Sobre el Amor

Las personas buscan el amor, el cariño, la cercanía, el sentimiento de integración en un grupo o clan… La gran mayoría de las personas sienten una gran necesidad de sentirse queridas/os y, más allá aún, de vivir en un espacio de amor.

Quizás debido a la influencia de las culturas orientales, ahora suele decirse que buscamos un estado de amor incondicional hacia las demás personas. Pero ese estado o situación se nos resiste, se nos escapa… ¿Por qué es tan difícil encontrar el amor tan deseado? Quizás, precisamente, por ese mismo deseo que nos impide ver con claridad lo que está ocurriendo. Quizás, precisamente, porque lo que en realidad busca nuestra mente es un estado de amor incondicional de los demás hacia nosotros/as, pero no está dispuesta a hacer lo propio con las demás personas.

Si somos amor… ¿Por qué no estamos siempre en conexión con nuestra fuente afectivo-amorosa?

El camino no es buscar el amor y, muchísimo menos, tratar de auto-imponernoslo adoptando modelos externos que se convierten en nuevas obligaciones. Trabajar con el amor es, en realidad, trabajar con todo aquello que está impidiendo, en la práctica, que permanezcamos en una conexión o comunión amorosa con el entorno y nosotros/as mismas. Es trabajar, pues, con las ideas y emociones que envuelven a nuestra fuente de amor impidiendo el normal fluir de nuestra capacidad para estar en el amor que siempre somos.

Esta barrera está constituida por miedos y dolor (convertido en sufrimiento por falta de comprensión) acumulado a lo largo de nuestra vida, así como por ideas acerca de cómo es y debe ser el mundo y, como consecuencia, nosotras/os mismas.

Una idea aceptada especialmente relevante en este asunto, es la siguiente: “El amor depende de lo que me den/provoquen las otras personas”… Vivimos en una sociedad que ha aceptado que el amor viene o está promovido desde el exterior, es decir, que se han de dar determinadas condiciones externas (una persona que nos quiera, etc.) para que en nuestro interior fluya el amor… ¡Gran error! El amor depende, fundamentalmente, de que no haya alteraciones en nuestra mente que interfieran su natural fluir y nuestra conexión con dicha energía.

Como referente inicial podríamos decir que existen dos grandes dolores que hemos de sanar en cuanto a nuestra relación con el amor:

– El dolor-sufrimiento por el primer gran desamor, por el primer gran dolor, desemparo y abandono que sentimos en nuestra primera infancia: se trata, habitualmente, el dolor por el desamor de nuestra madre.

– El otro gran dolor-sufrimiento es una ampliación del primero; se trata del dolor ante la evidencia de que las demás personas, la sociedad en su conjunto, nos valoraba por cómo éramos y no por lo que éramos en sí. Es el miedo y dolor que se produjeron cuando, en la infancia, comprobamos que no somos especiales para el resto de las personas y que éstas pueden “no querernos”.

Esto constituye el primer gran aprendizaje (que se convierte en Idea Aceptada): si me abro totalmente al amor me vuelvo vulnerable y las actitudes y conductas de las otras personas me producen un grandísimo sufrimiento.

Aprendemos, además, que en nuestra sociedad el amor no es incondicional sino que, más bien, hay que ganárselo mediante acciones que se adecúen a lo que las otras personas esperan y/o necesitan.

Y un último aprendizaje muy importante: al final, cuando las cosas se ponen difíciles, cuando cada cuál ha de mirar por sus intereses, lo que se impone es el egoísmo y la violencia sobre el amor… El amor no es suficiente ante el egoísmo y la violencia.

A partir de estos aprendizajes que realiza nuestra mente (ideas aceptadas), ésta pone condiciones para abrirse a nuestro flujo amoroso. Aparecen las ansiedades, los juicios, mediciones y los miedos a perder o no tener amor; es lo que hemos denominado “El mercaillo del amor” pues en este escenario, todo se compra y se vende, siempre bajo el objetivo de aumentar mi seguridad amorosa. El miedo se impone al amor y el egoísmo al altruismo.

Efectivamente, si ahondamos hacia la base de todo, hacia el origen de nuestra actitud base ante la vida, comprobaremos que la decisión inicial que luego lo determina todo es desde dónde me sitúo en mi relación con las demás personas; desde el amor o desde el miedo. Esta es la pregunta clave.

Si la base es el miedo, lo que prevalece es qué posición de seguridad consigo con esa relación. Si la base es el amor, lo único que importa es el acto amoroso en sí.

Al principio, necesariamente, es desde el miedo (salvo contadísimas excepciones esto es así en todas las personas). El miedo se apoderó de nosotras/os, se nos “metió en el cuerpo”. Esto lo nombre muy bien Eckhart Tolle cuando habla del cuerpo del miedo.

Haremos un proceso de observación mantenida de esta cuestión, de nuestra relación con el amor, Puede ser, por ejemplo, a partir de la pregunta ¿Desde dónde me relaciono con las otras personas?

Como siempre, evitaremos en este proceso de observación introspectiva, cualquier deseo de que las cosas sean de una determinada manera y, también, cualquier juicio acerca de si está bien o mal lo que vayamos encontrando.

Aparecen muchísimas mezclas. Casi nunca nos relacionamos con las otras personas desde el miedo o el amor en estado puro. Pero hay que avanzar, hay que seguir mirando hasta que aparecen las clave, la base de todo… La decisión o juicio primario a partir del cuál se construyen nuestras relaciones con el resto de las personas, con el mundo.

Desde el miedo significa que me relaciono con el mundo desde mi yo-mental/personaje/ego. Y, desde ahí, siempre habrá algo que defender; una posición, un deseo de ser o tener, etc. Siempre habrá peligros de perder o no conseguir lo que quiero. Siempre habrá un algo que quiero, un objetivo en mi relación amorosa, que lo empaña todo. Desde el miedo aparece la necesidad de seguridad amorosa plasmada en la necesidad de ser especial, de sentirme yo especial ante mi y de ser especial para otras personas.

Hemos de abrirnos de par en par a las profundidades de nuestro inconsciente. Ahí nos aparecerán las evidencias que buscamos, las claves del dolor que envuelve e impide el crecimiento de nuestro amor.

Libres de juicios y autojuicios, simplemente buscamos en nuestra historia de vida (siempre desde el momento actual, desde el ahora, desde lo que está ocurriendo en nosotras/os en este momento) los orígenes de la situación actual… La pregunta es: ¿Por qué cuando busco dentro de mí el amor, aparecen el dolor, el miedo, el egoísmo, la defensa, la medición, el juicio, la rabia…? ¿Desde cuándo ocurre esto y cuál es su origen?

Recordad que el ser humano, lo que busca por encima de todo, es la plenitud. Volver a esos estados de plenitud que temporalmente, quizás como destellos, nuestra mente ha conocido. Esa búsqueda de plenitud se concreta en la búsqueda de una plenitud mental (máximo de comprensión y capacidad para gestionar mi vida), plenitud energética (necesidad de sentirme con fuerza ante la vida) y, por último, plenitud amorosa. El problema es que, al nivel del personaje, esta búsqueda de plenitud amorosa se plasma en la necesidad de tener la seguridad de contar con el amor permanente e incondicional de las otras personas.

Efectivamente, necesidad de amor y necesidad de seguridad van íntimamente ligadas e interactúan en diversos niveles de nuestra mente y debemos prestar atención a ello. En el paquete hemos de añadir, además, la íntima interrelación existente con el otro aspecto fundamental de nuestro desarrollo: la fuerza o valía, que al nivel del personaje se plasma en la necesidad de sentirme (autoevaluarme) fuerte, válido y capaz ante las otras personas y las dificultades de la vida. Para nuestra mente profunda-infantil, tener amor seguro y tener la validación de los demás, significa lo mismo: seguridad de no ser excluido/a.

Buscando un referente

Hay una pregunta clave que podemos hacernos: ¿Deseo el bien para esta persona por encima, incluso, de que cumpliéndose ese bien, esa situación la/lo alejaría de mí o mi posición en su vida disminuiría en cercanía y relevancia?

Pregúntate esto con respecto a tus relaciones más relevantes.

Una relación sana con el amor implica haber identificado y superado los conflictos o dolores que he acumulado a lo largo de mi historia de vida con mi madre-padre y resto del mundo. Aceptando la realidad tal y como es, comprendiendo y aceptando que las otras personas también funcionan desde el miedo.

Se impone, pues, un proceso de observación profundo y con exigencia de gran honestidad hacia mi.

Pero entonces… ¿Es mentira el amor que he sentido a lo largo de mi vida?

La respuesta es, claramente, NO. No es falso el amor que has sentido. Lo que sí es un error, y grave, son las Ideas Aceptadas que ha ido acumulando tu mente en torno al amor. Por ejemplo, esa idea de que nos ha de venir desde fuera, o esa otra, de que el amor nos hace vulnerables al sufrimiento.

Quita esas ideas, limpia lo que interfiere en tu mente con el flujo amoroso, y quédate con el sentimiento, limpio y sin condicionantes.

Que os llenéis de amor

Que me llene de amor

Que esté bien

Que pueda estar en paz y cómoda/o

Que sea feliz

La Confianza. Meditaciones y respiraciones-relajaciones

En el proceso de Autorrealización la práctica es determinante. Se dice “1 hora de lectura y 10 de práctica”.

Esta frase puede ser un buen resumen de la distribución general de nuestro trabajo. Por un lado, necesitamos comprender y expandir los límites que nos impone nuestra mente. Pero, sobre todo, necesitamos practicar, necesitamos que en nuestro interior se vayan construyendo los referentes necesarios para poder hacer el camino. Además de que nuestra comprensión no sólo ha de venir desde el exterior, sino más bien, a través de evidencias que se nos muestran en el trabajo interior.

Tras los dos textos explicativos sobre la confianza, se incluyen hoy varias respiraciones y meditaciones. Son variaciones sobre lo mismo, con matices. En alguna se hace más hincapié en la conexión con la infancia, en otra se conecta directamente con nuestra base energética. Algunas son más largas (las nombradas como meditaciones) y otras más breves (las nombradas como respiraciones-relajaciones).

En algún otro momento trataremos más detenidamente la meditación, como ejercitamiento. La forma más adecuada de usar esta potentísima herramienta de la que disponemos.

Y un recordatorio: el uso de grabaciones para meditar está bien, pero no es la situación última deseable. Lo adecuado es que, poco a poco, vayamos siendo capaces de meditar sin ningún tipo de ayuda. Es más, conviene que seamos capaces de hacerlo aunque las condiciones internas y externas no sean las más adecuadas (alteraciones internas, ruidos desde el exterior, etc.).

Meditación. La Confianza. Conexión con mi infancia, condiciones y movilización de energías.
Meditación. La Confianza. Movilización de energías y condiciones que pone mi mente.
La Confianza. Respiración-relajación (2)

Espero que os sirvan.

La Confianza. Respiración-relajación

Gestionando la confianza

En el artículo anterior vimos las características generales de una de las dos energías básicas en el ser humano: la confianza. Hoy toca abordar la gestión de esta energía, un trabajo que haremos con dos objetivos fundamentales: en primer lugar, provocar o favorecer que surja en nosotrxs si es que está ausente, y en segundo lugar, hacer una buena gestión y mantenimiento.

Quizás lo primero que haya que hacer es irnos al referente biológico. La principal hormona responsable de la aparición de confianza en un ser humano es la oxitocina (también del amor-afectividad-felicidad).

A la oxitocina la llaman la hormona tímida, porque muy fácilmente desaparece o, al menos, deja de estar presente y perceptible para la mente. Con mucha facilidad, la generación de otras energías y estados mentales, provoca la desaparición o no percepción de la confianza y también del amor y sus variantes.

Esto tiene, en primer lugar, una explicación evolutiva: en situaciones de peligro, dificultad y urgencia, han prevalecido las respuestas extremas, bien de huida bien de lucha. Y, en esas circunstancias, la oxitocina no era la sustancia química más recomendable para provocar las reacciones físicas y mentales que hacían falta.

Pero más allá de las posibles explicaciones, éste es un factor que hay que tener muy en cuenta a la hora de gestionar la confianza. Para empezar, hemos de ser conscientes de que, a menudo, no la tendremos a nuestra disposición. Así pues, las expectativas en nuestro trabajo con la confianza, al menos durante un tiempo, no pueden pasar porque esté siempre presente. Nos situaremos en una posición en la que comprendemos su fluir y normalizamos las situaciones en que esté ausente.

Cuando esta situación se dé, nos situaremos en el PACÁ y lo más pronto que podamos nos dispondremos a buscar las causas, para ello observaremos a ver cuáles son esas energías que están tapando o impidiendo el natural fluir de confianza y cuáles son las causas. Por ejemplo, si nuestra mente no ha gestionado bien una situación y ha exagerado un peligro, con lo cual está emitiendo un miedo desproporcionado, es previsible que la confianza no aparezca.

El otro conocimiento que hemos de procurar tener siempre presente en nuestra gestión de la confianza, versa sobre su naturaleza y condición: La confianza es el estado natural de la mente de un ser humano si ha recibido una crianza adecuada. Nos es extraordinario, tampoco es algo condicional, sino que es lo natural. Hemos de superar la idea de que la confianza es algo a conseguir, algo a ganarse o algo que nos viene aleatoriamente y sobre lo que no podemos intervenir facilitando que esté. (Esto es darle todo el poder a un sistema de juicios que no está funcionando adecuadamente).

También hemos de comprender que nuestra mente ha vivido siempre (o casi) en la ausencia de confianza y, por tanto, no tiene bien asentado el referente o experiencia interna de lo que es ese estado natural de vivir en la confianza.

Así pues, es darse cuenta de que mi mente ha estado viendo en una carencia grave de una energía que, de forma natural, habría de haber estado ahí. Y que esto ha tenido unos efectos. No se trata tanto de luchar contra esos efectos, sino de situarse en la confianza.

Y, para ello, podemos usar varias técnicas o ejercitamientos. El primero, utilizando la meditación como herramienta para conseguirlo si así lo vemos más adecuado, es figurar o imaginar que en nuestra infancia sí recibimos confianza por parte de nuestras principales figuras de apego: habitualmente mamá y papá.

Como no es extraño que en la mente aún haya situaciones pendientes por resolver con nuestro padre y nuestra madre, muchas personas necesitarán de un apoyo para poder hacer bien este trabajo. Para ello tenemos una idea muy potente que nos allanará el camino aplacando las respuestas doloridas de nuestrx Niñx Interior cuando evocamos nuestra infancia. La idea es:

Si papá y mamá hubiesen sabido y podido, lo hubieran hecho.

Si mi madre y mi padre hubiesen sabido lo importantísimo que era todo esto y también cómo hacerlo y, además, sus circunstancias se lo hubiesen permitido, sin duda, hubiesen hecho todo lo que estuviese en sus manos para transmitirme confianza de manera incondicional.

A partir de esta idea, podemos hacer meditaciones o bien situarnos directamente en nuestra infancia y evocar recuerdos o, directamente, imaginar un estado interno en el que recibíamos confianza, sin condiciones. Por el simple hecho de ser, de ser nosotrxs. Para ello, en un momento de relajación, nos situaremos en un escenario de conexión con nuestrx Niñx Interior. Y figuraremos que sí recibimos la confianza incondicional en nuestra infancia.

Otra manera de hacerlo, especialmente en los casos en que no funcione bien la primera línea de trabajo, es evocar situaciones concretas en las que hayamos sentido la presencia interna de la confianza. Es muy raro que, a lo largo de toda una vida, no se hayan dado situaciones concretas. Las rememoramos haciéndolas presentes y vamos activando esa energía. Recordemos, en este punto, que el Inconsciente no distingue entre realidad y ficción. Por eso disfrutamos tanto una película u obra de teatro y, por eso, funcionan los ejercicios en los que recreamos situaciones.

Todo este ejercitamiento se puede hacer gracias a un principio de funcionamiento en la gestión de la mente: podemos provocar la aparición de una energía (cualquier sentir) y una vez que haya aparecido, podemos ir dejando atrás las ideas o escenarios mentales que hemos utilizado para ello y nos vamos quedando con la energía en sí, que facilitaremos en su fluir, ya gestionándola directamente. Iremos fijando esa energía y el estado que produce en nuestra mente y cuerpo.

Ha de ser un trabajo continuado, pero sin forzar. Poco a poco, podremos ir fijando esto sin necesidad de “pararnos” en una meditación-respiración específica, sino a cada momento…

Otro trabajo que habremos de ir haciendo es ir identificando bien cuáles son las condiciones que nuestra mente aprendió, erróneamente, a ponerle a la confianza. No tendremos que ir buscándolas especialmente, pues irán apareciendo conforme vayamos haciendo el primer ejercitamiento descrito.

Nuestra mente aprendió que, para que pudiera confiar, emitirse confianza, habían de darse determinadas condiciones de capacidades, cualidades o circunstancias. Y, muy posiblemente, también aprendió que no era bueno confiar demasiado.

Es importante detectar estas condiciones. Son situaciones que la mente cree que deben darse para que pueda haber confianza en ella. Para ello, volvemos a observar nuestro sistema de juicios, tanto a nivel Consciente como Inconsciente y, como siempre, con especial atención a los criterios que determinan esos juicios. Aquí encontraremos las Ideas Aceptadas erróneas que favorecen el taponamiento de la confianza.

Habremos de observar para concretar cuáles son los criterios o condiciones que nuestra mente le pone a la confianza. Para luego, cuestionar todo ese entramado.

Y, por último, hemos de hacer un trabajo en el que nuestra mente vaya reaprendiendo a situarse, a envolverse, a permitir, a vivir desde la confianza. Y, para ello, hemos de “sobreescribir” en el aprendizaje básico que ha hecho que es, justamente, el contrario: a vivir desde la desconfianza.

Para ello, por momentos hemos de conectar con el “Yo” infantil (Niñx Interior) y vivir desde ahí la desconfianza. Y, en ese momento de activación de ese Yo con el escenario de la desconfianza, ofrecerle desde una consciencia más global, el reaprendizaje, la vivencia de lo que es vivir en la confianza. Haciéndole ver, además, que:

Puedo tener confianza en la confianza y sus efectos

Y, a partir de aquí, puedo tener la confianza en que:

Desde la confianza voy a responder mejor a los eventos de la vida

Y preguntarle ¿No es así? ¿No es esto la verdad, real?

Y mantenerse ahí, viendo desde ahí y favoreciendo la comprensión profunda. Sin tratar de imponer nada, sino siendo permeable a una posición y otra, dejando que se influyan mutuamente. Hasta que se produzca un proceso de cambio y maduración natural.

El resultado de todo este trabajo nos irá colocando, paulatinamente, en una nueva posición, muy distinta de la anterior y mucho más sana.

La confianza

Tras ver cómo funciona el “circuito” de las energías en los seres humanos, hoy nos toca tratar detenidamente una de las dos energías que podríamos denominar como claves o básicas. Son la confianza y el amor-afectividad (que veremos próximamente).

La confianza es, quizás, la energía fundamental del Foco Energía Vital. Esto es así porque su existencia o no, determina al resto de las energías de dicho Foco y, por tanto, al conjunto de todas nuestras energías. Así, la vitalidad, la fuerza, las ganas y/o motivación, el gozo, la alegría y otras, se activan o refuerzan cuando en la persona hay confianza de base, que se manifiesta como un fondo envolvente de esta energía cálida.

Hablamos de una confianza de base, que no debe estar condicionada a ninguna circunstancia. Una persona no ha de cumplir ningún requisito para poder contar con esta energía. Todo al contrario, vivir en y desde la confianza es nuestro estado natural que se da, siempre y cuando, se hayan dado unos mínimos requisitos, como son:

– Una transmisión adecuada en la infancia, por parte de las principales figuras de apego, normalmente mamá y papá. Cuando la criatura recibe confianza incondicional desde papá y mamá, aparece en ella esta energía envolvente que será uno de sus mayores tesoros a lo largo de su vida. De forma natural, el niño o la niña mirarán y se relacionarán con la vida, desde la confianza.

– En segundo lugar tenemos las experiencias de vida. En este punto, hay que indicar que, habitualmente, una carencia en la transmisión provocará una estructura mental que facilitará experiencias negativas que dificulten la aparición de la confianza. Es el fenómeno de “profecía autocumplida” que tantas veces se da.

Así, una mente que no perciba confianza en el estado energético base, sufrirá los múltiples efectos que en este texto se describen, tanto en la auto-noción y percepción de sí, como en la visión y disposición ante los eventos que haya de afrontar. Esto hará que ese afrontamiento no sea el más adecuado, lo que provocará que las experiencias que vive la persona tengan una clara tendencia a ser negativas o, al menos, mucho menos positivas.

– Y, por último, es necesario nombrar también la estructura genética individual. Aunque en ningún caso este factor sería suficiente para impedir que se dé la confianza en una persona, hay que recordar que no hay dos personas iguales y, por tanto, la variabilidad individual hará que unas sean más propicias para que se dé la confianza en ellas y otras menos.

Como se podrá comprobar, en ninguno de estos requisitos se incluye la condición de tener unas capacidades u otras o de actuar de una manera o de otra. Sencillamente, porque la existencia de confianza en una persona, no depende de esto.

Sin embargo, nuestra cultura generalizada no lo interpreta así y, en la inmensa mayoría de los casos, las personas creen que han de cumplir unos requisitos, dar unos resultados concretos o tener determinadas capacidades o conductas, para ser dignas o tener derecho a que en ellas se produzca la confianza.

Esta es una de las Ideas Aceptadas (Creencias) erróneas que más daño nos hacen, pues nos aleja de nuestro estado natural que es vivir en conexión con, o desde, la confianza. Y esto es algo que nuestra mente necesita para funcionar correctamente. Es una Idea Aceptada errónea que tiene amplias repercusiones negativas en nuestra vida. ¡Y todo se debe a un error de comprensión!

Sí es cierto que, en un segundo nivel de funcionamiento, esta energía puede proyectarse en objetos (internos o externos) concretos. Es cuando hablamos de “tener confianza en…” Pero este es un nivel secundario que en nada puede empañar ni mezclarse con el nivel del fluir natural de nuestra confianza base.

También cabe mencionar la confusión que suele darse entre confianza y seguridad. La seguridad, al contrario que la confianza, sí es producto de una valoración que hace el sistema de juicios de nuestra mente. Aquí el trabajo consistirá en asegurarnos de que ese sistema de chequeo y valoración continua del que disponemos, funciona correctamente. (Lo veremos en un próximo artículo).

Puedo estar envuelto internamente en confianza pero puedo no tener la seguridad de que si me lanzo al mar, podré salvar a esa persona que se está ahogando. No, si por ejemplo, no sé nadar. Necesito que mi sistema de juicios funcione correctamente para que me aclare en qué circunstancias puedo actuar y cómo.

En cuanto a sus efectos concretos, cuando la confianza de base es percibida por la mente (recordemos que, en primer lugar, llega al Inconsciente) genera sensaciones de calidez, serenidad, bienestar y confort internos. Es una sensación de que algo así no envuelve internamente.

También produce una sensación de encaje interno. La persona se siente encajada en sí y, por tanto, tiene una base y referencia sólidas para su interrelación con la vida y las otras personas. Y, como consecuencia de todo esto, aumenta la sensación de presencia interna. Ya no aparece un desierto interior desolado, borroso u oscuro como noción profunda de nuestro interior.

En su relación con el foco amor, la existencia de confianza favorecerá el fluir de las energías afectivo-amorosas.

Además, se produce una positivización general de la mente (también del Consciente). Actúa directamente sobre el Foco Inteligencia, favoreciendo una visión más certera, global e integradora de nuestra realidad, tanto exterior como interior. Es decir, mejora nuestra capacidad para comprender lúcidamente la realidad. Y también nuestra creatividad.

Nos convertimos en personas más eficientes, más certeras, pues nuestra expresión y acción hacia fuera es más adecuada y eficaz, aumentando nuestro ánimo, vigor y fuerza, con lo cual, obtendremos siempre mejores resultados cuando actuamos desde la confianza que cuando lo hacemos desde la no-confianza o la desconfianza.

Cualquier persona puede, y debe, corroborar esta realidad a través de su experiencia de vida.

Y a partir de este cambio de visión sobre la confianza y la comprensión sobre los efectos que produce, aparecen dos evidencias que nos servirán enormemente para afianzar el proceso de cambio. La primera es que,

Puedo tener confianza en la confianza y sus efectos

Y, a partir de aquí, puedo tener la confianza en que:

Desde la confianza voy a responder mejor a los eventos de la vida

NOTA: En el siguiente artículo se abordará la gestión de la confianza y su movilización.

Meditaciones: ejercicios de movilización de energías

Ayer planteaba un esquema del circuito del fluir de la energía en un Ser Humano. Hoy toca algo de práctica, de ejercitamiennto para gestionar esa energía, movilizando la que nos resulte más adecuada a cada momento.

Como ya he mencionado anteriormente, nuestra mente está en un grave error creyendo que necesita de algo externo (persona o situación) para que se movilicen determinadas energías, como pueden ser la vibración amorosa o la confianza.

Esta creencia está comúnmente aceptada. Es más, se nos ha educado en ella. Por lo tanto, ha sido reforzada a lo largo de toda nuestra vida tanto por los mensajes provenientes del exterior como por la experiencia interna que se da a partir de esta falsedad.

Para ir contrarrestando esta situación, habremos de ir ejercitando nuestra capacidad para movilizar las energías de manera totalmente autónoma con respecto al exterior. Este es el objetivo del ejercicio de movilización de energías.

Inicialmente, lo más adecuado es realizar este ejercicio en un momento de relajación-meditación. Posteriormente, podremos hacerlo en cualquier lugar y circunstancia.

El ejercicio consta de 4 pasos, que con el ejercitamiento, podremos ir adaptando a nuestras propias circunstancias. Son:

1.- Recuerdo o evoco la energía que quiero favorecer (la paciencia, la aceptación, la confianza, la acogida amorosa o cualquier otra)

2.- Durante un tiempo presto atención a eso. Sin forzar nada. Todo aquello a lo que prestamos atención lo suficiente, se va consolidando internamente.

3.- Cuando ya noto una presencia clara de esa energía, dentro de mí, me doy permiso para sentir-tener eso. Y atiendo-observo a ver qué impedimentos pone mi mente, si aparecieran. Estas son las condiciones que, erróneamente, cree mi mente que han de darse para que aparezca esa energía.

4.- Por último, aprovechando la respiración, hago que esa energía se expanda y me envuelva. Me instalo en ella.

NOTA: A continuación tienes dos meditaciones-ejercicios prácticos de movilización de energías.

Ejercicio de movilización de energías (Foco energía vital)
Ejercicio de movilización de energías (Actitud adecuada. PACÁ)

Comprender y gestionar el flujo de energías

Ayer respondíamos a la pregunta de ¿Qué somos? Con la evidencia resultante de que somos energía. Energía en distintos estados y modos: energía vital, energía afectiva e inteligente.

No obstante, os recuerdo la necesidad de contrastar esta afirmación mediante la experiencia y la comprensión propias. De no ser así, es una verdad que se convierte en creencia y, en consecuencia, pierde gran parte de su utilidad.

Esto es muy importante: aquí no se habla de nada mágico o esotérico. Por energías entendemos los ladrillos de los que estamos hechos, son nuestro componente fundamental. Y nos interesa muchísimo conocer bien su funcionamiento y tener capacidad para gestionar bien su fluir.

Hoy abordamos esta cuestión. Cómo es el flujo de esa energía a través de nuestro cuerpo y nuestra mente. Y, sobre todo, qué efectos tiene y cómo se puede gestionar.

Los principales elementos que componen este circuito, son:

1.- El cuerpo y las células que lo componen: emiten la energía, transformándola desde los productos que componen nuestra alimentación a formas energéticas diversas.

2.- Estado base: La energía producida por las células y los órganos de nuestro cuerpo, producen un primer nivel ya percibible, que podemos conceptualizar como el Estado base energético. Se trata de un fluir energético del que se nutre la mente y del que depende en buena medida su funcionamiento.

3.- Inconsciente: El inconsciente recibe este estado energético y su funcionamiento dependerá de las energías que perciba que están disponibles o activas.

4.- Consciente: Recibe el estado energético del Inconsciente y su funcionamiento dependerá también de ello.

Nuestro cuerpo está compuesto por una colonia organizada de células. Todas trabajan por un objetivo común: nuestra supervivencia y desarrollo. Una de sus principales funciones como colectivo, más allá de la específica de cada célula, es la emisión de los componentes físicos y energético necesarios para nuestra vida.

Esta actividad dependerá, en buena medida del estado de salud de nuestro cuerpo; de nuestra alimentación, del ejercicio físico que hagamos, del estado de salud general, también de nuestra estructura genética, etc.

Esto lo podemos comprobar con la experiencia directa, viendo por ejemplo, cómo una actividad física adecuada, favorece nuestro estado energético y nos produce sensaciones positivas, repercutiendo directamente en nuestro estado mental.

La energía que llega del cuerpo es uno de los dos factores que determinan nuestro Estado energético de base. El otro, tiene su origen en nuestra mente (Inconsciente y Consciente).

La actividad de la mente, la adecuación de su comprensión y las actitudes que genere, influyen de manera determinante en nuestro Estado energético de base. Por ejemplo, una actitud negativa, una alteración por una comprensión inadecuada o una energía alteradora como pueden ser la rabia o el miedo, taponaran la emisión y natural fluir de determinadas energías y favorecerá otras más alteradoras. Por ejemplo, la contemplación de un paisaje influirá en el estado de nuestra mente y, a su vez, en el Estado energético de base.

Sobre esta interacción cuerpo-mente, podemos actuar. Podemos gestionar nuestro Estado energético base y, de hecho, resulta muy conveniente.

Lo fundamental está en asegurar la emisión de dos energías claves. Son la confianza y la afectividad-amor. La primera se corresponde con el foco energía vital y la segunda, con el foco afectivo-amoroso. Las veremos más específicamente en posteriores textos.

El primer nivel de la mente con noción propia de Yo y, por tanto, con capacidad específica de Respuesta, es el Inconsciente y, más concretamente, la parte del Inconsciente que estamos nombrando como Niñx Interior.

Nuestrx Niñx hace un chequeo constante del Estado energético base, para comprobar qué energías están disponibles. Y el resultado determinará totalmente su estado y funcionamiento. Por ejemplo, si no percibe confianza, necesariamente actuará desde la no-confianza o la desconfianza. Su funcionamiento será radicalmente distinto en un supuesto u otro.

El funcionamiento de nuestro Inconsciente, determinará el del Consciente pero también, recordemos, influirá en el propio Estado energético base. La alteración que se produzca en el Inconsciente alterará aún más su funcionamiento.

El Consciente, por lo general y salvo y proceso previo de toma de conciencia, se limitará a dar soporte y respuestas dentro del escenario general que le está emitiendo el Inconsciente. Si este escenario ya viene negativizado y alterado, funcionará desde ahí. Sólo la existencia de un sólido Yo-Experiencia puede permitir que toda la mente no sea engullida por este flujo energético.

La observación para comprender, la actitud adecuada o PACÁ y el trabajo con el cuerpo. Son las tres primeras herramientas que tenemos para gestionar nuestro Estado base energético. Pero también, y especialmente, tenemos el trabajo directo con este elemento, a través de la mente, favoreciendo la generación de las energías básicas necesarias antes mencionadas: confianza y amor. (Es importante recordar, una vez más, el error de la creencia generalizada de que desde el exterior ha de venirnos algo para cambiar nuestras energías básicas).

De este modo, tomamos el mando de la gestión de nuestro cuerpo y nuestra mente. Asumimos la responsabilidad plena de nuestra estado y funcionamiento. Pasamos de una dependencia irrresponsable a la libertad responsable. Si sabemos, somos capaces de gestionar nuestro estado energético de base.