. No es un examen ético o moral. No debe haber examen pues esto implica una comparación con un “deber ser” y, además, nos distorsiona la mirada, nos corta la conexión.
  • Sin pensamiento. Si entramos en pensamiento perdemos el punto central de observación. Dejamos de observar y empezamos a intentar “resolver” el problema.
  • Sin deseos o rechazos,ni objetivos concretos, pues esto también nos distorsionará la mirada. El único objetivo válido es conocer la verdad pues en esa verdad encontramos lo que buscamos, nuestro SER.
  • Sin ideas previas sobre cómo deben ser las cosas. Huyendo de cualquier tipo de “modelo”.
  • Preguntándonos por qué, para qué y cómo, pero sin permitir que a estas preguntas siga un pensamiento. Se hacen sólo para establecer el marco de nuestra observación.
  • Se observa todo y siempre empezamos por lo que ahora aparece en mi mente.
  • Mantengo la misma mirada limpia ante todas las cosas, independientemente de que me produzcan bienestar o malestar. Son síntomas igualmente. Aprovecho todo para conocer más. Así pues, cuido especialmente la actitud desde la que observo.

¿Observación sin juicio, sin deseos y sin pensamiento?

Es conveniente matizar esto. Durante una larga fase del proceso, no es que no haya pensamiento, juicio o deseos, lo que se va produciendo es un cambio radical en la concepción y funcionamiento de estos sistemas

Pasamos de una situación de desconocimiento e “ingobernabilidad” de nuestros pensamientos, deseos, emociones y juicios a otra en la que tomamos conciencia del funcionamiento de estos sistemas mentales y vamos, poco a poco, aprendiendo a gestionarlos en nuestro beneficio. Los utilizaremos para saber más, para conocer “qué hay ahí”, qué hay debajo de lo que observamos. Y, a nuestra conveniencia, los pararemos. Ya no nos identificamos con ellos, los tratamos como lo que son: sistemas que nos aportan información de lo que hay.

Así pues, lo que hacemos es que incorporamos los juicios, deseos, pensamientos, emociones, etc., al objeto de observación, utilizándolos como fuente valiosísima de información sobre cómo funciona la mente.

Gestionando nuestro Estado de Ánimo (2). De la dependencia a la libertad

Nuestro estado de ánimo no tiene porqué depender de nada externo. No, al menos, como factor principal. Esto se hará posible, en la práctica, si estamos funcionando bien desde dentro, con una buena conexión con el fluir de nuestras energías básicas, un Inconsciente y Conscientes suficientemente sanos, una Consciencia global e integradora activa y presente y un cuerpo también suficientemente sano.

Este principio no implica que no aceptemos que lo exterior nos influye. Somos seres humanos y, por tanto, vulnerables, interdependientes y limitados. Aceptar esto nos colocará en una posición óptima para gestionar adecuadamente los eventos que nos llegan con el fluir de la vida. No aceptarlo, paradójicamente, nos hace más frágiles y vulnerables.

Siempre es desde dentro para afuera y no al revés, como hasta ahora, ha creído erróneamente nuestra mente. Y esta creencia nos ha esclavizado. Es el mismo principio que aplicamos a todo. Antes lo vimos, por ejemplo, con las energías básicas: la confianza y la afectividad-amor. Y ahora lo aplicamos a un nivel superior, al conjunto de las energías que circulan por nosotrxs y su gestión.

Este planteamiento nos sitúa en una posición de autonomía plena con respecto a los avatares de la vida y, también, nos lleva a una situación de plena responsabilidad. Somos responsables de nuestros estados.

Para asumir y gestionar correctamente esta responsabilidad necesitamos conocer cómo funcionamos y dedicar una parte de nuestro tiempo al correcto mantenimiento y gestión de nuestra mente y cuerpo. O, dicho de otra manera, dejar de vivir mirando fundamental o exclusivamente hacia fuera y mirar, principalmente, hacia dentro. Desde ahí, lo exterior lo podremos ver con la suficiente perspectiva.

No hacerlo sería tener una actitud infantil e irresponsable. Y, en la práctica, cuando tenemos el conocimiento necesario, no es ni mucho menos, tan complicado y difícil de conseguir, como pareciera.

Quizás lo parezca así porque, a diferencia con otras muchas materias significativamente menos importantes y trascendentes para nuestras vidas, nadie se ha preocupado de transmitirnos los conocimientos y habilidades necesarias para ello. Quizás, porque nadie sabía, realmente, como hacerlo. Afortunadamente, esto está cambiando.

Esquema de gestión de nuestro estado de ánimo

Partimos del principio anterior y también de el de la mínima intervención necesaria. Otro principio o ley que hemos de tener muy en cuenta es la forma en que se producen los aprendizajes y cambios en una mente humana.

Asimismo, ya se ha establecido la importancia de hacer una observación mantenida del conjunto de sistemas y funciones que intervienen en nuestro estado de ánimo, así como de mantener la actitud adecuada. Recuerda, mil y una veces tendrás que decirte: Vente PACÁ. Y sonríe, no te desesperes, porque cambiar aprendizajes tan profundos como los que arrastramos, lleva su tiempo.

A partir de aquí, estaremos en disposición de intervenir, de llevar a la práctica la gestión de nuestro estado de ánimo… de nuestra mente y, por tanto, de nuestra vida. Hacerlo conlleva la gestión de:

– Energías base: Asegurar una sana conexión y su correcto fluir y percepción. Adoptaremos también una actitud de apertura total a lo que está ocurriendo en nosotrxs. No cortamos ni rechazamos nada. Tampoco lo exaltamos. Pero lo permitimos todos y observamos su fluir. Es una situación que podría describirse como “surfear por nuestro fluir de energías”

– Inconsciente: Pasar de la negación, miedo, rechazo y represión a la acogida amorosa, la consideración y la confianza. Comprendiendo cuál es su estado y, por tanto, desde dónde emite sus Respuestas. Y comprendiendo que, habitualmente, son exageradas.

– Consciente: Del Yo-mental a un Yo-Experiencia que va madurando hasta conectarnos con el Yo-Central. Este Consciente habrá de hacer su trabajo que, entre otras cuestiones, conlleva un proceso de comprensión y concreción de la realidad.

– Yo-Central o Consciencia global e integradora: Facilitar y asentar su presencia. Si nuestro ejercitamiento tiene ya un cierto grado, podremos situarnos o, al menos, mantener intermitentemente, una conciencia global e integradora de lo que está ocurriendo y de mí (Presencia), el ser vivo que está aquí y ahora, dándose cuenta de todo esto y gestionándolo. En esta posición, nos conectaremos con nuestra sabiduría más profunda, lo cual facilitará enormemente el trabajo.

– Cuerpo: Hacerlo presente, interactuar con él, asegurando su correcto funcionamiento.

– Pensamientos, ideas y escenarios mentales que se crean. Pregúntate… ¿Por qué y para qué está generando mi mente esto?

– Sentires: Emociones, sentimientos y sensaciones.

– Deseos y rechazos.

– Sistema de juicios: Conocer su funcionamiento, lo que implican, los criterios que utiliza nuestra mente para emitirlos, de dónde provienen, etc. Y cuestionar todo esto.

– Sistema de referentes internos de mi mente sobre lo que es importante en la/mi vida y lo que no y, especialmente, sobre dónde realmente se juega este “partido”, en el exterior o en mi interior. Y lo haremos procurando distinguir entre Consciente e Inconsciente. Especial atención a los criterios que utiliza nuestra mente para enjuiciar qué es estar bien, qué es aprovechar suficientemente la vida y qué es crecer y desarrollarse. Esto nos conecta con la vital cuestión de respondernos a la pregunta de cuál es el sentido de nuestra vida. Su propósito y significado.

– Gestión del pasado, de nuestra historia de vida. Sanación de Situaciones Pendientes.

– Gestión del futuro. Las expectativas. Estilo de afrontamiento y visión.

– Gestión del Ahora. Un Ahora que debe ser integrador de futuro y pasado.

– Actitudes: Conforme vaya asentándose, podemos ampliar el PACÁ, incorporando una actitud interna hacia mi fluir de energías, que debe ser de total apertura y, asimismo, asegurar el mantenimiento de una actitud positiva y movilizadora, promoviendo y facilitando lo que nos hace crecer y nos aporta bienestar.

– Concretar nuestra relación con nosotrxs mismxs, las demás personas y la vida y la muerte.

– Gestión de las experiencias: Manteniendo una actitud correcta y contrastando, a cada momento, con la realidad. Preguntándonos cuál es la influencia real de tal o cual evento/input en nuestro estado de ánimo (y no movernos en las ideas que tiene nuestra mente sobre lo que va a ocurrir). ¿Es verdad o, en la práctica, en la vivencia directa del momento, no es tan bueno o tan malo como mi mente había imaginado?

¿Qué soy? ¿Qué Es? Estas son las preguntas clave a las que podremos ir respondiendo como resultado y recompensa que todo este trabajo.

Gestionando nuestro Estado de Ánimo (1). De la Reacción inconsciente a la Gestión consciente.

Abordamos hoy cómo podemos gestionar más adecuadamente nuestro estado de ánimo. Lo haremos aplicando el conocimiento y las herramientas que tenemos. En realidad, lo explicado aquí nos servirá como modelo sobre cómo gestionar nuestra mente. Como siempre, bajo un principio de mínima intervención necesaria.

Este principio lo aplicaremos a todo el trabajo pero, especialmente, a la hora de intervenir “quirúrgicamente” cortando o tapando alguna expresión o mecanismo, también cuando hagamos un trabajo de generación y movilización de energías. Pero no tanto para la observación, con la que el mayor cuidado que hemos de tener es, más bien, no entrar en obsesión por comprender, pues esto genera una tensión interna e impaciencia que nos dificultará el trabajo.

Habitualmente, y hasta que vamos adquiriendo un nivel de consciencia suficiente, la mente ha intentado cambiar los estados energéticos echado mano de objetos (externos o internos) que, presupone, le aportarán determinadas energías, más positivas y agradables. Por ejemplo, pensamientos que generen escenarios mentales agradables o, en lo externo, irnos de compras para compensar un bajón de energía. Otras veces, la gestión se ha dirigido a cortar o tapar situaciones externas o actividades de la mente que generasen un decaimiento de ese estado.

La mente, en su escasa comprensión del funcionamiento y composición de nuestro estado de ánimo, ha echado mano de lo más externo o superficial, lo que la ha obligado a intervenciones excesivas y/o contraproducentes.

Como en casi todos los casos, lo primero que hay que hacer para la gestión de nuestro estado de ánimo es comprenderlo bien, aplicando el conocimiento general que ya tenemos y la observación sistemática del funcionamiento concreto en nuestro caso. Habrá de ser una observación mantenida en el tiempo, con lo cual, se irá produciendo un paulatino proceso de comprensión cada vez más profunda y concreta a la vez que referenciado en la globalidad y también de desidentificación con respecto a lo observado.

Junto a la observación, será clave mantener la actitud adecuada. El PACÁ.

Aplicadas, en concreto, a nuestro estado de ánimo, estas dos herramientas nos permitirán iniciar un proceso de desidentificación con respecto a los estados energéticos que va adoptando nuestra mente y a las Respuestas emitidas tanto por nuestro Consciente como por nuestrx Niñx Interior. Puedes decirte: “No soy yo, es la actividad de mi mente”. Y es así. Asistimos a esos procesos mentales, podemos influir en ellos, pero en ningún caso, forman parte de lo que podemos considerar, esencialmente, Yo.

Para comprender bien el estado de ánimo nos ayudará el verlo o imaginarlo como el fluir de un líquido. Si imaginamos, por ejemplo, un caño de agua circular y perfecto, podremos comprender mejor que cualquier alteración en ese fluir de agua tiene que venir motivado por algún elemento que se está interponiendo. Esta figuración nos ayuda, además, a distinguir bien entre la energía que está fluyendo y los objetos que se interponen y alteran ese flujo.

¿Cómo se produce la resultante final de mi estado de ánimo, es decir, la interacción o mezcla de todas las energías y visiones que hay en mi mente?

Para responder concretamente a esta pregunta, hemos de comprender y tener en cuenta cómo funcionan e interactúan (reciben y responden) los diferentes elementos que componen nuestra mente-cuerpo.

– El estado energético base es determinante. Influirá en el resto de elementos y, a su vez, se verá influenciado por ellos y su funcionamiento.

– El Inconsciente: recibe estas energías de base y también el estado y visión del Consciente. Y responde en función de esto, de su estado previo, de su sistema de creencias (Ideas Aceptadas) que determinará la mayor o menos importancia que le dará a los eventos que reciba y, en función también, del nivel de consciencia que hayamos adquirido sobre su funcionamiento.

– El Consciente: Recibe a los dos elementos anteriores y responde también en función del estado previo y del sistema de creencias. Muy importante será el nivel de maduración del Yo-Experiencia y su capacidad para gestionar la situación, no identificándose con la actividad de la mente.

– El Yo-Central o Consciencia global e integradora (incluyendo consciencia de sí): Recibe ambos y sirve de sistema de amortiguación al aplicar el conocimiento global, relativizando todo en su justa medida y manteniendo los referentes y objetivos globales. Tendrá más o menos capacidad de hacer esto en función de su nivel de afianzamiento y presencia. Es decir, en función de la apertura que tengan Consciente e Inconsciente a su existencia e importancia y del ejercitamiento que hayamos hecho para ir basculando nuestra noción profunda de Yo, desde el Consciente y el Inconsciente hasta ese Yo Central.

– El cuerpo: reflejará fielmente el funcionamiento de nuestra mente y sus energías. Y, a la vez, emitirá su estado y energías que será recibido por la mente.

Elementos que determinan el nivel de influencia o cambio que un evento puede tener sobre nuestro estado de ánimo.

– El estado previo de la mente y, más en concreto, el estado de ánimo previo. En este punto, quizás lo más importante sea el nivel de solidez y concreción del sistema de referentes internos de la mente: Si nuestra mente tiene un sólido sistema de referentes “positivos”, el estado de ánimo será menos vulnerable al fluir de acontecimientos. Este sistema de referentes incluye, entre otros elementos, la autoimagen o noción de sí, los autojuicios, la concreción de los objetivos personales y el sentido de nuestra vida.

– La importancia que le asignen el Consciente y/o el Inconsciente. Ejemplo: jugar al ajedrez y ganar o perder una partida. Va desde muy poca importancia si no juego nunca al ajedrez y es una situación aislada, a muchísima, si aspiro a ser jugador profesional de ajedrez y a ser el mejor. Y, además, me valido en ello (mi mente ha proyectado en ganar o perder en el ajedrez, su seguridad, valía, bienestar, etc.).

– La intensidad del estímulo: No es lo mismo que mi mente viva el perder o ganar una partida, en medio de un gran estímulo como, por ejemplo, en un escenario con miles de espectadores o en una lánguida mañana de aburrimiento y la partida la juego con alguien con quien mi mente no se mide y no le asigna gran autoridad.

– Las previsibles consecuencias: Es la proyección hacia el futuro que le den el Consciente y el Inconsciente. Es es proceso dinámico en el que en cualquier momento puede aparecer una Idea Aceptada que haga acrecentar o disminuir su influencia. Habitualmente, si no se produce un evento de este tipo, la capacidad de influencia de un evento determinado irá disminuyendo paulatinamente.

Si todo esto se da y bien, la persona será mucho más resistente a los eventos negativos y su estado de ánimo se verá mucho menos alterado. Tendrá un buen sistema de amortiguación.

Pasará de un nivel que podríamos denominar como Reactivo e inconsciente, a otro de Gestión, una gestión consciente de la Recepción y de la Reacción.

El estado de ánimo

Vamos a utilizar una expresión y un concepto, comúnmente conocidos, para seguir avanzando en el aprendizaje de la gestión de nuestras energías. Nos va a servir para comprender mejor la interrelación entre nuestro estado energético de base y el Inconsciente, con la intervención también del Consciente y nuestra Consciencia global. Y su repercusión en el cuerpo.

El estado de ánimo es el estado energético resultante de la suma o confluencia de todas las energías que, en ese momento, está emitiendo la mente. Se refiere al estado o situación de nuestrx Niñx Interior y tiene, como consecuencia, una actitud profunda de esa zona de nuestra mente, lo que determina su funcionamiento y Respuestas. A, su vez, el Consciente se verá afectado en la medida y proporción en que nos identifiquemos con la actividad de nuestro Inconsciente. Conlleva, además, en el aspecto inteligencia, una visión o mirada determinada del sí mismx y hacia la vida en general.

Aunque se denomine como estado, lo cual hace referencia a una cierta permanencia o estabilidad, lo que es cierto, es necesario indicar que, en realidad, es un fluir de energías que están cambiando constantemente. Dependerá de la confluencia entre el estado previo y el continuo devenir de acontecimientos que nos llegan. Fundamentalmente, eventos (tanto internos como externos) y la interpretación que hace de ellos nuestra mente.

Pero necesitamos, para comprenderlo mejor y poder gestionarlo, concretar cuáles son los componentes de lo que llamamos estado de ánimo. Es decir, qué elementos lo conforman y determinan. Las principales son:

– Vitalidad, ganas de hacer, ser o vivir.

– Capacidad de lucha y resistencia.

– Impulso y creatividad.

– Alegría o Tristeza.

– Nivel de conexión con la energía afectivo-amorosa y el estado de ésta.

– Serenidad o excitación, intranquilidad, alteración, ansiedad, desencaje internos, etc.

– Predisposición a una visión más optimista o más pesimista.

– Actitud ante la recepción de los eventos que nos van viniendo (el devenir de la vida).

– Actitud interna de apertura o cierre y rechazo: tanto con respecto al exterior como al interior.

– Noción interna y profunda de mí, de las otras personas y de la vida.

– Percepción interna de las energías disponibles (estado energético base).

Nuestra mente está constantemente evaluando tanto el exterior como el interior y, especialmente, nuestra capacidad y posibilidades de afrontar todo eso. Y del resultado de esos juicios, se generan nuevas Ideas Aceptadas que, a su vez, producen energías que se irán sumando a las ya existentes, mezclándose y que darán como resultante final un estado energético que es lo que denominamos, nuestro estado de ánimo.

Cualquier situación vivida y cualquier actividad interna de nuestra mente, por ejemplo un pensamiento que nos lleve a un escenario mental, tendrán capacidad para influir en nuestro estado de ánimo. Su mayor o menor incidencia tendrá mucho que ver con el estado de ánimo previo y, sobre todo, con la asignación de mayor o menor importancia que le asigne nuestra mente.

Por ejemplo, si nos sucede un contratiempo en algo en lo que nuestra mente ha proyectado su valía o su seguridad, este hecho tendrá mucha capacidad para cambiar nuestro estado de ánimo. O si nuestra mente percibe una grave carencia de una determinada energía, por ejemplo, la confianza o la afectividad, cualquier hecho (externo o interno) que nos aleje o acerque a ellas, tendrá asimismo, una importante repercusión en nuestro estado de ánimo.

Por lo general, y utilizando terminología de Blay, podemos decir que todo aquello que nos acerque a nuestro Yo-Ideal activará y subirá nuestro ánimo, mientras que todo aquello que la mente interprete como un acercamiento al Yo-Idea, lo bajará, negativizará y/o alterará.

Esto se verá mitigado conforme vayamos avanzando en nuestro proceso de Autorrealización y, paulatinamente, este juego del personaje vaya perdiendo fuerza y vaya avanzando nuestra capacidad de desidentificación con respecto a la actividad de nuestra mente.

Así pues, nuestro estado de ánimos es la resultante de los sucesivos juicios e interpretaciones que está emitiendo nuestra mente. Los principales son:

– Juicio sobre si lo he hecho o lo estoy haciendo bien o mal. Mi capacidad y valía.

– Juicio sobre si voy a estar bien o a estar mal. Bienestar/Malestar.

– Juicio sobre mi seguridad vital y afectiva. Aquí se incluyen la percepción e interpretación que hace nuestra mente sobre los juicios que hacen las demás personas sobre nosotrxs.

– Juicio sobre mi crecimiento y desarrollo.

– Juicio sobre los futuros acontecimientos (expectativas). Y mi capacidad o posibilidades de hacerlo bien y disfrutar.

– Juicio sobre los acontecimientos ya pasados. Su interpretación

– Juicio sobre las sensaciones percibidas, tanto físicas como psíquicas.

Los resultados de estos juicios interactúan sobre el estado de ánimo previo. Pero, a su vez, este estado previo influirá en el propio proceso de emisión de estos juicios. Así, si la mente está ya negativizada y, por tanto, con un estado de ánimo bajo o negativo, los juicios tenderán a ir también en esa línea.

Por ejemplo, el que haya previamente impaciencia en mi mente, va a influir en el estado de ánimo, pues esa energía alterará su normal funcionamiento. Esto hará que los juicios se vean también alterados, lo que provocará que las “sentencias” que emita mi sistema de juicios sean más negativos, lo que también afectará al estado de ánimo y, muy presumiblemente, aumente la impaciencia. Todo está relacionado e interactúa.

Y, por supuesto, todo esto tiene una incidencia directa en nuestro cuerpo, que responderá directamente a la energía que llega de nuestra mente.

En el próximo artículo trataremos la forma de gestionar adecuadamente nuestro estado de ánimo. Como cuestión previa, os remito al texto titulado ¿Verdad o Bienestar? Es especialmente aplicable a la gestión de nuestro estado de ánimo, pues si tenemos como objetivo único o principal el Bienestar, casi con toda probabilidad se darán distorsiones importantes y nos aparecerán deseos ansiosos de bienestar y rechazos al malestar, lo cual hará que nuestra observación se distorsione, dificultando enormemente la comprensión y posterior gestión.

Sin embargo, el objetivo de La Verdad de lo que somos, en este caso, la verdad de lo que está ocurriendo en mí, genera menos alteraciones, es más limpio y adecuado para el trabajo. Porque, además, la verdad conlleva bienestar. Afortunadamente, el estado natural de una persona es de bienestar y nos vamos acercando a él conforme vamos quitando las mentiras y errores que nublan nuestro entendimiento y entorpecen el normal fluir de nuestras energías.

Ejercitándonos en el Amor

Hoy hablamos del ejercitamiento práctico dirigido a favorecer el normal fluir de la vibración amorosa en nosotrxs. Lo primero que hay que indicar es que, prácticamente, todo lo descrito para el trabajo con la confianza es aplicable a la otra de las energías básicas; el amor.

Así, el trabajo se guiará por los mismos objetivos y líneas generales establecidas para la confianza:

– Conocer y comprender bien su naturaleza y funcionamiento: es una energía natural que aparece en el ser humano cuando ninguna alteración u error de funcionamiento de nuestra mente lo impide. Por tanto, no ha de estar condicionada a ningún hecho, rendimiento o circunstancia.

– Observar para comprender y mantener la actitud adecuada.

– Facilitar su aparición, en el caso de que esté cortado su fluir o sea muy deficiente. Para ello podemos utilizar varias técnicas de conexión con la infancia o de generación de escenarios figurados.

– Una vez que percibamos su presencia, podemos asentarla utilizando, por ejemplo, el ejercicio de movilización de energías.

– Trabajar sobre las condiciones que le pone nuestra mente a su natural fluir.

– Proceso de reaprendizaje para que la mente se habitúe a funcionar con o desde esta energía.

También, al igual que ocurría con la confianza, el amor es una energía sutil que desaparece fácilmente bajo determinado tipo de emociones como, por ejemplo, la rabia o el miedo. Esto nos permite hacer un trabajo a partir de una pregunta ¿Estoy funcionando desde el amor o desde el miedo?

Desde el amor o desde el miedo

Una relación sana con el amor implica haber identificado y superado los conflictos o dolores que he acumulado a lo largo de mi historia de vida con mi madre-padre y resto del mundo. Aceptando la realidad tal y como es, comprendiendo y aceptando que las otras personas también funcionan desde el miedo.

Se impone, pues, un proceso de observación profundo y con exigencia de gran honestidad hacia mi. En este proceso, como en todos, irán apareciendo cosas conforme avanzo en mi comprensión. Una vez vayan apareciendo, he de gestionar adecuadamente las nuevas situaciones que se producen. Una nueva verdad descubierta cambia, necesariamente, cómo percibo la realidad y, por tanto, también mis Respuestas. Pero este proceso o mecanismo a menudo no es inmediato y se da un periodo en el que ya me doy cuenta de cosas pero aún no me han aparecido los suficientes cambios en mis Respuestas. Llegado a este punto es importante aceptar que la mente tiene sus procesos y que necesita sus tiempos y no distorsionar esos procesos con deseos e impaciencias o, peor aún, con rabia porque no me gusta lo que veo.

He de incorporar lo que va saliendo, haciéndolo presente, dándole consistencia de realidad pues, muy posiblemente, mi mente intentará obviar lo nuevo que ha aparecido y seguir con sus hábitos adquiridos y escenarios conocidos (recordad que, a menudo, para la mente es mucho mejor “malo conocido” que “bueno por conocer”).

El camino es ir haciendo evidente las contradicciones y, más profundamente, las causas que vayan apareciendo; la verdad que hay debajo de los síntomas. Dicho de otra manera, incorporar lo descubierto a mi mirada o posición ante el tema. Y tener paciencia para que el proceso de cambio se vaya produciendo a su ritmo natural. La única excepción a esta norma es cuando la conducta en cuestión produce daños a otras personas o a mi mismo/a. En esta fase es muy útil el “Vente PACA.”

Como pauta de observación, se presenta a continuación una tabla con dos columnas. En cada columna aparecen cualidades, situaciones o características que se dan en las dos posiciones posibles, cuando actuamos desde el amor o lo hacemos desde el miedo.

¿Desde dónde me relaciono? El mercaillo del amor

Desde el amorDesde el miedo
No hay personaje o, al menos, no tiene la fuerza suficiente como para determinarme. Funciono desde el yo-experiencia y/o el yo-central.Funciono desde el Personaje o yo-mental/ego.
No hay nadie a quien defender de nada. Lo que se percibe es una sensación de yo sin que haya ideas sobre ese yo, es decir, ideas sobre mi misma/o. Aparece, poco a poco, una sensación de eje.Hay un yo al que defender de los innumerables peligros. Es una sensación de yo que está envuelta en ideas sobre lo que creo ser.
No hay juicios, no aparecen o lo hacen con insuficiente fuerza como para determinarme.Me muevo en los juicios. Constantes juicios hacia las demás personas y hacia mí. Son juicios que tienen como objetivo empoderarme ante las otras personas y asegurarme estar haciendo las cosas correctamente para tener más seguridad amorosa.
Vivo en el AHORA. No hay más. El pasado ya no existe y el futuro no es más que especulaciones sobre posibilidades con las que “juega” mi mente.Vivo y mis relaciones afectivas se establecen enmarcadas en el tiempo.
Las relaciones, presentes, pasadas y futuras, no me producen alteraciones emocionales y/o mentales.Me alteran las relaciones o, al menos, algunas de ellas.
No hay medición de lo que damos y recibimos.Hay medición de lo que damos y recibimos a cambio.
No hay celosAparecen, inevitablemente, los celos. Son señal de inseguridad.
Las relaciones afectivo-amorosas no tienen más objetivos que ser y desarrollarse.Aparecen objetivos: conseguir más capital amoroso, evitar su pérdida, asegurarme una posición, etc.
Las personas son un fin en sí mismas, nunca instrumentos para conseguir algo.En el fondo, vemos a las personas como instrumentos. Instrumentos para aumentar o asegurar nuestro capital amoroso.
No hay necesidad de adaptación, ni propia ni ajena. No hay necesidad, por ejemplo, de seducir.Mi mente está continuamente adaptándose al “mercado”, es decir, desarrolla las conductas que entiende que le van a proporcionar más seguridad afectiva. También adaptamos la imagen interna que hemos construido de las otras personas, para que sea más cercana y amigable o para justificar la ruptura. Necesito seducir para hacerme más atractivo/a.
Mi bienestar y seguridad no dependen de mi posición afectiva-amorosa con respecto a otras personas. No hay dependencia afectiva.Siento que mi seguridad y bienestar están en juego y que dependen de las otras personas. Aparece la dependencia afectiva.
Mi amor no depende de las conductas o actitudes de las otras personas.Mi amor aumenta o disminuye dependiendo de las conductas o actitudes de las otras personas.
No necesito ser/sentirme especial.Necesito ser especial, sentirme especial. Soy más especial que el resto, bien porque soy más sensible, bien por otras causas. Estoy yo y el resto del mundo. Mi dolor justifica cualquier cosa.
Completa simetría o igualdad en el nivel de realidad asignada a las otras personas y a mi misma/o.Aparece la asimetría: en el fondo no estoy dispuesta/o a dar lo que pido a las otras personas. Mi dolor justifica cualquier cosa.
Me veo a mi y veo a las otras personas en su integralidad. En sus distintos niveles de funcionamiento y sus mecanismos de causas-efectos: nivel de personaje y también al nivel de persona. Comprendo.Veo a las otras personas como personajes. Esto es así porque me veo a mi también en el nivel del personaje. Bajo nivel de comprensión y alto nivel de juicio racional y afectivo.

Cómo usar este cuadro. Ejercitando mi yo-experiencia en el amor.

Como dice Blay, todo se desarrolla ejercitándolo, también el amor. Se trata de ejercitar y consolidar mi yo-experiencia, situándome cada vez más en el amor. Mirando incansablemente las emociones e ideas que se interponen.

Concretando, el objetivo de este documento y más específicamente del cuadro de la página anterior, es contar con una guía que nos ayude en este proceso, especialmente, aportándonos pautas para una mejor observación y comprensión de lo que está ocurriendo.

Hay, quizás, una cuestión previa a resolver. Se trata de aprender a diferenciar bien cuándo estoy ejercitándome en el amor o cuándo estoy aplicando un nuevo “deber ser” consistente en la autobligación de relacionarme desde el amor. Se trata de lo que hemos denominado “el buenismo”, actitud desde la que me autoimpongo cosas pero no hago el trabajo de observación profunda y honesta necesaria para descubrir las causas de mi alejamiento de mi fuente de amor.

Básicamente, sabremos que estamos en una posición u otra porque, además de lo indicado, nos aparecerán los síntomas de la columna “desde el miedo” cuando estamos actuando desde el buenismo. Así, habrá un personaje al que defender (me identifico con ese personaje-contrucción mental) y habrá objetivos, más o menos ocultos, en mis acciones bondadosas.

Ejercitarme en el amor exige una toma de conciencia sobre cómo me relaciono con el amor. He de comprender los mecanismos, las causas que hay bajo los síntomas (que son las conductas emitidas y recibidas). Para ello, utilizamos la tabla anterior como referente para el proceso de toma de conciencia y usaremos la observación como instrumento.

Algunas indicaciones sobre la forma de ejercitar mi energía afectiva-amorosa:

1.- La actitud general con la que acometo este proceso es fundamental. Recuerdo la importancia del “Vente PACA.” (Paciencia, Aceptación, Confianza y Acogida). Una actitud sensata y práctica que me lleve a no emplear energías en lamentaciones o autojuicios y sí en avanzar en la comprensión y superación de las situaciones.

Una actitud abierta, compasiva y bondadosa hacia las otras personas y a hacia mí… Pero también sabiendo que no hay nada ni nadie a quien defender (ni a una/o mismo, ni a otras personas). Siendo consciente que tapar no es la solución y sabiendo que lo peor es tener miedo a lo que pueda haber oculto…

2.- Prestando atención (observando) todos los elementos que hemos trabajado en la tabla, atendiendo cómo se presentan en mí. Desde el yo-experiencia nos situamos a cada momento en el AHORA, poniendo toda nuestra energía, comprensión y afectividad en cada acto. Desde ahí, utilizaré una observación combinada de las dos columnas y las aplicaré a cada situación… ¿Por qué estoy en el miedo? ¿Por qué no estoy en el amor?

Una observación continuada nos irá aportando un panorama general de mi relación con el amor e información específica y en detalle de cómo están funcionando los diferentes mecanismos que intervienen. Desde ahí podré identificar (darme cuenta) mejor y más rápidamente de cuándo estoy actuando desde el miedo o desde el amor. Especial atención deberé prestar a la relación que tienen mis respuestas con mi historia de vida: ¿Es la primera vez que siento/pienso/actúo así?

3.- Poniendo en cuestionamiento mis percepciones y principios más básicos acerca de mis relaciones afectivo-amorosas…. No dando nada por hecho o por supuesto. Por ejemplo: poniendo en cuestionamiento esas ideas profundas que hay en mi sobre lo que puede ocurrir si alguien deja de quererme-valorarme.

4.- Cuestionando continuamente los juicios y autojuicios que aparecen: ¿Quién los hace? ¿Desde qué código ético o de conducta? ¿Desde qué instancia?

5.- Haciendo un esfuerzo por verme y por ver a las personas en su integralidad. Intentando comprender las causas, los orígenes de las conductas que estamos emitiendo o recibiendo y que son siempre síntomas de lo que hay debajo. Comprobaremos que al dar con las claves-causas, todo se relaja y el amor se abre paso.

6.- Atendiendo especialmente a las asimetrías afectivo-amorosas que me muestra mi mente. Esas asimetrías son situaciones en las que mi mente me devuelve que, en lo más profundo, no estoy dispuesta/o a dar lo mismo que quiero recibir.

7.- Mirando de frente los miedos e inseguridades (causas de rabias y malestares) que acometen a nuestro personaje/ego. Estamos muy pendientes de no dejarnos llevar por esos miedos, que generan un escenario mental que “justifica” la actuación desde el miedo. El miedo significa que algo me acerca a alguna de mis ideas aceptadas sobre mi y/o la vida (yo-idea, sociedad-idea).

8.- Ejercitándome en conductas y escenarios que estén lo más “limpias” que me sea posible. Por limpias entendemos que hayamos identificado y relajado los elementos que me llevan a actuar desde el miedo.

9- Mirando, observando mi actitud general hacia la sociedad, hacia las personas que quiero y hacia mí mismo. Dicho de otra manera, mirando mi “estilo de afrontamiento” hacia las relaciones y la vida en general.

10.- Con confianza, sabiendo que tras el aparente “abismo” siempre está la verdad y el amor.

11.- Trabajando también mi derecho al amor, mi derecho a estar conectada/o al amor y a no permitir que me invadan los sufrimientos ajenos. Al igual que las otras personas, Tengo derecho a la plenitud.

12.- Aceptando que, en cada momento, no puedo dar más que lo que hay en mi, ya sanado. Así pues, no forzando acciones amorosas que no surjan en mí de manera clara y limpia. Si no lo ves (si no has comprendido suficientemente las causas y el mecanismo), no lo hagas (no fuerces una Respuesta) sólo porque pienses o creas que debes hacerlo.

Que te llenes de amor

Que estés bien

Que puedas estar en paz y cómoda/o

Que seas feliz

Sobre el Amor

Las personas buscan el amor, el cariño, la cercanía, el sentimiento de integración en un grupo o clan… La gran mayoría de las personas sienten una gran necesidad de sentirse queridas/os y, más allá aún, de vivir en un espacio de amor.

Quizás debido a la influencia de las culturas orientales, ahora suele decirse que buscamos un estado de amor incondicional hacia las demás personas. Pero ese estado o situación se nos resiste, se nos escapa… ¿Por qué es tan difícil encontrar el amor tan deseado? Quizás, precisamente, por ese mismo deseo que nos impide ver con claridad lo que está ocurriendo. Quizás, precisamente, porque lo que en realidad busca nuestra mente es un estado de amor incondicional de los demás hacia nosotros/as, pero no está dispuesta a hacer lo propio con las demás personas.

Si somos amor… ¿Por qué no estamos siempre en conexión con nuestra fuente afectivo-amorosa?

El camino no es buscar el amor y, muchísimo menos, tratar de auto-imponernoslo adoptando modelos externos que se convierten en nuevas obligaciones. Trabajar con el amor es, en realidad, trabajar con todo aquello que está impidiendo, en la práctica, que permanezcamos en una conexión o comunión amorosa con el entorno y nosotros/as mismas. Es trabajar, pues, con las ideas y emociones que envuelven a nuestra fuente de amor impidiendo el normal fluir de nuestra capacidad para estar en el amor que siempre somos.

Esta barrera está constituida por miedos y dolor (convertido en sufrimiento por falta de comprensión) acumulado a lo largo de nuestra vida, así como por ideas acerca de cómo es y debe ser el mundo y, como consecuencia, nosotras/os mismas.

Una idea aceptada especialmente relevante en este asunto, es la siguiente: “El amor depende de lo que me den/provoquen las otras personas”… Vivimos en una sociedad que ha aceptado que el amor viene o está promovido desde el exterior, es decir, que se han de dar determinadas condiciones externas (una persona que nos quiera, etc.) para que en nuestro interior fluya el amor… ¡Gran error! El amor depende, fundamentalmente, de que no haya alteraciones en nuestra mente que interfieran su natural fluir y nuestra conexión con dicha energía.

Como referente inicial podríamos decir que existen dos grandes dolores que hemos de sanar en cuanto a nuestra relación con el amor:

– El dolor-sufrimiento por el primer gran desamor, por el primer gran dolor, desemparo y abandono que sentimos en nuestra primera infancia: se trata, habitualmente, el dolor por el desamor de nuestra madre.

– El otro gran dolor-sufrimiento es una ampliación del primero; se trata del dolor ante la evidencia de que las demás personas, la sociedad en su conjunto, nos valoraba por cómo éramos y no por lo que éramos en sí. Es el miedo y dolor que se produjeron cuando, en la infancia, comprobamos que no somos especiales para el resto de las personas y que éstas pueden “no querernos”.

Esto constituye el primer gran aprendizaje (que se convierte en Idea Aceptada): si me abro totalmente al amor me vuelvo vulnerable y las actitudes y conductas de las otras personas me producen un grandísimo sufrimiento.

Aprendemos, además, que en nuestra sociedad el amor no es incondicional sino que, más bien, hay que ganárselo mediante acciones que se adecúen a lo que las otras personas esperan y/o necesitan.

Y un último aprendizaje muy importante: al final, cuando las cosas se ponen difíciles, cuando cada cuál ha de mirar por sus intereses, lo que se impone es el egoísmo y la violencia sobre el amor… El amor no es suficiente ante el egoísmo y la violencia.

A partir de estos aprendizajes que realiza nuestra mente (ideas aceptadas), ésta pone condiciones para abrirse a nuestro flujo amoroso. Aparecen las ansiedades, los juicios, mediciones y los miedos a perder o no tener amor; es lo que hemos denominado “El mercaillo del amor” pues en este escenario, todo se compra y se vende, siempre bajo el objetivo de aumentar mi seguridad amorosa. El miedo se impone al amor y el egoísmo al altruismo.

Efectivamente, si ahondamos hacia la base de todo, hacia el origen de nuestra actitud base ante la vida, comprobaremos que la decisión inicial que luego lo determina todo es desde dónde me sitúo en mi relación con las demás personas; desde el amor o desde el miedo. Esta es la pregunta clave.

Si la base es el miedo, lo que prevalece es qué posición de seguridad consigo con esa relación. Si la base es el amor, lo único que importa es el acto amoroso en sí.

Al principio, necesariamente, es desde el miedo (salvo contadísimas excepciones esto es así en todas las personas). El miedo se apoderó de nosotras/os, se nos “metió en el cuerpo”. Esto lo nombre muy bien Eckhart Tolle cuando habla del cuerpo del miedo.

Haremos un proceso de observación mantenida de esta cuestión, de nuestra relación con el amor, Puede ser, por ejemplo, a partir de la pregunta ¿Desde dónde me relaciono con las otras personas?

Como siempre, evitaremos en este proceso de observación introspectiva, cualquier deseo de que las cosas sean de una determinada manera y, también, cualquier juicio acerca de si está bien o mal lo que vayamos encontrando.

Aparecen muchísimas mezclas. Casi nunca nos relacionamos con las otras personas desde el miedo o el amor en estado puro. Pero hay que avanzar, hay que seguir mirando hasta que aparecen las clave, la base de todo… La decisión o juicio primario a partir del cuál se construyen nuestras relaciones con el resto de las personas, con el mundo.

Desde el miedo significa que me relaciono con el mundo desde mi yo-mental/personaje/ego. Y, desde ahí, siempre habrá algo que defender; una posición, un deseo de ser o tener, etc. Siempre habrá peligros de perder o no conseguir lo que quiero. Siempre habrá un algo que quiero, un objetivo en mi relación amorosa, que lo empaña todo. Desde el miedo aparece la necesidad de seguridad amorosa plasmada en la necesidad de ser especial, de sentirme yo especial ante mi y de ser especial para otras personas.

Hemos de abrirnos de par en par a las profundidades de nuestro inconsciente. Ahí nos aparecerán las evidencias que buscamos, las claves del dolor que envuelve e impide el crecimiento de nuestro amor.

Libres de juicios y autojuicios, simplemente buscamos en nuestra historia de vida (siempre desde el momento actual, desde el ahora, desde lo que está ocurriendo en nosotras/os en este momento) los orígenes de la situación actual… La pregunta es: ¿Por qué cuando busco dentro de mí el amor, aparecen el dolor, el miedo, el egoísmo, la defensa, la medición, el juicio, la rabia…? ¿Desde cuándo ocurre esto y cuál es su origen?

Recordad que el ser humano, lo que busca por encima de todo, es la plenitud. Volver a esos estados de plenitud que temporalmente, quizás como destellos, nuestra mente ha conocido. Esa búsqueda de plenitud se concreta en la búsqueda de una plenitud mental (máximo de comprensión y capacidad para gestionar mi vida), plenitud energética (necesidad de sentirme con fuerza ante la vida) y, por último, plenitud amorosa. El problema es que, al nivel del personaje, esta búsqueda de plenitud amorosa se plasma en la necesidad de tener la seguridad de contar con el amor permanente e incondicional de las otras personas.

Efectivamente, necesidad de amor y necesidad de seguridad van íntimamente ligadas e interactúan en diversos niveles de nuestra mente y debemos prestar atención a ello. En el paquete hemos de añadir, además, la íntima interrelación existente con el otro aspecto fundamental de nuestro desarrollo: la fuerza o valía, que al nivel del personaje se plasma en la necesidad de sentirme (autoevaluarme) fuerte, válido y capaz ante las otras personas y las dificultades de la vida. Para nuestra mente profunda-infantil, tener amor seguro y tener la validación de los demás, significa lo mismo: seguridad de no ser excluido/a.

Buscando un referente

Hay una pregunta clave que podemos hacernos: ¿Deseo el bien para esta persona por encima, incluso, de que cumpliéndose ese bien, esa situación la/lo alejaría de mí o mi posición en su vida disminuiría en cercanía y relevancia?

Pregúntate esto con respecto a tus relaciones más relevantes.

Una relación sana con el amor implica haber identificado y superado los conflictos o dolores que he acumulado a lo largo de mi historia de vida con mi madre-padre y resto del mundo. Aceptando la realidad tal y como es, comprendiendo y aceptando que las otras personas también funcionan desde el miedo.

Se impone, pues, un proceso de observación profundo y con exigencia de gran honestidad hacia mi.

Pero entonces… ¿Es mentira el amor que he sentido a lo largo de mi vida?

La respuesta es, claramente, NO. No es falso el amor que has sentido. Lo que sí es un error, y grave, son las Ideas Aceptadas que ha ido acumulando tu mente en torno al amor. Por ejemplo, esa idea de que nos ha de venir desde fuera, o esa otra, de que el amor nos hace vulnerables al sufrimiento.

Quita esas ideas, limpia lo que interfiere en tu mente con el flujo amoroso, y quédate con el sentimiento, limpio y sin condicionantes.

Que os llenéis de amor

Que me llene de amor

Que esté bien

Que pueda estar en paz y cómoda/o

Que sea feliz

Gestionando la confianza

En el artículo anterior vimos las características generales de una de las dos energías básicas en el ser humano: la confianza. Hoy toca abordar la gestión de esta energía, un trabajo que haremos con dos objetivos fundamentales: en primer lugar, provocar o favorecer que surja en nosotrxs si es que está ausente, y en segundo lugar, hacer una buena gestión y mantenimiento.

Quizás lo primero que haya que hacer es irnos al referente biológico. La principal hormona responsable de la aparición de confianza en un ser humano es la oxitocina (también del amor-afectividad-felicidad).

A la oxitocina la llaman la hormona tímida, porque muy fácilmente desaparece o, al menos, deja de estar presente y perceptible para la mente. Con mucha facilidad, la generación de otras energías y estados mentales, provoca la desaparición o no percepción de la confianza y también del amor y sus variantes.

Esto tiene, en primer lugar, una explicación evolutiva: en situaciones de peligro, dificultad y urgencia, han prevalecido las respuestas extremas, bien de huida bien de lucha. Y, en esas circunstancias, la oxitocina no era la sustancia química más recomendable para provocar las reacciones físicas y mentales que hacían falta.

Pero más allá de las posibles explicaciones, éste es un factor que hay que tener muy en cuenta a la hora de gestionar la confianza. Para empezar, hemos de ser conscientes de que, a menudo, no la tendremos a nuestra disposición. Así pues, las expectativas en nuestro trabajo con la confianza, al menos durante un tiempo, no pueden pasar porque esté siempre presente. Nos situaremos en una posición en la que comprendemos su fluir y normalizamos las situaciones en que esté ausente.

Cuando esta situación se dé, nos situaremos en el PACÁ y lo más pronto que podamos nos dispondremos a buscar las causas, para ello observaremos a ver cuáles son esas energías que están tapando o impidiendo el natural fluir de confianza y cuáles son las causas. Por ejemplo, si nuestra mente no ha gestionado bien una situación y ha exagerado un peligro, con lo cual está emitiendo un miedo desproporcionado, es previsible que la confianza no aparezca.

El otro conocimiento que hemos de procurar tener siempre presente en nuestra gestión de la confianza, versa sobre su naturaleza y condición: La confianza es el estado natural de la mente de un ser humano si ha recibido una crianza adecuada. Nos es extraordinario, tampoco es algo condicional, sino que es lo natural. Hemos de superar la idea de que la confianza es algo a conseguir, algo a ganarse o algo que nos viene aleatoriamente y sobre lo que no podemos intervenir facilitando que esté. (Esto es darle todo el poder a un sistema de juicios que no está funcionando adecuadamente).

También hemos de comprender que nuestra mente ha vivido siempre (o casi) en la ausencia de confianza y, por tanto, no tiene bien asentado el referente o experiencia interna de lo que es ese estado natural de vivir en la confianza.

Así pues, es darse cuenta de que mi mente ha estado viendo en una carencia grave de una energía que, de forma natural, habría de haber estado ahí. Y que esto ha tenido unos efectos. No se trata tanto de luchar contra esos efectos, sino de situarse en la confianza.

Y, para ello, podemos usar varias técnicas o ejercitamientos. El primero, utilizando la meditación como herramienta para conseguirlo si así lo vemos más adecuado, es figurar o imaginar que en nuestra infancia sí recibimos confianza por parte de nuestras principales figuras de apego: habitualmente mamá y papá.

Como no es extraño que en la mente aún haya situaciones pendientes por resolver con nuestro padre y nuestra madre, muchas personas necesitarán de un apoyo para poder hacer bien este trabajo. Para ello tenemos una idea muy potente que nos allanará el camino aplacando las respuestas doloridas de nuestrx Niñx Interior cuando evocamos nuestra infancia. La idea es:

Si papá y mamá hubiesen sabido y podido, lo hubieran hecho.

Si mi madre y mi padre hubiesen sabido lo importantísimo que era todo esto y también cómo hacerlo y, además, sus circunstancias se lo hubiesen permitido, sin duda, hubiesen hecho todo lo que estuviese en sus manos para transmitirme confianza de manera incondicional.

A partir de esta idea, podemos hacer meditaciones o bien situarnos directamente en nuestra infancia y evocar recuerdos o, directamente, imaginar un estado interno en el que recibíamos confianza, sin condiciones. Por el simple hecho de ser, de ser nosotrxs. Para ello, en un momento de relajación, nos situaremos en un escenario de conexión con nuestrx Niñx Interior. Y figuraremos que sí recibimos la confianza incondicional en nuestra infancia.

Otra manera de hacerlo, especialmente en los casos en que no funcione bien la primera línea de trabajo, es evocar situaciones concretas en las que hayamos sentido la presencia interna de la confianza. Es muy raro que, a lo largo de toda una vida, no se hayan dado situaciones concretas. Las rememoramos haciéndolas presentes y vamos activando esa energía. Recordemos, en este punto, que el Inconsciente no distingue entre realidad y ficción. Por eso disfrutamos tanto una película u obra de teatro y, por eso, funcionan los ejercicios en los que recreamos situaciones.

Todo este ejercitamiento se puede hacer gracias a un principio de funcionamiento en la gestión de la mente: podemos provocar la aparición de una energía (cualquier sentir) y una vez que haya aparecido, podemos ir dejando atrás las ideas o escenarios mentales que hemos utilizado para ello y nos vamos quedando con la energía en sí, que facilitaremos en su fluir, ya gestionándola directamente. Iremos fijando esa energía y el estado que produce en nuestra mente y cuerpo.

Ha de ser un trabajo continuado, pero sin forzar. Poco a poco, podremos ir fijando esto sin necesidad de “pararnos” en una meditación-respiración específica, sino a cada momento…

Otro trabajo que habremos de ir haciendo es ir identificando bien cuáles son las condiciones que nuestra mente aprendió, erróneamente, a ponerle a la confianza. No tendremos que ir buscándolas especialmente, pues irán apareciendo conforme vayamos haciendo el primer ejercitamiento descrito.

Nuestra mente aprendió que, para que pudiera confiar, emitirse confianza, habían de darse determinadas condiciones de capacidades, cualidades o circunstancias. Y, muy posiblemente, también aprendió que no era bueno confiar demasiado.

Es importante detectar estas condiciones. Son situaciones que la mente cree que deben darse para que pueda haber confianza en ella. Para ello, volvemos a observar nuestro sistema de juicios, tanto a nivel Consciente como Inconsciente y, como siempre, con especial atención a los criterios que determinan esos juicios. Aquí encontraremos las Ideas Aceptadas erróneas que favorecen el taponamiento de la confianza.

Habremos de observar para concretar cuáles son los criterios o condiciones que nuestra mente le pone a la confianza. Para luego, cuestionar todo ese entramado.

Y, por último, hemos de hacer un trabajo en el que nuestra mente vaya reaprendiendo a situarse, a envolverse, a permitir, a vivir desde la confianza. Y, para ello, hemos de “sobreescribir” en el aprendizaje básico que ha hecho que es, justamente, el contrario: a vivir desde la desconfianza.

Para ello, por momentos hemos de conectar con el “Yo” infantil (Niñx Interior) y vivir desde ahí la desconfianza. Y, en ese momento de activación de ese Yo con el escenario de la desconfianza, ofrecerle desde una consciencia más global, el reaprendizaje, la vivencia de lo que es vivir en la confianza. Haciéndole ver, además, que:

Puedo tener confianza en la confianza y sus efectos

Y, a partir de aquí, puedo tener la confianza en que:

Desde la confianza voy a responder mejor a los eventos de la vida

Y preguntarle ¿No es así? ¿No es esto la verdad, real?

Y mantenerse ahí, viendo desde ahí y favoreciendo la comprensión profunda. Sin tratar de imponer nada, sino siendo permeable a una posición y otra, dejando que se influyan mutuamente. Hasta que se produzca un proceso de cambio y maduración natural.

El resultado de todo este trabajo nos irá colocando, paulatinamente, en una nueva posición, muy distinta de la anterior y mucho más sana.

La confianza

Tras ver cómo funciona el “circuito” de las energías en los seres humanos, hoy nos toca tratar detenidamente una de las dos energías que podríamos denominar como claves o básicas. Son la confianza y el amor-afectividad (que veremos próximamente).

La confianza es, quizás, la energía fundamental del Foco Energía Vital. Esto es así porque su existencia o no, determina al resto de las energías de dicho Foco y, por tanto, al conjunto de todas nuestras energías. Así, la vitalidad, la fuerza, las ganas y/o motivación, el gozo, la alegría y otras, se activan o refuerzan cuando en la persona hay confianza de base, que se manifiesta como un fondo envolvente de esta energía cálida.

Hablamos de una confianza de base, que no debe estar condicionada a ninguna circunstancia. Una persona no ha de cumplir ningún requisito para poder contar con esta energía. Todo al contrario, vivir en y desde la confianza es nuestro estado natural que se da, siempre y cuando, se hayan dado unos mínimos requisitos, como son:

– Una transmisión adecuada en la infancia, por parte de las principales figuras de apego, normalmente mamá y papá. Cuando la criatura recibe confianza incondicional desde papá y mamá, aparece en ella esta energía envolvente que será uno de sus mayores tesoros a lo largo de su vida. De forma natural, el niño o la niña mirarán y se relacionarán con la vida, desde la confianza.

– En segundo lugar tenemos las experiencias de vida. En este punto, hay que indicar que, habitualmente, una carencia en la transmisión provocará una estructura mental que facilitará experiencias negativas que dificulten la aparición de la confianza. Es el fenómeno de “profecía autocumplida” que tantas veces se da.

Así, una mente que no perciba confianza en el estado energético base, sufrirá los múltiples efectos que en este texto se describen, tanto en la auto-noción y percepción de sí, como en la visión y disposición ante los eventos que haya de afrontar. Esto hará que ese afrontamiento no sea el más adecuado, lo que provocará que las experiencias que vive la persona tengan una clara tendencia a ser negativas o, al menos, mucho menos positivas.

– Y, por último, es necesario nombrar también la estructura genética individual. Aunque en ningún caso este factor sería suficiente para impedir que se dé la confianza en una persona, hay que recordar que no hay dos personas iguales y, por tanto, la variabilidad individual hará que unas sean más propicias para que se dé la confianza en ellas y otras menos.

Como se podrá comprobar, en ninguno de estos requisitos se incluye la condición de tener unas capacidades u otras o de actuar de una manera o de otra. Sencillamente, porque la existencia de confianza en una persona, no depende de esto.

Sin embargo, nuestra cultura generalizada no lo interpreta así y, en la inmensa mayoría de los casos, las personas creen que han de cumplir unos requisitos, dar unos resultados concretos o tener determinadas capacidades o conductas, para ser dignas o tener derecho a que en ellas se produzca la confianza.

Esta es una de las Ideas Aceptadas (Creencias) erróneas que más daño nos hacen, pues nos aleja de nuestro estado natural que es vivir en conexión con, o desde, la confianza. Y esto es algo que nuestra mente necesita para funcionar correctamente. Es una Idea Aceptada errónea que tiene amplias repercusiones negativas en nuestra vida. ¡Y todo se debe a un error de comprensión!

Sí es cierto que, en un segundo nivel de funcionamiento, esta energía puede proyectarse en objetos (internos o externos) concretos. Es cuando hablamos de “tener confianza en…” Pero este es un nivel secundario que en nada puede empañar ni mezclarse con el nivel del fluir natural de nuestra confianza base.

También cabe mencionar la confusión que suele darse entre confianza y seguridad. La seguridad, al contrario que la confianza, sí es producto de una valoración que hace el sistema de juicios de nuestra mente. Aquí el trabajo consistirá en asegurarnos de que ese sistema de chequeo y valoración continua del que disponemos, funciona correctamente. (Lo veremos en un próximo artículo).

Puedo estar envuelto internamente en confianza pero puedo no tener la seguridad de que si me lanzo al mar, podré salvar a esa persona que se está ahogando. No, si por ejemplo, no sé nadar. Necesito que mi sistema de juicios funcione correctamente para que me aclare en qué circunstancias puedo actuar y cómo.

En cuanto a sus efectos concretos, cuando la confianza de base es percibida por la mente (recordemos que, en primer lugar, llega al Inconsciente) genera sensaciones de calidez, serenidad, bienestar y confort internos. Es una sensación de que algo así no envuelve internamente.

También produce una sensación de encaje interno. La persona se siente encajada en sí y, por tanto, tiene una base y referencia sólidas para su interrelación con la vida y las otras personas. Y, como consecuencia de todo esto, aumenta la sensación de presencia interna. Ya no aparece un desierto interior desolado, borroso u oscuro como noción profunda de nuestro interior.

En su relación con el foco amor, la existencia de confianza favorecerá el fluir de las energías afectivo-amorosas.

Además, se produce una positivización general de la mente (también del Consciente). Actúa directamente sobre el Foco Inteligencia, favoreciendo una visión más certera, global e integradora de nuestra realidad, tanto exterior como interior. Es decir, mejora nuestra capacidad para comprender lúcidamente la realidad. Y también nuestra creatividad.

Nos convertimos en personas más eficientes, más certeras, pues nuestra expresión y acción hacia fuera es más adecuada y eficaz, aumentando nuestro ánimo, vigor y fuerza, con lo cual, obtendremos siempre mejores resultados cuando actuamos desde la confianza que cuando lo hacemos desde la no-confianza o la desconfianza.

Cualquier persona puede, y debe, corroborar esta realidad a través de su experiencia de vida.

Y a partir de este cambio de visión sobre la confianza y la comprensión sobre los efectos que produce, aparecen dos evidencias que nos servirán enormemente para afianzar el proceso de cambio. La primera es que,

Puedo tener confianza en la confianza y sus efectos

Y, a partir de aquí, puedo tener la confianza en que:

Desde la confianza voy a responder mejor a los eventos de la vida

NOTA: En el siguiente artículo se abordará la gestión de la confianza y su movilización.

Comprender y gestionar el flujo de energías

Ayer respondíamos a la pregunta de ¿Qué somos? Con la evidencia resultante de que somos energía. Energía en distintos estados y modos: energía vital, energía afectiva e inteligente.

No obstante, os recuerdo la necesidad de contrastar esta afirmación mediante la experiencia y la comprensión propias. De no ser así, es una verdad que se convierte en creencia y, en consecuencia, pierde gran parte de su utilidad.

Esto es muy importante: aquí no se habla de nada mágico o esotérico. Por energías entendemos los ladrillos de los que estamos hechos, son nuestro componente fundamental. Y nos interesa muchísimo conocer bien su funcionamiento y tener capacidad para gestionar bien su fluir.

Hoy abordamos esta cuestión. Cómo es el flujo de esa energía a través de nuestro cuerpo y nuestra mente. Y, sobre todo, qué efectos tiene y cómo se puede gestionar.

Los principales elementos que componen este circuito, son:

1.- El cuerpo y las células que lo componen: emiten la energía, transformándola desde los productos que componen nuestra alimentación a formas energéticas diversas.

2.- Estado base: La energía producida por las células y los órganos de nuestro cuerpo, producen un primer nivel ya percibible, que podemos conceptualizar como el Estado base energético. Se trata de un fluir energético del que se nutre la mente y del que depende en buena medida su funcionamiento.

3.- Inconsciente: El inconsciente recibe este estado energético y su funcionamiento dependerá de las energías que perciba que están disponibles o activas.

4.- Consciente: Recibe el estado energético del Inconsciente y su funcionamiento dependerá también de ello.

Nuestro cuerpo está compuesto por una colonia organizada de células. Todas trabajan por un objetivo común: nuestra supervivencia y desarrollo. Una de sus principales funciones como colectivo, más allá de la específica de cada célula, es la emisión de los componentes físicos y energético necesarios para nuestra vida.

Esta actividad dependerá, en buena medida del estado de salud de nuestro cuerpo; de nuestra alimentación, del ejercicio físico que hagamos, del estado de salud general, también de nuestra estructura genética, etc.

Esto lo podemos comprobar con la experiencia directa, viendo por ejemplo, cómo una actividad física adecuada, favorece nuestro estado energético y nos produce sensaciones positivas, repercutiendo directamente en nuestro estado mental.

La energía que llega del cuerpo es uno de los dos factores que determinan nuestro Estado energético de base. El otro, tiene su origen en nuestra mente (Inconsciente y Consciente).

La actividad de la mente, la adecuación de su comprensión y las actitudes que genere, influyen de manera determinante en nuestro Estado energético de base. Por ejemplo, una actitud negativa, una alteración por una comprensión inadecuada o una energía alteradora como pueden ser la rabia o el miedo, taponaran la emisión y natural fluir de determinadas energías y favorecerá otras más alteradoras. Por ejemplo, la contemplación de un paisaje influirá en el estado de nuestra mente y, a su vez, en el Estado energético de base.

Sobre esta interacción cuerpo-mente, podemos actuar. Podemos gestionar nuestro Estado energético base y, de hecho, resulta muy conveniente.

Lo fundamental está en asegurar la emisión de dos energías claves. Son la confianza y la afectividad-amor. La primera se corresponde con el foco energía vital y la segunda, con el foco afectivo-amoroso. Las veremos más específicamente en posteriores textos.

El primer nivel de la mente con noción propia de Yo y, por tanto, con capacidad específica de Respuesta, es el Inconsciente y, más concretamente, la parte del Inconsciente que estamos nombrando como Niñx Interior.

Nuestrx Niñx hace un chequeo constante del Estado energético base, para comprobar qué energías están disponibles. Y el resultado determinará totalmente su estado y funcionamiento. Por ejemplo, si no percibe confianza, necesariamente actuará desde la no-confianza o la desconfianza. Su funcionamiento será radicalmente distinto en un supuesto u otro.

El funcionamiento de nuestro Inconsciente, determinará el del Consciente pero también, recordemos, influirá en el propio Estado energético base. La alteración que se produzca en el Inconsciente alterará aún más su funcionamiento.

El Consciente, por lo general y salvo y proceso previo de toma de conciencia, se limitará a dar soporte y respuestas dentro del escenario general que le está emitiendo el Inconsciente. Si este escenario ya viene negativizado y alterado, funcionará desde ahí. Sólo la existencia de un sólido Yo-Experiencia puede permitir que toda la mente no sea engullida por este flujo energético.

La observación para comprender, la actitud adecuada o PACÁ y el trabajo con el cuerpo. Son las tres primeras herramientas que tenemos para gestionar nuestro Estado base energético. Pero también, y especialmente, tenemos el trabajo directo con este elemento, a través de la mente, favoreciendo la generación de las energías básicas necesarias antes mencionadas: confianza y amor. (Es importante recordar, una vez más, el error de la creencia generalizada de que desde el exterior ha de venirnos algo para cambiar nuestras energías básicas).

De este modo, tomamos el mando de la gestión de nuestro cuerpo y nuestra mente. Asumimos la responsabilidad plena de nuestra estado y funcionamiento. Pasamos de una dependencia irrresponsable a la libertad responsable. Si sabemos, somos capaces de gestionar nuestro estado energético de base.